Mi bandera
Sentirse seguro es un privilegio que todav¨ªa no es nuestro
Este a?o ser¨¢ el primero sin la celebraci¨®n en las calles del Orgullo. No me lo he perdido ni una vez. Los primeros a?os, cog¨ªa el autob¨²s desde Segovia y llegaba a Chueca, dispuesta a ver la cabalgata con 35 grados a la sombra y mucha sed. Se hac¨ªa de noche y la alegr¨ªa siempre se ampliaba, se deshac¨ªa por las callejuelas del barrio, nos llevaba a los parques y a los bares, siempre llenos. Esa noche, en ese barrio, todos se r¨ªen y por primera vez nadie llora. Sentirse seguro es un privilegio que todav¨ªa no es nuestro.
Otros a?os evit¨¦ la fiesta y lo celebr¨¦ a mi manera: en casa, brindando por lo conseguido en una terraza o bailando en el sal¨®n con la misma efusividad con la que lo hice en la Plaza de ¨Cnuestro querido¨C Pedro Zerolo. Nunca dud¨¦ de mi derecho a ser feliz siendo como soy. Nunca consiguieron que lo hiciera. Nunca lo har¨¢n.
Yo no necesito tu aceptaci¨®n, pero s¨ª necesito que te cures para que mi vida, nuestra vida, sea mejor. Y por eso peleamos. Por eso celebramos.
Mi realidad es afortunada porque la he trabajado. He plantado cara a los que me persegu¨ªan por la calle ri¨¦ndose de m¨ª, he respondido en voz bien alta a los mensajes que se?alan, he echado de mi vida a quien no toleraba mi libertad, he peleado por quienes no pueden hacerlo. La felicidad de poder ser quien realmente soy con quienes m¨¢s quiero me ha impedido sufrir la crueldad de quienes han intentado evitarlo.
La gran mayor¨ªa de las personas LGBTIQ+ que conozco tienen problemas en casa ¨Ccasi todos con su padre¨C, han visto c¨®mo anulan su g¨¦nero, han sido discriminados en la escuela o en el trabajo por su condici¨®n sexual o han sufrido agresiones en la calle por ir de la mano con su pareja, sin encontrar protecci¨®n en las autoridades competentes. Todos sentimos miedo. Todos miramos a nuestro alrededor antes de besar a quien queremos. O bajamos la persiana. O disimulamos la caricia. O nos conformamos con los ojos. Lo m¨¢s triste es que es un acto reflejo, algo que sale de manera innata porque hemos crecido en un mundo que nos niega, que habla sobre nosotros sin que nosotros podamos defendernos, que castiga nuestra existencia, que llama suciedad a la valent¨ªa de quererse, que nos echa de casa, que se atreve a decir lo que somos sin atender a lo que sentimos.
Disimula, aqu¨ª no, en tu casa lo que quieras, que no te vean, lo que me faltaba, por qu¨¦ me haces esto, t¨² no eres una mujer, ?te gusta todo?, viciosa, enfermo mental, me das asco, t¨² no puedes tener hijos, s¨¦ un hombre, eres la verg¨¹enza de la familia, te voy a quitar la tonter¨ªa a hostias, te voy a matar, mereces morir.
El enfermo es el que no lo entiende. Yo no necesito tu aceptaci¨®n, pero s¨ª necesito que te cures para que mi vida, nuestra vida, sea mejor. Y por eso peleamos. Por eso celebramos. Por eso salimos a las calles o gritamos desde casa. Por eso siempre nos sentiremos orgullosos de ser quienes somos.
Madrid me mata.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.