Las amenazadas monta?as gallegas que custodian una ¡°ciudad¡± de la guerrilla y una mina nazi
El pueblo de Casaio lucha contra la amnesia y los destrozos de las canteras de pizarra: pide proteger, antes de que desaparezcan, el fil¨®n de wolframio de los alemanes y una sociedad organizada de maquis llamada Ciudad de la Selva
Francisco Fern¨¢ndez frena en seco el curtido jeep color crema y emite un triste gemido. ¡°?Robaron la fecha!¡±, clama indignado este vecino de Casaio (Carballeda de Valdeorras, Ourense) se?alando a lo alto de una fuente en ruinas. ¡°Pon¨ªa 1944 en n¨²meros romanos¡±, explica mientras rebusca en la maleza que engulle el surtidor expoliado. ¡°Tuvieron que llev¨¢rselo estos d¨ªas¡±. Aquel r¨®tulo era importante para todos: daba fe de un momento hist¨®rico en el que ese enclave de la Serra do Eixe ¡ªla cadena...
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Francisco Fern¨¢ndez frena en seco el curtido jeep color crema y emite un triste gemido. ¡°?Robaron la fecha!¡±, clama indignado este vecino de Casaio (Carballeda de Valdeorras, Ourense) se?alando a lo alto de una fuente en ruinas. ¡°Pon¨ªa 1944 en n¨²meros romanos¡±, explica mientras rebusca en la maleza que engulle el surtidor expoliado. ¡°Tuvieron que llev¨¢rselo estos d¨ªas¡±. Aquel r¨®tulo era importante para todos: daba fe de un momento hist¨®rico en el que ese enclave de la Serra do Eixe ¡ªla cadena de monta?as m¨¢s altas de Galicia¡ª estaba, en una curiosa coincidencia de nombres, bajo control de una de las potencias del Eje, la industria armament¨ªstica nazi. La fuente es la primera huella de urbanismo al final de una dif¨ªcil pista de tierra trazada por los alemanes durante la II Guerra Mundial.
Justo despu¨¦s, empiezan a surgir las ruinas del cuartel de la Guardia Civil, los edificios administrativos de la mina de wolframio de Valborraz, los lavaderos de mineral en los que trabajaban las mujeres, las cocinas, el polvor¨ªn, la distante casa del ingeniero que parec¨ªa no querer mezclar la vida y el trabajo. Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n es el destacamento penal, donde dorm¨ªan los 463 presos republicanos que el franquismo envi¨® para reforzar la mano de obra contratada por los alemanes. Y a los pies de la direcci¨®n y de las ventanillas donde se pagaban los jornales, cerca ya del arroyo que dio su nombre a la mina, se mantienen medio en pie las paredes de lo que los mayores de Casaio siguen llamando ¡°el barrio chino¡±.
Aqu¨ª, a este escenario surgido de la nada cuando estall¨® la fiebre del ¡°oro negro¡± ¡ªel wolframio o tunsgteno que codiciaban los nazis para reforzar su armamento¡ª lleg¨® la electricidad, que produc¨ªan con tres presas en el r¨ªo, mucho antes que a los dem¨¢s pueblos de la zona. Era una localidad completa, con cantina, panader¨ªa, granja de cerdos, reba?os de cabras, baile dominical, iglesia y cura, adem¨¢s de una escuela para una creciente poblaci¨®n infantil, los hijos de las familias mineras.
La explotaci¨®n donde luc¨ªan los retratos de Hitler y Franco, con m¨¢s de 30 bocaminas y nueve pisos de galer¨ªas que dejaron huera la monta?a, estuvo controlada por los nazis, a trav¨¦s del conglomerado empresarial Sofindus, hasta su derrota en 1945. Despu¨¦s cambi¨® de manos, pero la dictadura franquista, explica la historiadora experta en sociedades mineras Laura Mart¨ªnez Panizo, acogi¨® de nuevo en los mismos puestos a algunos de los t¨¦cnicos alemanes que hab¨ªan servido al Tercer Reich. El abandono de Valborraz lleg¨® definitivamente en 1963, tras vivir otro auge durante la Guerra de Corea (1950-53).
