Lateral de avenida de Am¨¦rica
Mi ventana proyectaba cada d¨ªa una pel¨ªcula repetida y ya no le hac¨ªa caso. Ahora solo muestra una foto casi fija, pero cuajada de detalles
Todo lo que veo desde mi ventana funciona. Los edificios albergan en vertical a la gente y distraen de la que ser¨ªa si no una planicie de mero horizonte. Funcionan los bloques, distintos, recios, imperturbables. Los balcones relegados a trastero abierto ahora sirven para estar. Los arquitectos los concibieron para habitarlos y ahora se acodan en las barandas dos, tres personas. Llevaba a?os siendo remoto algo tan normal.
Les da igual a esos ¨¢rboles que nunca me haya preguntado por su especie. Les da igual porque delante de m¨ª otro a?o est¨¢n brotando. Y sospecho que ese canto de p¨¢jaro estaba ah¨ª ya, solo que antes lo apantallaba el jaleo de los coches. Porque el ruido ahora son sonidos. Sueltos, alineados, presagiables. Como el de las ambulancias: los primeros d¨ªas chillaban impertinentes sobre el rumor com¨²n del tr¨¢fico. Ahora, solas, sin competencia, las sirenas suenan tan c¨ªvicas como necesarias. Una ha pasado a las ocho, justo cuando la gente aplaud¨ªa.
Desde mi ventana no se ven estad¨ªsticas. Una persona no es el ¨¢tomo de las multitudes. Porque solo he visto a una mujer atada a un perro pach¨®n, solo a una chica con anorak naranja que desaparezca r¨¢pido tras una esquina. A un ¨²nico hombre mayor que arrastre unas zapatillas de felpa. ?Qu¨¦ har¨¢ solo ahora? ?Qu¨¦ har¨¢ solo despu¨¦s?
Mi ventana proyectaba cada d¨ªa una pel¨ªcula repetida y ya no le hac¨ªa caso. Ahora muestra una foto casi fija, pero cuajada de detalles. Y por una vez en esta ciudad no hacer nada queda libre de castigo.
Desde aqu¨ª no se ve eso de que la econom¨ªa se hunde justo cuando las personas compramos solo lo necesario. S¨ª se aprecia que la avenida ya no necesita seis carriles. Que las palomas ya no mendigan sobras por las terrazas de los bares; comen de las ramas las hojas frescas. El cielo de Madrid s¨ª es el que pint¨® Vel¨¢zquez. Los d¨ªas se nos han quedado azul mapa. Se duerme culpablemente bien. Huele a aire de pueblo fuera de Twitter. Tan humano es sufrir por alguien concreto que ha ca¨ªdo como leer ya sin sobresalto ¡°700¡±, ¡°800¡±, ¡°900 muertos¡±. ¡°Solo lo necesario¡± significaba ¡°techo, medicinas, comida¡±. Era eso. Ni siquiera una ventana.
Lo que veo por mi ventana es todo lo que puedo ver de Madrid. Para ver m¨¢s all¨¢, imagino. Imagino que el resto, desquitado de la gente, seguir¨¢ igual: todo pensado para cuando volvamos, aunque no nos necesite para seguir existiendo.
Imagino, no los veo, a uno, dos, no alcanzo a diez desconocidos agarr¨¢ndose con sus respiradores a la vida: buzos quietos sumergidos en aire. Imagino la curva del ¨¢nimo crecer por encima de la resignaci¨®n, y ese oficio febril en los hospitales que est¨¢n tan cerca, pero no aqu¨ª. Imaginar es un acto de fe para quienes no tienen fe. Mira, mejor lo llamamos confianza.
Jos¨¦ M. Abad Li?¨¢n es periodista. Esta tribuna pertenece a la serie La Experiencia Personal, que EL PA?S Madrid publica a diario durante la cuarentena por coronavirus. Puedes leer aqu¨ª la experiencia personal de Celia Blanco (Funeral Malasa?ero), Nacho Mart¨ªnez (El cumplea?os de Charo se canta en el patio de luces), Esther Arroyo (¡°Liberar espacio: a mi abuela de 93 a?os la sacan de paliativos¡±), de Miguel del Arco (?C¨®mo estar tranquilo cuando sabes que tienes una plantilla?), de Mariah Oliver (¡°Dos meses sin cobrar el sueldo¡±), de Victoria Torres (La tribu se pone en marcha) , de Juan Jos¨¦ Mateo (Ojo, que tiene 38?) o de la Doctora Mar¨ªa Sainz Mart¨ªn (Ponerse al d¨ªa).
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