Amor al arte
Cuando uno intenta hacerse un nombre en cualquier oficio en que convierte en p¨²blicas algunas facetas de su vida es muy dif¨ªcil decir ¡°no¡±
Arte y pasi¨®n han estado presentes en nuestra tierra y en mi familia desde el principio de los tiempos. Mi abuela Maruja siempre me hablaba sobre mi abuelo Alfredo, a quien no llegu¨¦ a conocer. Sus pasiones incipientes le manten¨ªan ocupado, y andaba siempre tramando nuevos planes, pidiendo a sus nietos que le prestaran algunos de sus libros o investigando sobre la agricultura que tantos disgustos le dio. Luego est¨¢ mi bisabuelo, bombardino autodidacta, que decidi¨® componer con sus pocos conocimientos un pasodoble torero titulado Amor al arte. Mi madre, pese a que a mi abuela no le hiciera mucha gracia por aquel entonces, se hizo maestra y mi t¨ªa, enfermera, y ambas convirtieron en profesiones sus pasiones. Yo, que me matricul¨¦ con apenas seis a?itos en la escuela de m¨²sica Maestro Ventura de Enguera, quer¨ªa ser percusionista, pero como vieron que la psicomotricidad no era lo m¨ªo, acab¨¦ tocando el bombardino, como mi bisabuelo.
Luego me vino una extra?a e inefable pasi¨®n por la comunicaci¨®n y la escritura. Con apenas 14 a?os cre¨¦ mi primer blog en Internet para denunciar las injusticias que me rodeaban (?ay, bendita inocencia!). Al poco, decid¨ª que quer¨ªa estudiar Periodismo. Mi madre, al igual que su madre cuando ella era joven, no terminaba de estar convencida, y me invit¨® a que estudiara un doble grado: ¡°Periodismo con Pol¨ªticas, que te gustan mucho y sola tiene muy pocas salidas¡±, me dijo. Y all¨ª que me fui a Madrid con mis 18 reci¨¦n cumplidos, una maleta y una bolsa inmensa llena de pastelitos de boniato que me hab¨ªa preparado mi abuela. A los pocos meses, comenc¨¦ a colaborar con una revista de Barcelona, la revista Mirall. Y su director, Joan Sol¨¦, me propuso crear una delegaci¨®n en Valencia. Aquella fue mi casa virtual y mi verdadera escuela durante m¨¢s de cinco a?os.
Pasaron los a?os, y comenc¨¦ a escribir y colaborar con otros medios. Incluso tuve la oportunidad de dar una charla TEDx en la Universitat de Val¨¨ncia. Y pens¨¦ que todo escaparate era una oportunidad para hacer curr¨ªculum y cosechar un futuro mejor. Aceptaba pr¨¢cticamente todo: que menospreciaran mi trabajo, que me pagasen mal y tarde o, directamente, que no me pagasen (en aquellos casos en los que no te pagan en nombre de una causa o de una cierta afinidad ideol¨®gica se llama ¡°colaboraci¨®n¡±). Y es que, claro, cuando uno intenta hacerse un nombre en el periodismo o en cualquier oficio en que convierte en p¨²blicas algunas facetas de su vida es muy dif¨ªcil decir ¡°no¡±. Porque siempre le suele seguir un ¡°y si¡±. ?Y si ya no llaman m¨¢s? ?Y si me cierro puertas? ?Y si no encuentro otra cosa mejor? Y, al final, acabas tragando mierda y pregunt¨¢ndote por qu¨¦ est¨¢s agobiado sin parar de trabajar un domingo a las dos de la ma?ana.
Pero todo cambi¨® un d¨ªa (supongo que esto llega de manera natural), cuando decid¨ª que ya no estaba dispuesto a tragar m¨¢s; hab¨ªa llegado el momento de valorar mi trabajo y mi dedicaci¨®n. Jorge Drexler tiene una canci¨®n que se llama Amor al arte, igual que el pasodoble torero de mi bisabuelo. Lo que es la vida, ?eh? Desde aquel concierto en el WiZink de Madrid, las palabras llenas de sabidur¨ªa de Drexler resuenan una y otra vez en mi cabeza: ¡°Cobra lo que tengas que cobrar pero hazlo por amor al arte¡±. Que nunca m¨¢s nadie nos obligue a normalizar aquello que no es normal, aunque nos hayan hecho pensar lo contrario. Puestos a elegir, mur¨¢monos de amor, de amor al arte.
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