Aunque, enseguida, el imponente paisaje de Carballeda de Valdeorras, donde Galicia se confunde en las cumbres con Le¨®n y Zamora, fue v¨ªctima de otra fiebre de color negro profundo, la de la pizarra, que ha alterado brutalmente la zona y amenaza con borrar del mapa yacimientos a¨²n sin catalogar. Y las canteras acabaron acorralando no solo el viejo poblado del wolframio, sino ¨¢reas supuestamente blindadas por la Red Natura. En 2010, todo el mundo se volvi¨® a acordar de la mina de los nazis porque la lengua de escombros de la pizarrera Manada Vieja se desplom¨® ladera abajo devorando a su paso varias edificaciones y la plaza central de Valborraz. El desastre despert¨® en la vecindad de Casaio la conciencia colectiva de que hab¨ªa que proteger las ruinas para que no acabasen desapareciendo.
Ante la pasividad pol¨ªtica, fue la propia comunidad de los montes vecinales, titular de los terrenos, la que dio el paso al frente. Desde 2017 respalda el proyecto de investigaci¨®n Sputnik Labrego, imbricado en el Incipit (Instituto de Ciencias del Patrimonio, CSIC) y asesorado por una respetada instituci¨®n: el Consello da Cultura Galega. Hoy el colectivo Sputnik ultima los informes para solicitar a la Xunta, antes de que acabe el a?o, la declaraci¨®n de Bien de Inter¨¦s Cultural de este territorio como paisaje de la memoria.
Mineral de contrabando para los Aliados
Porque adem¨¢s ocurri¨® que alrededor, durante las investigaciones de un equipo que dirige el historiador Carlos Tejerizo, se revelaron otras realidades silenciadas de una dimensi¨®n incalculable. En los montes que envuelven Casaio no solo aparecieron pinturas rupestres desconocidas (Pala de Cabras, siete milenios de antig¨¹edad) sino toda una industria minera paralela y clandestina: el estraperlo del wolframio estimulado por los Aliados, que lo pagaban mucho m¨¢s caro con el ¨²nico fin de impedir que el material zarpase del puerto de Vigo rumbo a Alemania. ¡°Se suele bromear con que la r¨ªa viguesa es el mayor fil¨®n del planeta¡±, comenta Tejerizo, ¡°por todo el mineral que acab¨® siendo arrojado al mar para evitar que llegase a los nazis¡±. En las notas manuscritas de las 38 entrevistas realizadas a vecinos que fueron testigos de aquellos acontecimientos, Mart¨ªnez Panizo recoge las confidencias de algunas mujeres que hurtaban wolframio y lo bajaban escondido en la ropa interior. Tambi¨¦n el relato de varias personas que se?alan a algunos guardias civiles como aventajados contrabandistas.
Pero sobre todo, durante la investigaci¨®n, emergi¨® de la nada otro universo fantasma contempor¨¢neo de la mina: una sociedad de campamentos de la guerrilla antifranquista en el noroeste conocida como Ciudad de la Selva. Sputnik Labrego persegu¨ªa ese espectro que solo aparec¨ªa en algunos documentos hist¨®ricos hac¨ªa tiempo, pero no exist¨ªa ning¨²n mapa del tesoro para encontrarlo. En los ¨²ltimos a?os, el equipo ha hallado ya 22 asentamientos, formados por diversos ¡°chozos¡± de esquisto y cuarcita construidos en los lugares m¨¢s ocultos. Eran el polo opuesto de la llamada Ciudad de los Alemanes, Valborraz, dentro del mismo territorio. Y en algunas incursiones los maquis ayudaron a fugarse de la mina a varios presos pol¨ªticos.
Algunos de estos refugios de la guerrilla se edificaron en un paisaje excepcional, el Teixadal de Casaio, uno de los pocos bosques naturales de tejos de Europa. Sus pobladores estaban asociados a la Federaci¨®n de Guerrillas de Le¨®n-Galicia, y seg¨²n Tejerizo integraban una de las estructuras m¨¢s organizadas de la resistencia a Franco. Inca, Bailar¨ªn, Piloto o Gafas, que era el jefe de su Estado Mayor: todos estos alias se mueven a¨²n hoy, en la memoria de las familias de la zona, por la frontera entre la realidad y la leyenda.
