Disparos de escopeta para acabar con los gatos de Valdemorillo a plena luz del d¨ªa
Vecinos de un pueblo de Madrid intentan descubrir qui¨¦n anda detr¨¢s de las muertes a sangre fr¨ªa de los animales. Estudios de criminolog¨ªa alertan de que muchos criminales comienzan su carrera delictiva as¨ª
Entre los escasos 100 metros que separan un colegio de una guarder¨ªa en el casco urbano de Valdemorillo, en Madrid, se han producido a lo largo del a?o varias muertes violentas de gatos. Los hechos preocupan a los vecinos por haberse producido a plena luz del d¨ªa, por lo general con una escopeta de perdigones, con el peligro que supone para los ni?os, y tambi¨¦n por el riesgo que supone que haya un individuo por los alrededores que se dedique a matar animales con ciertas dosis de sadismo. Algunos de ellos se han organizado para tratar de descubrir qui¨¦n es el autor de estas matanzas.
Valdemorillo es un municipio de unos 12.700 habitantes al oeste de Madrid poblado por numerosas urbanizaciones que han ido creciendo en torno al casco urbano, donde viven alrededor de 2.000 personas. Viviendas adosadas construidas hace unos 30 a?os serpentean entre las callejuelas que separan la guarder¨ªa y el colegio. A mediod¨ªa, un autob¨²s escolar se encuentra aparcado a escasos metros de donde apareci¨® hace unas semanas la ¨²ltima gata atacada, que recibi¨® un disparo a corta distancia en el que el proyectil le hizo un agujero a la altura del estern¨®n con orificio de entrada y de salida. La gata herida huy¨® y se refugi¨® en la puerta de la casa de Olga Mormeneo, miembro de la Asociaci¨®n Protecci¨®n Felina Valdemorillo. Esa misma semana, otra gata hab¨ªa muerto apedreada mientras amamantaba a sus cr¨ªas reci¨¦n nacidas, que tampoco sobrevivieron. Todos ellos se sumaron a los ocho gatos que hab¨ªan sido atacados en las ¨²ltimas semanas, generalmente a perdigonazos, sin contar a las colonias que han sido masivamente envenenadas.
¡°Todo es excesivamente cruel¡±, dice Mormeneo. ¡°Detr¨¢s de estos actos hay un plus de violencia, de disfrute s¨¢dico con el maltrato¡±.
Por tratarse de un entorno rural, no es la primera vez ni ser¨¢ la ¨²ltima que se matan camadas nada m¨¢s nacer o se deshacen de animales cuando dejan de cumplir una funci¨®n determinada. Esas conductas?tienen que ver m¨¢s con la educaci¨®n, la cultura y la escasa sensibilizaci¨®n de algunos sectores de la poblaci¨®n, que relacionan la preocupaci¨®n por el maltrato animal con algo propio de urbanitas. A eso se le denomina la cultura de la ¡°cosificaci¨®n¡±, seg¨²n explica Isabel Carretero, psic¨®loga y profesora de psicobiolog¨ªa en la Universidad CEU San Pablo de Madrid, experta en el estudio del cerebro humano.
Pero en casos como el de Valdemorillo hay una diferencia que est¨¢ en el disfrute de la violencia por la violencia, algo que resulta m¨¢s preocupante de lo que parece. ¡°No conozco a la persona que hace esto, pero s¨ª s¨¦ que hay alguien con una escopeta apuntando a animales desde su casa, que disfruta con lo que hace y que puede estar apuntando a personas, aunque sin apretar el gatillo. Es peligroso, no s¨¦ si es alguien con un trastorno de personalidad antisocial o es una persona con alg¨²n grado de psicopat¨ªa, aunque no todos los psic¨®patas son criminales ni todos los criminales son psic¨®patas¡±.
Valdemorillo es un pueblo con tradici¨®n taurina y cineg¨¦tica. Regido por una coalici¨®n de PP y Ciudadanos, con el apoyo de Vox, el popular Santiago Villena lidera un Gobierno municipal que invierte una partida importante de su presupuesto (400.000 euros) en festejos taurinos y deja partidas peque?as (15.000 euros) para repartir entre las tres protectoras de animales, adem¨¢s de otros 15.000 para el refugio de recogida de animales. Una de las actividades m¨¢s florecientes es la explotaci¨®n de granjas cineg¨¦ticas, donde han introducido hasta faisanes. All¨ª los cr¨ªan, los alimentan y los sueltan en ¨¦poca de caza. En ese entorno, la muerte de unos gatos no resulta especialmente relevante, aunque se produzcan a plena luz del d¨ªa y a sangre fr¨ªa. El Ayuntamiento se ha limitado a ponerlo en manos de las autoridades y el propio concejal de Medio Ambiente, Carlos L¨®pez, se resiste a pensar que ¡°detr¨¢s de esto haya algo m¨¢s que gamberrismo de alguien que no tiene la madurez intelectual suficiente¡±.
As¨ª que la b¨²squeda del extra?o vecino se ha convertido en una actividad casi detectivesca para varios vecinos de la localidad. Quieren saber qui¨¦n lo hace y, sobre todo, qu¨¦ hay detr¨¢s de una personalidad tan agresiva. ¡°Esto es un pueblo, nos conocemos¡±, explica Mormeneo, una de las vecinas que andan en la investigaci¨®n, quien a?ade que el Seprona les ha dicho que no puede hacer nada hasta que no haya una denuncia en firme. De hecho, les han respondido que, solo con las pruebas de los perdigonazos, no pueden hacer mucho m¨¢s, ni personarse para preguntar.
