J¨®venes: funcionarios o precarios
A veces, me siento mal pensando en si tengo la culpa de no querer ser funcionario o es que los yankees han instalado en mi cerebro una especie de software neoliberal, que me insta a embarcarme en mis propios proyectos

Como muchos de vosotros, soy hijo de funcionarios. Mis padres son, como bien explica Oriol Bartomeus en El peso del tiempo, parte de la generaci¨®n del baby boom, nacidos en el interior de la Val¨¨ncia de los a?os 60. Su generaci¨®n tuvo un papel crucial en la Transici¨®n, y su c¨¦nit lleg¨® en los a?os de Lerma y, c¨®mo no, de Felipe Gonz¨¢lez. Mis padres, criados en familias humildes, opositaron cuando apenas era un cr¨ªo para no tener que trabajar tanto como sus padres. Por ello es que aprend¨ª, prematuramente, el significado de la palabra ¡°oposici¨®n¡±. Luego oposit¨® la madre de mi mejor amigo, ahora est¨¢ opositando mi mejor amigo e incluso otro amigo de nuestro grupo, Sergio, ha acabado sac¨¢ndose las oposiciones a Guardia Civil tras acabar la carrera y un m¨¢ster.
De los hermanos de mi madre, cuatro de cinco salieron funcionarios: dos maestros, una enfermera y un funcionario de aduanas. En este ambiente, tras dos carreras, dos m¨¢steres y dominar cinco idiomas, las consignas siguen siendo las mismas: que me prepare una oposici¨®n, que tengo capacidad, que ser¨¦ un buen profesor, que sacrifique unos a?os de mi vida en pos de un futuro m¨¢s c¨®modo y lleno de certezas. Y, a veces, me siento mal, un poco compungido, pensando en si tengo yo la culpa de no querer ser funcionario o es que los yankees (como dir¨ªa mi profesor de Historia) han instalado en mi cerebro una especie de software neoliberal, que me insta a embarcarme en mis propios proyectos y a buscar oportunidades debajo de las piedras.
El otro d¨ªa me reencontr¨¦ con mis dos mejores amigos de la universidad, ?lvaro y Juan Carlos. Con ellos empec¨¦ mi vida universitaria en Madrid: cinco a?os de Periodismo, Pol¨ªticas, charlas, pel¨ªculas, libros, cervezas, fiestas, viajes, desamores y aventuras, muchas aventuras. Durante aquellos a?os nos quer¨ªamos comer el mundo. ?ramos un poco como Dennis Hopper y Peter Fonda en Easy Rider, con esa arrogancia que te dan los dieciocho. Nos recuerdo perdidos por Marruecos con apenas unos euros en los bolsillos, sin tener d¨®nde dormir algunas noches, pero felices. Felices, y, sobre todo, muy libres. All¨¢ est¨¢bamos, como en la canci¨®n de Easy Rider, ¡°buscando la aventura y lo que se cruce por el camino¡±.
El caso es que, hace poco, nos reencontramos a nuestros veinticinco, y m¨¢s que en Easy Rider cabalgando a lomos de nuestras Harley parec¨ªamos Daniel Blake, el tipo que se enfrenta en la pel¨ªcula hom¨®nima de Ken Loach a la burocracia del Estado brit¨¢nico. Es la ¨²nica forma que tiene de preservar las dos cosas que le quedan: su dignidad y su integridad como persona. Juan Carlos est¨¢ opositando y ser¨¢ un gran profesor. ?lvaro, en cambio, anda como yo, decepcionado con la falta de oportunidades laborales que tenemos, gan¨¢ndose la vida en Barcelona.
Hablando con ?lvaro el otro d¨ªa llegamos a la conclusi¨®n de que en este pa¨ªs los j¨®venes tenemos dos opciones: opositar o resignarnos a la precariedad. A veces me levanto, y todo parece complicado. Siento que las cosas no van a salir. Pero me viene a la cabeza aquella frase de Zatu (SFDK), que dice que ¡°no hay otra que echarle ovarios y pelotas, atarse fuerte las botas y patrullar la ciudad¡±. Y es que no aspiramos a comprarnos un Bugatti, pero entiendan que tampoco queremos compartir piso hasta los cuarenta por dedicarnos a lo que nos gusta. Quiero volver a mi tierra, labrar mi carrera y cultivar el futuro de los que vienen detr¨¢s. Y, como dijo Daniel Blake, ¡°eligieron mal si pensaron que me iba a rendir¡±.
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