El virus oscurece a¨²n m¨¢s la prostituci¨®n
¡°Muchos asi¨¢ticos llegaban al club y mis compa?eras se asustaban¡±. La visibilidad se reduce pero el negocio sigue
Una sospechosa tranquilidad lo rodea todo. ¡°No te cagues aqu¨ª¡±, advierte la pintada en espray negro. El mayor mercado del sexo a cielo abierto de Madrid ha sido engullido por el estado de alarma y la pandemia. No hay ni rastro de la prostituci¨®n en la Colonia Marconi y el colindante pol¨ªgono comercial e industrial de Villaverde. ¡°Aqu¨ª no quedan ni los perros¡±, se sonr¨ªe un trabajador. ?ngel, conductor de la l¨ªnea T41 de la EMT, conoce bien todas estas calles. ¡°Hace como semana y media que no veo nada¡±.
?Qu¨¦ ha pasado con la prostituci¨®n en tiempos del coronavirus? ?Tienen miedo las mujeres? ?Tienen miedo los clientes? ?Es solo menor visibilidad ante el decreto de alarma?
Cientos de mujeres suelen ejercer, muchas obligadas por chulos y redes de trata, en esta zona de la capital. ¡°Quedaban dos estos d¨ªas en la rotonda de la calle Laguna del Marquesado, pero llamamos a la Junta Municipal y ya no est¨¢n¡±, explica Mabel D¨ªaz, de la Asociaci¨®n de Vecinos de la Colonia Marconi. A algunas las conoce personalmente. Imagina que estar¨¢n pasando dificultades para sobrevivir. Este jueves, ni una a pie de calle.
La quietud inusual en el pol¨ªgono de Villaverde es vista como un arma de doble filo. ¡°Las estamos perdiendo. Se las llevan a otros sitios para mantener la rentabilidad¡±, alerta Roc¨ªo Mora, directora de la Asociaci¨®n para la Prevenci¨®n, Reinserci¨®n y Atenci¨®n de la Mujer Prostituida (Apramp). Bajo la crisis del virus ¡°gana el putero, el proxeneta y la mafia. Ellas pierden. Cada vez est¨¢n m¨¢s esclavizadas¡±.
¡°Ahora hay m¨¢s miedo. Adem¨¢s de la transmisi¨®n sexual est¨¢ el coronavirus¡±, comenta Gabriela, una venezolana de 34 a?os que hasta unos d¨ªas antes del estado de alarma trabaj¨® en un prost¨ªbulo con otras 300 mujeres. ¡°Muchos asi¨¢ticos llegaban al club y mis compa?eras se asustaban¡± por verlos como personas de riesgo. Los ¨²ltimos d¨ªas la falta de clientela fue adelantando varias horas el cierre hasta que no abri¨® m¨¢s. ¡°Ah¨ª est¨¢bamos todas sentadas y no entraban m¨¢s de cuatro¡±. Intuye que entre los demandantes tambi¨¦n hay miedo al virus o a ser multados por la Polic¨ªa.
Apramp ha peinado en las ¨²ltimas dos semanas 122 pisos, 36 clubes de carretera y 13 pol¨ªgonos o zonas abiertas como la que rodea la Colonia Marconi. El 80% de los pisos siguen abiertos, el 15% est¨¢n cerrados y el 5% se est¨¢n reactivando. Las estad¨ªsticas de M¨¦dicos del Mundo no son tan detalladas. Creen que con el estado de alarma ¡°la mayor¨ªa de clubes de carretera y pisos han cerrado¡±, seg¨²n un informe del pasado martes. Eso s¨ª, tienen dudas de que algunos sigan a medio gas.
En la ciudad se ven estos d¨ªas menos reclamos publicitarios de servicios er¨®ticos sobre los parabrisas de los veh¨ªculos. Pero una sencilla consulta en internet basta para comprobar que no han cerrado. En una p¨¢gina web junto a los tel¨¦fonos se lee: ¡°S¨¦ responsable ?Qu¨¦date en casa!¡±. Todo apunta a que es un mensaje de los administradores. ¡°Si es es dentro de Madrid, no hay problema. M¨¢ndame la localizaci¨®n por whatsapp¡±, dice una mujer. ¡°Estamos en Ciudad Lineal. No se necesita reserva anticipada¡±, reconoce otra.
¡°Por mi hija volver¨ªa a hacerlo¡± pero ¡°no quiero que vea que su mam¨¢ se va a trabajar todas las noches¡±Gabriela, venezolana de 34 a?os
¡°El Covid-19 obliga a ejercer cada vez de manera m¨¢s clandestina¡±, lamenta Mora. Para que esa maquinaria siga engrasada, teme que se abran nuevos pisos en el extrarradio, alejados del centro de la ciudad y de la presi¨®n policial. ¡°La mafia no dejar¨¢ nunca de exigirles la diaria¡±, ese peaje al que est¨¢n encadenadas con las redes.
El confinamiento agrandar¨¢ esa deuda y muchas recurren estos d¨ªas a los contactos de clientes habituales para tratar de no quedarse sin ingresos, entiende M¨¦dicos del Mundo. ¡°De mis contactos no me ha llamado ninguno en estos d¨ªas¡±, afirma Gabriela, que prefiere ocultar su verdadero nombre. Hace unas semanas que dej¨® de vivir en el club en el que trabajaba y en el que pagaba 80 euros m¨¢s 5 de luz al d¨ªa. Media hora en su compa?¨ªa costaba 125 euros, de los que ella se quedaba con 100.
Ahora se siente extorsionada por su casera, que sabe a qu¨¦ se dedica y le pide ¡°de forma abusiva¡± 1.200 euros al mes por un estudio en el que vive con su madre, su hermano y su hija.
M¨¦dicos del Mundo advierte de que son muchas las que tienen personas a su cargo y viven en condiciones precarias, sin acceso al sistema sanitario y dependiendo de ayuda hasta para comer. Algunas mujeres, adem¨¢s, tienen los pisos y clubes donde ejercen como lugar de residencia y han que seguir afrontando la renta. Ante el agravamiento de la situaci¨®n, esta ONG pide al Gobierno que las considere poblaci¨®n de riesgo y las apoye con pol¨ªticas p¨²blicas.
¡°No me gusta tener a uno diferente encima cada d¨ªa¡±. Gabriela sue?a con recuperar su vida de publicista. Eso s¨ª, lo tiene claro: ¡°Por mi hija volver¨ªa a hacerlo¡± pero ¡°no quiero que vea que su mam¨¢ se va a trabajar todas las noches¡±.
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