Pongamos que hablo de morir
Si existiera un nacionalismo madrile?o, el himno oficioso de la ciudad que canta Sabina ser¨ªa un curioso caso de chovinismo inverso
Cuando Joaqu¨ªn Sabina presenta Pongamos que hablo de Madrid en La Mandr¨¢gora dice: ¡°Esta es una historia de amor y de odio a una ciudad invivible pero insustituible¡±. Tambi¨¦n explica que la melod¨ªa es obra de un se?or llamado Antonio S¨¢nchez (aquel se?or tan alto de Acad¨¦mica Palanca, ?lo recuerdan?). En este bell¨ªsimo himno oficioso se nos habla de nuestra metr¨®poli como un lugar donde los ni?os buscan el mar en un vaso de ginebra, los p¨¢jaros visitan al psiquiatra, el sol es una estuf...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Cuando Joaqu¨ªn Sabina presenta Pongamos que hablo de Madrid en La Mandr¨¢gora dice: ¡°Esta es una historia de amor y de odio a una ciudad invivible pero insustituible¡±. Tambi¨¦n explica que la melod¨ªa es obra de un se?or llamado Antonio S¨¢nchez (aquel se?or tan alto de Acad¨¦mica Palanca, ?lo recuerdan?). En este bell¨ªsimo himno oficioso se nos habla de nuestra metr¨®poli como un lugar donde los ni?os buscan el mar en un vaso de ginebra, los p¨¢jaros visitan al psiquiatra, el sol es una estufa de butano y las estrellas se olvidan de salir. Menudo panorama: las dunas de Arrakis parecen m¨¢s habitables.
Si existiera un nacionalismo madrile?o, estar¨ªamos ante un curioso caso de chovinismo inverso en el que el orgullo de pertenencia se sustenta sobre cosas que, de entrada, son odiosas. La canci¨®n es una evocaci¨®n po¨¦tica de 1981 pero no se puede negar que hay un hist¨®rico regodeo masoquista en lo que se supone forma parte del ¡°encanto¡± de ser madrile?o (y todos los que vivimos aqu¨ª lo somos) que llega hasta nuestros d¨ªas.
Sin ir m¨¢s lejos, el a?o pasado D¨ªaz Ayuso atac¨® las restricciones al tr¨¢fico de Manuela Carmena bajo el argumento de que ella echaba much¨ªsimo de menos los atascos a las tres de la ma?ana en la Gran V¨ªa. Cuando tus potenciales votantes aman su coche por encima de todas las cosas no es tan descabellado articular una patria en torno al atronador ruido de un claxon. Sin embargo, otro Madrid es posible. Todos lo hemos saboreado al principio de la desescalada. Fue cuando la ciudad, que fren¨® en seco, dej¨® que los ¨¢rboles respiraran y que bajo ellos pase¨¢semos libres ciclistas y caminantes que por primera vez escuch¨¢bamos los p¨¢jaros en el centro o explor¨¢bamos los barrios, peque?os pueblos dentro de la urbe.
En la letra original de Pongamos que hablo de Madrid, Sabina dice que si la muerte viene a visitarle quiere que le lleven al Sur, donde naci¨® (algo que hizo el compositor Antonio S¨¢nchez, quien muri¨® en M¨¢laga en 2003). Como en una especie de premonici¨®n macabra, Sabina, con 32 a?os, ya parec¨ªa intuir que, el que se queda en Madrid hasta el final, corre el riesgo de morir indignamente, como los 6.000 ancianos que han perecido abandonados en residencias en los ¨²ltimos meses. ¡°Aqu¨ª no hay sitio para nadie¡±.
De hecho ese anhelo, el de huir, es tambi¨¦n parte indisoluble del ADN madrile?o. Tiene sentido. La esperanza de ¡°la escapada¡± es la que nos manten¨ªa subidos sin rechistar a la rueda de h¨¢mster de una vida de oficinas t¨®xicas y atascos infames cuyo otro sistema de gratificaci¨®n principal era la cerveza. Pero algo ha cambiado. Como no hemos podido escapar de ella, hemos intimado con Madrid como nunca lo hab¨ªamos hecho. Y ahora que todo empieza a ser como antes muchos repudiamos la vieja normalidad: ?qui¨¦n quiere volver a vivir en esa ciudad donde no se pod¨ªa morir?
Informaci¨®n sobre el coronavirus:
- Aqu¨ª puedes seguir la ¨²ltima hora sobre la evoluci¨®n del coronavirus
- Medidas clave del estado de alarma