Muros con olor a ajo
Cada vez que se critica a Vox por su negacionismo clim¨¢tico, de la violencia de g¨¦nero o su af¨¢n censor, emerge el dichoso ¡°ellos tambi¨¦n lo hicieron¡±
La gran mayor¨ªa de nuestra derecha intelectual ha normalizado ya los pactos con Vox. Esta vertiginosa naturalizaci¨®n quiz¨¢s tenga que ver con que, en el fondo, comparten un mundo com¨²n relacionado con esa ¡°correcci¨®n patri¨®tica¡± de la que habla Robert Hughes en La cultura de la queja, una suerte de reacci¨®n a la ¡°correcci¨®n pol¨ªtica¡± que les identificar¨ªa como parte de una misma tribu. La otra causa ser¨ªa el desplazamiento populista de la pol¨ªtica al plano moral, donde se demoniza a un adversario com¨²n impidiendo que haya una verdadera rendici¨®n de cuentas. El ejemplo paradigm¨¢tico de esta moralizaci¨®n estar¨ªa en la noci¨®n ¡°sanchismo¡±: al compartir la reacci¨®n antisanchista, PP y Vox levantan un muro que los homogeniza.
El marco para entender c¨®mo funciona esa naturalizaci¨®n es la equidistancia: cada vez que se critica a Vox por su negacionismo clim¨¢tico, de la violencia de g¨¦nero o su af¨¢n censor, emerge el dichoso ¡°ellos tambi¨¦n lo hicieron¡±. Se formula con ¨¢nimo exculpatorio y es la forma de decidir selectivamente lo que pretendemos banalizar. ?Recuerdan las palabras de la periodista Masha Gessen tras el asalto al Capitolio? Fue quien expuso la idea del ¡°privilegio de no ser tomado en serio¡±, sorprendida por la diferente vara de medir utilizada frente a la turba de matones que destrozaban el Capitolio y la contundente respuesta policial dada ante las protestas del Black Lives Matter. Mientras a estas se las defin¨ªa como totalitarismo woke, protesta identitaria o izquierda caviar, los excesos de quienes asaltaron la instituci¨®n clave de la democracia norteamericana, la violencia asesina de los supremacistas blancos o sus paranoias racistas no logran inspirar una compilaci¨®n po¨¦tica de contundencia similar. Una parte de la derecha incluso se atreve a exculpar esa insurrecci¨®n.
Mientras Zemmour, como advierte Le Monde, habla de una ¡°guerra ¨¦tnica o racial¡± tras las violentas protestas por la muerte de Nahel, la derecha republicana, en lugar de emular la pol¨ªtica de apaciguamiento de Chirac tras los disturbios de 2005, ha entrado de cabeza en un festival delirante de declaraciones que, hasta hace poco, s¨®lo alimentaba la extrema derecha. Aqu¨ª, nuestros ultras han utilizado los disturbios para atacar, con id¨¦ntica ret¨®rica racista, a la comunidad musulmana: ¡°Europa est¨¢ amenazada por turbas de antieuropeos¡±, dijo Abascal. Lo peor no es la equidistancia exculpatoria, es que se produzca esa simbiosis. Hay quien defiende que la cancelaci¨®n del Orlando de Virginia Woolf por un Ayuntamiento del PP y Vox es lo mismo que la supuesta ¡°clerec¨ªa izquierdista¡± que, al parecer, propaga una atm¨®sfera de intimidaci¨®n moralizante igualmente censora, e incluso se relacionan con argumentario chusquero las corridas de toros con el ataque homicida a la revista sat¨ªrica Charlie Hebdo. Como escrib¨ªa Arundhati Roy, la moralizaci¨®n de la cultura de la cancelaci¨®n, a la que se han rendido muchos de los que se consideran de izquierdas, es el alimento de la extrema derecha. Es algo que deber¨ªan saber bien quienes se dicen liberales, en lugar de disolverse, desde su equidistancia, en ese rancio olor a ajo de Vox que tan bien ha descrito Manuel Vicent.
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