Sara Dowling, la cantante de jazz de ra¨ªces palestinas que brilla en Valencia tras triunfar en Londres: ¡°Vivo entre dos mundos¡±
La artista brit¨¢nica, mejor vocalista de Reino Unido en 2019, se abre paso en la escena musical de Espa?a, donde ha fijado su residencia
Su voz, su m¨²sica, su manera de cantar y conectar con el p¨²blico le valieron en 2019 el premio a la mejor vocalista de jazz del Reino Unido. Sara Dowling cont¨® con el voto del p¨²blico y tambi¨¦n con el apoyo de cr¨ªticos y m¨²sicos que destacaban su naturalidad y sus cualidades vocales. Un caso singular porque llevaba tan solo unos a?os aprendiendo a cantar por su cuenta. Su estricta formaci¨®n musical en el conservatorio la llevaba a ser concertista de violonchelo. Una noche, sin embargo, se atrevi¨® a cantar All of me, en versi¨®n de Billie Holiday, en una jam-session y dej¨® a la concurrencia at¨®nita. El organizador la empuj¨® a seguir por ese camino que ya no abandon¨®.
Ahora, la cantante, de 42 a?os, est¨¢ mostrando su arrollador registro vocal y dominio esc¨¦nico en Espa?a, en especial, en la Comunidad Valenciana, donde se traslad¨® a vivir hace casi dos a?os. ¡°Aqu¨ª me siento como en casa. La gente me ha recibido con los brazos abiertos. En Londres, mi marido y yo est¨¢bamos un poco deprimidos, sobre todo en la pandemia. Adem¨¢s, la escena del jazz es muy inestable. Quer¨ªamos vivir en el Mediterr¨¢neo, el mar de la tierra de mi madre, y mucho m¨¢s despu¨¦s del Brexit¡±, explica. Su marido es el contrabajista de jazz italiano Dario Di Lecce y su madre procede de Palestina, la tierra a la que dedica sus ¨²ltimos conciertos y el dinero de la venta de sus discos.
Sara Dowling es brit¨¢nica, pero naci¨® en Masqat, capital de Om¨¢n. Su infancia transcurri¨® en Amm¨¢n (Jordania) hasta que se fue a estudiar a Inglaterra. Creci¨® escuchando el jazz, la ¨®pera y la m¨²sica sinf¨®nica que pon¨ªa su padre, junto a las canciones ¨¢rabes de grandes int¨¦rpretes como Fairuz y Umm Kulthum que le gustaban a su madre. Siempre ha vivido ¡°entre dos mundos¡±, sostiene, mientras duda en si a?adir el adverbio ¡°desafortunada o afortunadamente¡± hasta que se inclina por el segundo, sonriendo. ¡°Mi padre era un piloto de aviaci¨®n comercial de Londres orgulloso de sus ra¨ªces irlandesas, y mi madre era de Jerusal¨¦n¡±, indica la cantante, en la casa del Ensanche de Valencia de una de sus alumnas de chelo, la ingeniera de Sri Lanka Shyamala Duraisingam, aficionada que organiza conciertos de jazz. El pr¨®ximo tendr¨¢ lugar en Valencia este mi¨¦rcoles.
En la escuela de monjas donde estudi¨® hab¨ªa un chelo ¡°recogiendo polvo en un armario¡±. ¡°Prueba a ver¡¯, me propusieron las monjas. Eran tolerantes, porque yo crec¨ª en la religi¨®n musulmana¡±, comenta en un castellano que empieza a dominar y mezcla con el ingl¨¦s. La ni?a ten¨ªa talento. Una profesora de m¨²sica insisti¨® a sus padres para que hicieran un esfuerzo y la internaran a una escuela musical en Manchester. Fue muy duro, lejos de su familia que viv¨ªa en el Sur de Inglaterra a la que solo ve¨ªa ¡°solo tres veces al a?o¡±, recuerda.
Acab¨® sus estudios de m¨²sica. Lleg¨® a tocar con el gran violonchelista Yo-yo Ma. Pero tuvo una mala experiencia con una profesora y renunci¨® al chelo. Mientras tanto, hab¨ªa aprendido, tambi¨¦n por su cuenta, la lengua materna y se hab¨ªa acercado m¨¢s a la cultura y a los estudiantes ¨¢rabes universitarios de Manchester. Not¨® c¨®mo despu¨¦s de los ataques terroristas del 11-S en EE UU, sus amigos brit¨¢nicos la ¡°empezaron a rechazar¡±. ¡°Lo hac¨ªan sin palabras, sin explicaciones, sin decir nada, una forma muy brit¨¢nica de rechazo¡±, apunta.
Obsesi¨®n por el jazz
Tras ejercer de profesora de m¨²sica en una zona minera del norte se volc¨® en el jazz. ¡°Me aprend¨ª todas las canciones de los discos de Sarah Vaughan, de Ella Fitzgerald, de las grandes; los arreglos, la armon¨ªa, las composiciones. Escuch¨¦ todos los discos importantes. Era una mujer obsesa. Se puede aprender as¨ª. Solo hay que abrir las orejas¡±, afirma sin dejar de sonre¨ªr.
Sit¨²a a dos cantantes por encima del resto: a la rompedora Betty Carter y a Sarah Vaughan por ¡°su t¨¦cnica de canto perfecta¡±. Le gustan los m¨²sicos que hacen evolucionar el jazz como John Coltrane, rechaza la comercialidad y recurre a una cita de Gustav Mahler para expresar su ideario art¨ªstico y musical: ¡°La tradici¨®n no es la adoraci¨®n de las cenizas, sino la transmisi¨®n del fuego¡±.
Por un m¨²sico amigo lleg¨® a Castell¨®n y luego se instal¨® en Chiva, a unos 25 kil¨®metros de Valencia, una ciudad con una notable tradici¨®n de m¨²sicos de jazz, y un espacio m¨ªtico para escucharlo que se mantiene vivo a trav¨¦s del tiempo, el Jimmy Glass Jazz Bar. Actu¨® en los festivales de jazz de San Javier y San Sebasti¨¢n. Ahora imparte un taller de canto en la escuela de Sedajazz y act¨²a en formaciones como el cuarteto que este mi¨¦rcoles repite en Mar d¡¯Amura en el barrio de El Cabanyal de Valencia (a las 20 horas), tras el ¨¦xito del pasado mes. Al piano, su ¡°hermano¡±, como llama al m¨²sico Albert Sanz, un virtuoso del instrumento que ¡°toca de muchas maneras y muchos tipos de m¨²sica¡±, apostilla. ¡°Me est¨¢ animando ahora a tocar de nuevo el chelo y a cantar al mismo tiempo. Ya hemos grabado varias canciones¡±, agrega. Al contrabajo, su marido, y a la bater¨ªa, Tico Porcar.
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