De ¡®tardeo¡¯ con un rey, un fara¨®n y cuatro diosas
Ah¨ª est¨¢, m¨ªrala, la Puerta de Alcal¨¢, viendo pasar el tiempo y las vidas de ricos y pobres cruz¨¢ndose sin rozarse
Son las ocho de la tarde, la hora punta del afterwork y del tardeo, e Iriana, una guap¨ªsima empresaria hostelera venezolana residente en Marbella, irrumpe en la plaza de la Independencia de Madrid torciendo cuellos a su paso con su cort¨ªsimo traje pantal¨®n claro, sus alt¨ªsimas botas oscuras y su rubio melen¨®n afrolatino bailando a su ritmo. Viene a Madrid por primera vez desde la pandemia para ver a sus amigas de la infancia, Yuliana, Velissa y Gabriela. Otras tres bellezas naturales caraque?as, perfeccionadas por la medicina est¨¦tica y exiliadas como ella en Espa?a, que la esper...
Son las ocho de la tarde, la hora punta del afterwork y del tardeo, e Iriana, una guap¨ªsima empresaria hostelera venezolana residente en Marbella, irrumpe en la plaza de la Independencia de Madrid torciendo cuellos a su paso con su cort¨ªsimo traje pantal¨®n claro, sus alt¨ªsimas botas oscuras y su rubio melen¨®n afrolatino bailando a su ritmo. Viene a Madrid por primera vez desde la pandemia para ver a sus amigas de la infancia, Yuliana, Velissa y Gabriela. Otras tres bellezas naturales caraque?as, perfeccionadas por la medicina est¨¦tica y exiliadas como ella en Espa?a, que la esperan para inmortalizar el encuentro con su iPhone 12 a la sombra de la Puerta de Alcal¨¢ que mand¨® erigir Carlos III. Chillan, saltan, r¨ªen, se matan a besos y a selfis como si fuera fiesta, aunque es martes y amenaza tormenta, y se sientan a rajar por los codos en Capuccino, quiz¨¢ la menos elitista de las pij¨ªsimas terrazas de la glorieta, con el patio de Rams¨¦s ¡ªel local, no el fara¨®n egipcio¡ª, a la cabeza. Alrededor, se cruzan sin rozarse las vidas de ricos, pobres, pr¨ªncipes del estilo, mendigos a secas y repartidores de caprichos sobre ruedas, mientras el bus 28 de la EMT hace escala t¨¦cnica para que el ch¨®fer orine antes de embarcar el pasaje a Canillejas. El todo Madrid en una rotonda. La isleta de las desigualdades.
Hay que tener mucho aplomo y un optimismo a prueba de encuestas para ser publicista de M¨¢s Madrid y plantar los carteles de tu candidata, M¨®nica Garc¨ªa, en las farolas de lo m¨¢s exclusivo de la exclusiva calle de Serrano: de la plaza de Col¨®n a la de la Independencia. Pero ah¨ª est¨¢, la do?a, inasible al des¨¢nimo, pidiendo el voto de izquierdas en el feudo de Ayuso y Monasterio. Para no ser menos, hoy yo tambi¨¦n voy de se?ora y he subido a la capital en coche siguiendo la recta de 30 kil¨®metros que une la Puerta de Madrid de Alcal¨¢ de Henares con la Puerta de Alcal¨¢ de Madrid municipio. Dos monumentos mellizos, que no gemelos, que solo se llevan diez a?os de antig¨¹edad, aunque est¨¦n a a?os luz en empaque. Tanto en paisaje como en paisanaje.
Esta primavera loca en la que conviven abrigos de lana y shorts como los de Iriana, se llevan los guardapolvos largos con deportivas, y no son pocas las pijas nativas que los lucen en este su h¨¢bitat con ese aura de llevar generaciones sin tener que hincharse de hidratos para llenar el buche ni mirar el precio de las etiquetas para ver si pueden pagarlo. Aqu¨ª, los bolsos de Bimba y Lola son de Bimba y Lola, y los de Loewe, de Loewe. Los retoques est¨¦ticos de dos de cada tres de ellas ya es m¨¢s dudoso si son de Dorsia o del doctor Monereo. Pero queda feo preguntarles.
En medio de la acera, viendo pasar el tiempo, como la Puerta, lleva Carmen Ar¨ªstegui 40 a?os uno detr¨¢s de otro despachando paquetes de Marlboro y Fortuna en el estanco de la plaza: una concesi¨®n del r¨¦gimen franquista a la abuela de su marido, viuda de guerra del bando ganador, claro. Ar¨ªstegui, y la plaza, han vivido tiempos mejores, dice. Su facturaci¨®n ha ca¨ªdo un 60% desde que la pandemia terminara de reconvertir este barrio bien ¡°de toda la vida¡± en un entorno gentrificado plagado de hoteles de lujo, s¨ª, pero sin casi turistas, con mucho oficinista de nivelazo todav¨ªa teletrabajando en sus casoplones y un constante trasiego de runners con o sin perro rumbo o de vuelta al Retiro, que lo ¨²ltimo que compran es tabaco. Aun as¨ª, Carmen no cambia su emplazamiento ,¡°el sitio m¨¢s bonito de Madrid¡±, donde ha visto ¡°de todo, incluida Madonna corriendo rodeada de guardaespaldas como roperos¡±, por nada del mundo.
En Capuccino, sigue el alegre aquelarre de las cuatro divinades venezolanas. Son las cuatro mujeres acomodadas, aunque no tanto como otros compatriotas y vecinos mexicanos que han comprado a precio de uranio los pisos m¨¢s caros del barrio, y de Madrid, y puede que de Espa?a. Tres viven por aqu¨ª, y otra en Valdebebas. Velissa, organizadora de eventos casada con un espa?ol, ya tiene la nacionalidad y no ve el momento de ejercer el sufragio el 4 de mayo. ¡°Mi voto es de Ayuso, ponlo bien grande, mami¡±, me pide, simpatiqu¨ªsima. ?Por qu¨¦?, le pregunto, como si hiciera falta animarla. ¡°Porque tiene dos cojones y sabe lo que hay que hacer sin complejos¡±, responde. Sus amigas asienten. Incluida Gabriela, la ¨²nica morena natural de pelo del grupo, que a¨²n no puede votar, porque acaba de aprobar el ex¨¢men para obtener la nacionalidad espa?ola y no tiene listo el papeleo. E Iriana, que no puede votar en Madrid, pero que es Ayuser ac¨¦rriima ¡°por haber salvado la hosteler¨ªa¡± mientras ella, ¡°casi tiene que cerrar¡± su local en Marbella por las restricciones del d¨ªscolo Moreno Bonilla. El debate pol¨ªtico est¨¢ caliente, pero, en estas, se desata el diluvio y piden la cuenta. Han tomado caf¨¦ e infusiones, pero la lista de precios es variada: 3,50 la ca?a, 4,80 un t¨¦ verde ¡ªdebe de ser del propio Sri Lanka¡ª y 18 un gintonic premium. Del Rams¨¦s, ni hablamos. Ya dijo la candidata Ayuso que lo m¨¢s bonito de Madrid es que los ricos y los pobres se juntan en los bares. Puede, pero no en los mismos.
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