La misi¨®n imposible de controlar las visitas de no convivientes
La Polic¨ªa Municipal ha tramitado 4.151 sanciones en la capital por reuniones ilegales en domicilios desde que se implant¨® la restricci¨®n
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Once de la noche de un s¨¢bado de marzo. La hora a la que se supone que las calles de Madrid deber¨ªan estar desiertas por el toque de queda. Seis personas salen de un portal del barrio de Arganzuela. Cuatro de ellas, una pareja y dos amigos, han pedido dos taxis para irse a sus casas. Las otras dos chicas se marchan andando. ¡°Hasta las doce no empieza a pararte la polic¨ªa¡±, dice una de ellas, que lleva una lata de cerveza para tomarse la ¨²ltima por el camino. Acaban de incumplir una de las normas anticovid m¨¢s d¨ªficiles de controlar: las reuniones en las casas entre no convivientes.
La Comunidad de Madrid implant¨® la prohibici¨®n de reuniones en domicilios el 25 de enero y la mantiene vigente. La medida contempla una excepci¨®n: las personas que vivan solas pueden visitar un ¨²nico hogar. Otros Gobiernos auton¨®micos como el de Arag¨®n, Asturias o Canarias tambi¨¦n imponen esta restricci¨®n para tratar de contener los contagios en espacios cerrados. Pero la realidad es que es casi imposible supervisar lo que sucede tras las puertas de los hogares. Los encuentros que antes se produc¨ªan en bares se han trasladado, en muchos casos, a los salones particulares.
Un portavoz de la polic¨ªa municipal de Madrid lo explica as¨ª: ¡°Nuestras herramientas para controlar esta medida son vigilar si hay alguien en la calle fuera del toque de queda y acudir a los sitios a los que nos llaman los vecinos porque oyen ruidos. Nos apoyamos mucho en las llamadas de los vecinos, claro¡±.
Pero ?qu¨¦ pasa cuando no hay m¨²sica o ruidos? ¡°No puede haber un agente en cada casa¡±, responde el portavoz. El n¨²mero de sanciones por reuniones ilegales en domicilios desde el 22 de enero asciende a 4.151, seg¨²n datos del Ayuntamiento. El consejero de Educaci¨®n y Juventud de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, defend¨ªa unos d¨ªas antes de la implantaci¨®n de la medida que iba a ser ¡°mucho m¨¢s f¨¢cil¡± el control de estas reuniones. ¡°Tenemos el convencimiento de que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n cumple y que no hay que poner un polic¨ªa detr¨¢s de cada uno¡±, recalcaba entonces.
Laura, de 24 a?os, admite que no han dejado de ir a ver a sus abuelos cada fin de semana. ¡°Es verdad que nos vamos turnando para no ir todos a la vez y que ahora no nos quedamos a comer, para estar menos tiempo¡±, explica. La joven s¨ª reconoce que se han reducido mucho las quedadas en las casas de amigos. ¡°La mayor¨ªa de nosotros seguimos viviendo con nuestros padres¡±, apunta.
Nacho, de 36 a?os, tampoco ha dejado de acudir a casa de su hermano, de 42, y tampoco ha interrumpido las visitas a casa de su novia que comparte piso con otras compa?eras. Este vecino de La Latina describe una escena que se produce diariamente en muchos grupos de amigos: ¡°Quedas en la terraza a comer al aire libre, pero cuando empieza a hacer fr¨ªo siempre hay alguien que dice: ¡®Subimos a casa a la ¨²ltima, ?no?¡±. Es verdad que tratamos de tener las ventanas abiertas, pero al final somos seis personas en una casa, aun sabiendo que est¨¢ mal¡±. La relajaci¨®n con la que se concibe esta restricci¨®n es tal, que no es dif¨ªcil encontrar publicaciones en redes sociales de usuarios que comparten im¨¢genes dentro de las casas.
Muchos de los hogares incluso han implantado sus propias armas anticovid. Jorge, de 31 a?os, cuenta que su padre, que vive con su abuela, compr¨® hace semanas un purificador de aire: ¡°Siempre que voy a verles est¨¢ conectado, no me quito la mascarilla y trato de no estar con ella en la misma habitaci¨®n. Si esa semana he tenido muchos contactos sociales, evito ir¡±. Este madrile?o cree que son pocos los que respetan esta norma a rajatabla. ¡°Adem¨¢s de reuniones nocturnas, a mi casa viene gente semanalmente, tanto las parejas de mis compa?eros de piso a pasar la noche, como amigos a comer el fin de semana. Lo ¨²nico que parece que se respeta un poco es lo del toque de queda¡±, indica.
En la calle, fuera del horario permitido
Desde que se implant¨® la restricci¨®n de visitas entre no convivientes, la polic¨ªa municipal ha tramitado 30.316 denuncias por estar en la calle fuera del horario permitido, que en Madrid va desde las once de la noche hasta las seis de la ma?ana. La de Pedro es una de ellas. Este gaditano estuvo en Madrid por trabajo a mediados de marzo. Un s¨¢bado qued¨® con un grupo de amigos a comer en una terraza y a mitad de tarde decidieron seguir en casa de una de las chicas. A una hora cercana al toque de queda, se unieron tres m¨¢s. ¡°Est¨¢bamos ah¨ª con juegos, bebiendo copas y con la musiquita baja. A las once, nos planteamos qu¨¦ hacer, pero muchos dijeron que no pasaba nada por volver a casa pasada esa hora, si lo hac¨ªas en taxi o Cabify¡±, explica. Esa fue su decisi¨®n, y a las cuatro de la madrugada ¨¦l y un amigo se montaron en un Cabify. Pero las luces azules de un coche de polic¨ªa interrumpieron elu trayecto. ¡°Pararon el coche, nos pidieron el DNI y dijeron que est¨¢bamos propuestos para sanci¨®n. No intentamos ni soltarles el rollo¡±, reconoce.
¡°Si nos dicen algo, lo mejor es decir que estamos buscando una farmacia de guardia¡±, sugiere un taxista
Luis, taxista, ha recogido a muchas personas en su turno de noche durante estos meses. Una madrugada de un s¨¢bado de febrero recibe un servicio a trav¨¦s de la app Free Now. Es una chica que sale de una casa. A los cinco minutos de trayecto, un coche de la polic¨ªa pasa junto a su veh¨ªculo. ¡°A nosotros no suelen pararnos. A los Cabify y los Uber un poco m¨¢s. Si nos dicen algo, lo mejor es decir que estamos buscando una farmacia de guardia¡±, sugiere.
Los porteros de las casas son testigos de estas visitas, pero tampoco est¨¢ en su mano impedirlas. Mari guarda la entrada de un bloque de viviendas del distrito Centro desde hace d¨¦cadas. ¡°Cuando pusieron esa norma, ni me enter¨¦. Yo conozco a los vecinos y s¨¦ qui¨¦n entra y qui¨¦n sale, pero no puedo impedir la entrada a nadie. El administrador de la finca no me ha dado ninguna indicaci¨®n sobre esta medida¡±, cuenta tras la mampara protectora que la comunidad de vecinos instal¨® hace meses y que parece que ha llegado para quedarse.
Opini¨®n | Somos la envidia de Europa, por Xos¨¦ Hermida
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Decenas de personas, muchas de ellas francesas, cantando, gritando y bailando en la calle Espoz y Mina, pasada la hora del toque de queda, despues de salir de varios bares de los alrededores.
Foto: Olmo Calvo"
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