Qu¨¦ pasa ah¨ª dentro
Madrid est¨¢ de vuelta completa y regresa la tradici¨®n de atragantarse en septiembre de las nuevas exposiciones que anidan en las galer¨ªas en cada rinc¨®n
Me adentro en el portal¨®n del n¨²mero treinta de la calle de Valverde. Al fondo se intuye el patio de vecinos lleno de macetas con sus tiestos en el suelo. Pero giro y subo unos cuantos pelda?os antes a la izquierda. En el interior, las paredes est¨¢n repletas de transcripciones de extraterrestres, de rollos telep¨¢ticos, de gu¨ªas de comunismo celestial, de apariciones en forma de cabeza de Bugs Bunny. En el templo Alfa y Omega se env¨ªan sonidos del grupo Vl¨¹ba al espacio con la partitura escaneada de los dibujos colgados.
No, tranquilos, no se me acaba de ir la cabeza. Es el universo del artista Huanchaco y su Manual para hablar con Dios, que me explica con todo detalle Jacobo Fitz-James Stuart en el Espacio Valverde mientras ense?a las obras. Una locura maravillosa. Madrid est¨¢ de vuelta completa y regresa la tradici¨®n de atragantarse en septiembre de las nuevas exposiciones que anidan en las galer¨ªas en cada rinc¨®n. No hay tiempo que perder para saber qu¨¦ se est¨¢ cociendo.
En este vaiv¨¦n, el madrile?o ?lvaro Urbano, que ahora anda viviendo por Berl¨ªn, se ha tra¨ªdo hasta la calle de San Mateo el mundo de Baudelaire y La flores del mal. En Traves¨ªa Cuatro te desliza a su L¡¯Invitation au vogage, una reflexi¨®n llena en las esquinas de botellas de vino vac¨ªas, camas sin hacer y ceniceros hasta arriba. Esp¨ªritu buhardillero. Y, adem¨¢s, una de las cosas que m¨¢s gustan en estas visitas ansiosas es descubrir los recovecos de Madrid que encierran las galer¨ªas. Pasen hasta el fondo y si¨¦ntense un rato en el patio que tienen. As¨ª uno se olvida por momentos de lo que est¨¢ pasando en esta ciudad en la que de repente Esperanza Aguirre reaparece y llama a una parte de sus cachorros ¡°ni?atos¡± y ¡°chiquilicuatres¡±.
A Piamonte corriendo. Uno se podr¨ªa quedar en esa calle viviendo para siempre, pero ahora toca Un poema a Madrid, de Enrique Mart¨ªnez Celaya en la galer¨ªa Casado Santapau. Un imaginario tan de la ciudad como un le¨®n triste del Congreso, una maleta y un avi¨®n de Iberia despegando de Barajas. La ruta sigue por Aural para ver lo que ha ideado Jos¨¦ Maldonado y para lanzar la vista por su ventanal hacia esa parte de la calle Pelayo que parece Notting Hill, con sus verjas y su hiedra. Y a Huertas para chocarse con otro secreto: el min¨²sculo patio al fondo en la galer¨ªa de Blanca Soto, en plena calle Alameda. Respiren.
Vibra todo, la gente curiosea y se mira al entrar en la calle Doctor Fourquet, ese emergente eje Prado-Recoletos de nuestros d¨ªas, en el que se mezclan tiendas de segunda mano, bares de beer pong y muchas galer¨ªas. Hay que sentarse en los enormes cojines en el suelo en Helga de Alvear para mezclarse en la Penumbra de Julian Rosefeldt o sentir el sonido de los pasos de uno mientras se pierde entre las ¡®Sendas selvas¡¯ de Elvira Amor en Mois¨¦s P¨¦rez de Alb¨¦niz. Salgan a la calle, entren en las galer¨ªas, Madrid es puro arte, est¨¢n pasando all¨ª muchas cosas. Muchas.
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