Unas elecciones singulares y alejadas del ruido nacional
Euskadi vive una normalidad, desconocida durante d¨¦cadas, que contrasta con el crispado debate pol¨ªtico
Mario Onaindia, intelectual y dirigente del PSE-EE, poco antes de fallecer hace 20 a?os, previ¨® en su Gu¨ªa para orientarse en el laberinto vasco que la Euskadi normalizada del posterrorismo, con la izquierda abertzale incorporada a las instituciones, ser¨ªa m¨¢s nacionalista y de izquierdas. Esta previsi¨®n alcanza su c¨¦nit en estas elecciones vascas en las que su primera singularidad es la disputa por el poder de igual a igual entre PNV y EH-Bildu, acompa?ada de una renovaci¨®n generacional. Su segunda singularidad afecta al contenido del debate en el que primar¨¢ la preocupaci¨®n por los problemas socioecon¨®micos sobre los identitarios del pasado, acentuado con los ¨ªndices de la reivindicaci¨®n independentista bajo m¨ªnimos. Y de una tercera en la que la gobernabilidad depender¨¢, previsiblemente, de un partido no nacionalista, el PSE-EE.
Ya son historia las elecciones auton¨®micas vascas marcadas por el terrorismo y la confrontaci¨®n territorial. Euskadi vive una normalidad, desconocida durante d¨¦cadas, que contrasta con el crispado debate nacional ¡ªcon el protagonismo de la corrupci¨®n y la amnist¨ªa¡ª cuyo agravamiento beneficiar¨ªa a¨²n m¨¢s a las opciones nacionalistas vascas que, adem¨¢s, juegan en territorio propicio en los comicios auton¨®micos.
Estas elecciones revelan como ninguna precedente que una nueva generaci¨®n irrumpe en la pol¨ªtica vasca con nuevas prioridades que se traducen en la decadencia del PNV y la emergencia de EH-Bildu. Al PNV, pese a aciertos hist¨®ricos durante el inmediato posterrorismo, le pasan factura el desgaste de sus d¨¦cadas de ejercicio del poder y las dudas que genera en las nuevas clases medias vascas su capacidad para afrontar las incertidumbres del futuro inauguradas con la pandemia. La crisis de la sanidad p¨²blica vasca es el s¨ªmbolo m¨¢s claro de esa decadencia. No obstante, existe una importante bolsa de indecisos, que concuerda en buena parte con la desmovilizaci¨®n del electorado peneuvista, y, al calor de la campa?a, podr¨ªa atenuar su decadencia.
Una pieza clave en esta tesitura ser¨¢ el PSE-EE por su previsible papel de bisagra, como tercera fuerza, que garantizar¨¢, si suma mayor¨ªa con el PNV, la estabilidad del Gobierno vasco. Adem¨¢s de garantizar una pluralidad aceptada mayoritariamente por la sociedad vasca, ya ha adelantado su pretensi¨®n de que EH-Bildu siga en la oposici¨®n mientras su n¨²cleo duro, Sortu, no reconozca la gravedad de su pasada complicidad con el terrorismo etarra. El PSE-EE, como el PNV, abogan por la plena participaci¨®n parlamentaria de EH-Bildu, pero consideran que para que pueda participar en el liderazgo de un pa¨ªs, como es gobernar, Sortu necesita saldar cuentas con el pasado.
La fuerza emergente, EH-Bildu, tiene asimilada esa situaci¨®n y no es previsible que arrastre consecuencias en su apoyo parlamentario al Gobierno de Pedro S¨¢nchez. Igual que sucedi¨® a su referente, el Sinn F¨¦in, no tiene prisa en gobernar. Necesita tiempo para culminar su evoluci¨®n, que empez¨® con el rechazo en sus nuevos estatutos al terrorismo y ha continuado con un pausado acercamiento a sus v¨ªctimas y una colaboraci¨®n institucional. Ha capitalizado el voto joven y de un sector de las clases medias vascas que han asumido su evoluci¨®n, le han perdido el miedo y est¨¢n inquietas ante las incertidumbres del futuro global.
En clave pol¨ªtica, EH Bildu ha absorbido el voto de Podemos, que gan¨® las elecciones generales de 2015 y 2016 en Euskadi y hoy est¨¢ en bancarrota. Le ha ayudado su s¨®lida implantaci¨®n territorial, vinculada a su capacidad de concentrar todo el nacionalismo situado a la izquierda del PNV.
EH-Bildu tard¨® en comprender que Euskadi hab¨ªa cambiado. Hacia 2015 trat¨® de importar a Euskadi el proc¨¦s catal¨¢n. Pero cuando comprendi¨® que la Euskadi del posterrorismo desechaba la confrontaci¨®n territorial y optaba por priorizar los problemas m¨¢s cercanos a la gente, supo adaptarse y visibiliz¨® su proceso de institucionalizaci¨®n. Su representaci¨®n en las Cortes ha hecho realidad el Pacto de Ajuria Enea de 1988, asumido por todos los partidos democr¨¢ticos, que promov¨ªa la desaparici¨®n del terrorismo y su sustituci¨®n por una izquierda independentista que defendiera sus ideas democr¨¢ticamente.
Paralelamente, mientras la generalidad de los partidos vascos, incluido EH-Bildu, colaboraban con el Gobierno en momentos cr¨ªticos como la pandemia y la crisis, un PP radicalizado, en su pol¨ªtica de tierra quemada y brocha gorda, y de la mano de Vox, perd¨ªa credibilidad ante amplios sectores de la sociedad vasca. Mientras PSE-EE y PNV exigen a EH-Bildu que culmine su evoluci¨®n positiva con una autocr¨ªtica del pasado, el PP a¨²n identifica a EH-Bildu con ETA. Decirlo hoy en una sociedad que padeci¨® el terrorismo etarra y el acoso de su brazo pol¨ªtico, 12 a?os despu¨¦s de su desaparici¨®n, sit¨²a al PP en la marginalidad. M¨¢s a¨²n cuando el motivo es su utilizaci¨®n electoral en el resto de Espa?a, lo que termina beneficiando a EH-Bildu. Si el PP vasco incide en la pol¨ªtica de tierra quemada, dif¨ªcilmente saldr¨¢ del agujero electoral en una comunidad que respalda mayoritariamente la amnist¨ªa y desde?a la sobreactuaci¨®n, seg¨²n coinciden las encuestas. Si la izquierda abertzale tiene pendiente una deuda con las v¨ªctimas de ETA, el PP, de la mano de Vox, la tiene con las v¨ªctimas del franquismo.
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