En su casa, sentada junto al presidente de la Protectora Felina de Valdemorillo, Carlos Rivas, y junto a Carretero, la psic¨®loga, los tres apuntan a un joven que fanfarrone¨® en p¨²blico cuando vio que Telemadrid contaba el caso de Baby, la gata atravesada por una bala.
De lo que ocurre en Valdemorillo hay antecedentes en otros lugares. Algunos tan lejanos como Canad¨¢, que llegaron a inspirar un documental de tres cap¨ªtulos (A los gatos, ni tocarlos. Un asesino en Internet), que actualmente se emite en Netflix. La mini serie cuenta la historia real de unos ciudadanos que se organizan para investigar qui¨¦n podr¨ªa estar detr¨¢s de unos v¨ªdeos divulgados por YouTube donde una persona grababa, entre otras atrocidades con peque?os animales, c¨®mo asfixiaba a unos cachorros de gato meti¨¦ndoles en una bolsa y quit¨¢ndoles el aire con una aspiradora. La polic¨ªa no quiso hacer caso de las investigaciones de estos particulares hasta que tiempo despu¨¦s detuvieron a un joven llamado Luka Rocco Magnotta, que grab¨® en 2012 c¨®mo ataba a su v¨ªctima a la cama y despu¨¦s la apu?alaba para luego colgar orgulloso el v¨ªdeo en Internet.?No fue su ¨²nico crimen. Magnotta era el joven al que investigaban los ciudadanos an¨®nimos.
Algo parecido se han planteado hacer los vecinos de Valdemorillo, pero a peque?a escala. Mientras que en el documental varias personas que no se conoc¨ªan de nada se ponen en contacto a trav¨¦s de Internet para conseguir desenredar la madeja gracias a las im¨¢genes que el asesino colgaba en Youtube, en el municipio madrile?o han empezado a acotar la zona en la que se han producido la mayor¨ªa de agresiones y han extendido la preocupaci¨®n a trav¨¦s del boca a boca.
Hace un a?o, el concejal de seguridad, Miguel Partida, avis¨® a la poblaci¨®n de que estaba prohibido usar armas dentro del casco urbano, pero no sirvi¨® de mucho. L¨®pez, el de Medio Ambiente, admite que es ¡°inaceptable¡±, aunque admite que debe trabajar ¡°en medio de un equilibrio de fuerzas¡± para tener contentos tanto a amantes de los animales como a los que no lo son, as¨ª que Mormeneo, Rivas, Carretero y muchos otros animalistas de la protectora felina se pusieron con su investigaci¨®n particular. Buscaron, en primer lugar, a alguien con licencia de armas -¡±aunque se puede conseguir por Amazon¡±, admiten-, que viva entre los 100 metros que separan la guarder¨ªa y el colegio y que se caracterice no solo por su desprecio hacia los animales, sino tambi¨¦n por tener problemas con otras personas. ¡°Podr¨ªa haber una desgracia si, por ejemplo, un d¨ªa tiene un conflicto con un vecino por el aparcamiento¡±, avisa la psic¨®loga.
En esa idea incide Raquel Cerezo Mart¨ªnez, coordinadora del Grupo de Trabajo sobre Maltrato Animal del Colegio Profesional de la Criminolog¨ªa de Madrid: ¡°Desde mediados del siglo pasado, expertos de la antropolog¨ªa, biolog¨ªa, sociolog¨ªa, psicolog¨ªa y otras ramas del saber relacionadas con el comportamiento humano se han dedicado a evidenciar la relaci¨®n de la violencia hacia los animales con la violencia interpersonal¡±.
El cerco en Valdemorillo se empez¨® a estrechar hace m¨¢s de una semana. Un d¨ªa, un joven ¡°bastante problem¨¢tico¡± alarde¨® en un centro cultural sobre los hechos gracias a que Baby sali¨® en televisi¨®n. ¡°Eso lo hice yo¡±, se rio, orgulloso. Algunos se lo recriminaron, seg¨²n cont¨® despu¨¦s uno de los presentes, pero ninguno se atreve a denunciarle. Los animalistas, que s¨ª quieren llegar hasta el final, creen que los testigos temen que si le se?alan ante las autoridades les pueda perjudicar y, algo peor, recibir alg¨²n perdigonazo. Pero est¨¢n convencidos de que ya tienen un sospechoso claro: vive cerca, tiene escopeta y escasos escr¨²pulos.
¡°En cuanto ocurre una vez, ya deber¨ªa sonar la alarma, aunque cuando se trata de animales por desgracia no suele ser as¨ª¡±, lamenta la crimin¨®loga, que explica que ¡°lo m¨¢s com¨²n es que la persona que comete estos actos busca un medio por el que descargar frustraciones, rabia y acontecimientos que inciden de manera negativa en su vida¡±. Para explicar por qu¨¦ hay que estar alerta ante estos comportamientos, Cerezo parafrasea al conocido crimin¨®logo Robert Ressler, uno de los fundadores de la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI: ¡°Los asesinos son a menudo ni?os que no han aprendido que est¨¢ mal sacarle los ojos a un cachorro¡±.
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