El vecino Ferm¨ªn ?lvarez era un pastor de 10 a?os cuando se top¨® por primera vez con aquellos hombres casi mitol¨®gicos que viv¨ªan en los lugares m¨¢s rec¨®nditos de los bosques. Un d¨ªa, cuando lo fueron a entrevistar a casa los investigadores, acab¨® mostr¨¢ndoles la m¨¢quina de escribir Orga que le confiaron y que posiblemente usaban para elaborar su publicaci¨®n peri¨®dica: El Guerrillero.
En un art¨ªculo difundido en Cuadernos de Arqueolog¨ªa Militar, los miembros de Sputnik recogen el relato de otro ni?o pastor, Alfredo Real, que recordaba c¨®mo dos mujeres de uno de los campamentos lo invitaron un d¨ªa a desayunar con los escapados. Con el tiempo, presenci¨® peque?as fiestas con m¨²sica y partidas de petanca, e incluso hizo negocios con los maquis: si les llevaba maderas para construir chozos le daban al chico cinco pesetas. Los peque?os de Casaio aprendieron a callar: si les preguntaba la Guardia Civil, negaban haber visto a nadie.
Guiados por estos antiguos pastores, los historiadores y arque¨®logos pudieron identificar aquellos chozos donde en plena dictadura ondeaba la bandera tricolor y descubrieron vestigios que demuestran que aquellos hombres ¡°estaban preparados para resistir¡±. En las caba?as aparecieron armamento y munici¨®n, latas de conserva, legumbres fosilizadas, tubos de pasta de dientes, botellas de alcohol, crema de manos. Se hall¨® incluso un frasco de penicilina, ¡°un lujo y una modernidad impensable¡±, comenta Tejerizo, cuando apenas pod¨ªa conseguirse en Espa?a. Lo que m¨¢s lamenta el historiador es ¡°haber llegado tarde¡± a esta carrera contra reloj por salvar la memoria: ¡°Desde que empezamos ya se nos murieron varios de nuestros entrevistados¡±.
El congreso de guerrilleros
Los primeros estatutos de la Federaci¨®n de Guerrillas Populares se firmaron precisamente en La Selva en diciembre de 1941. Al a?o siguiente se celebr¨® el congreso fundacional en los montes de Ferradillo (Priaranza del Bierzo, Le¨®n) y se rebautiz¨® como Federaci¨®n de Guerrillas de Le¨®n-Galicia, la primera que naci¨® tras la Guerra Civil. La Ciudad de la Selva era su sede central y all¨ª resid¨ªa largos periodos el jefe, Marcelino Fern¨¢ndez Villanueva, Gafas.
Con el tiempo, hubo muertes entre aquellos resistentes, a manos del enemigo y tambi¨¦n de alg¨²n compa?ero por traiciones y desencuentros. Pero solo se exhumaron los restos de uno, Miguel Carde?as (Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica, 2003), en la aldea de Soutadoiro. Hab¨ªa llegado al penal de la mina de wolframio desde Ja¨¦n. En 1944 escap¨® y se uni¨® a los maquis, pero en 1949 muri¨® de un tiro ¡°en circunstancias muy oscuras¡±, escriben los historiadores.
Francisco Fern¨¢ndez, que ahora es presidente de esa comunidad de montes que gestiona las 16.000 hect¨¢reas donde se acumulan tantos vestigios, es sobrino de otro guerrillero muerto a manos de maquis. El t¨ªo, que tambi¨¦n se llamaba Francisco Fern¨¢ndez, escap¨® malherido de su fusilamiento en 1943. La Guardia Civil le hab¨ªa disparado cinco veces, pero fue rescatado por un miembro de la guerrilla y se refugi¨® con los huidos de la Ciudad de la Selva. Al cabo del tiempo termin¨® distanci¨¢ndose, con su compa?era y otro guerrillero, y en 1947 los viejos camaradas fueron a buscarlos a su chozo. Desde entonces, el lugar de la matanza cambi¨® su nombre para siempre por el de Quello (camino angosto) dos Mortos. Algunos vecinos a¨²n recuerdan c¨®mo fueron bajados los tres cad¨¢veres sobre una mula para ser enterrados en el cementerio.