Un entorno rejuvenecido para el nuevo Museo del Prado
La ampliaci¨®n de la pinacototeca prev¨¦ cambios en los contornos del Sal¨®n de Reinos, un paso subterr¨¢neo y la restauraci¨®n de esculturas al aire libre
El discurso del Museo del Prado escapa a cuatro paredes. La instituci¨®n conforma en la actualidad un campus con los alrededores de su sede hist¨®rica, dise?ada en un principio por el arquitecto Juan de Villanueva con otro fin, el de acoger el Gabinete de Historia Natural y la Academia de Ciencias. A este edificio se han ido sumando, desde 1995, otros enclaves cercanos: el claustro de los Jer¨®nimos, el Cas¨®n del Buen Retiro y las oficinas administrativas de la calle de Ruiz de Alarc¨®n.
La ¨²ltima incorporaci¨®n a este complejo se anunci¨® hace seis a?os, pero solo ahora el Gobierno ha desbloqueado los 36 millones de euros necesarios para su rehabilitaci¨®n. Se trata del Sal¨®n de Reinos, el inmueble para festejos del Buen Retiro, un desaparecido palacio que el valido de Felipe IV proyect¨® como casa de recreo real. Su decoraci¨®n del Siglo de Oro invocaba la trayectoria pasada y futura de los Austrias, una ensordecedora defensa de la sangre azul con origen belga. Ser¨¢n el estudio de Norman Foster en Espa?a y el del arquitecto Carlos Rubio, ganadores del concurso p¨²blico, quienes rehabiliten este palacio que hasta 2010 acog¨ªa la colecci¨®n del Museo del Ej¨¦rcito, trasladado desde entonces a Toledo.
Los autores tambi¨¦n tienen entre sus planes reordenar un entorno urbano que hace solo tres meses la Unesco nombr¨® Patrimonio de la Humanidad en la categor¨ªa de Paisaje Cultural: un paso subterr¨¢neo conectar¨¢ este nuevo espacio con el Cas¨®n del Buen Retiro, al tiempo que los accesos se complementar¨¢n con rampas y escalinatas. As¨ª se sustancia un convenio entre la pinacoteca y el Ayuntamiento de Madrid, que autorizar¨¢ los trabajos y estudiar¨¢ la integraci¨®n futura del resto del campus. Esta ser¨¢ la segunda mayor ampliaci¨®n del Prado tras la que Rafael Moneo acometi¨® en 2007, cuando a?adi¨® un edificio de nueva planta al claustro de los Jer¨®nimos.
Un gran atrio abierto
Preocupaba la integraci¨®n del nuevo Sal¨®n de Reinos en el paisaje, por lo que el t¨¢ndem de arquitectos ha revelado un gran atrio abierto hacia el Sur. El desmontaje de los forjados, adem¨¢s, hace que esta nueva fachada principal filtre la luz natural, al tiempo que la superficie suprimida quedar¨¢ restituida en la tercera planta. All¨ª se extender¨¢ una sala de exposiciones, cuya cubierta va a incorporar placas fotovoltaicas que servir¨¢n al suministro el¨¦ctrico del conjunto. Las columnas acabadas en bronce soportan el volado de la nueva altura sin necesidad de mayores apeos. El resultado supondr¨¢ al complejo muse¨ªstico 2.500 metros cuadrados m¨¢s de recorrido expositivo.
Adem¨¢s de contemplar la renovaci¨®n de los accesos al Sal¨®n y un t¨²nel bajo el mismo, el convenio con el Ayuntamiento hace parada en las seis esculturas de bulto redondo que jalonan la entrada norte, donde en tiempos estuvo el acceso original. Todos estos granitos se restaurar¨¢n. Lucir¨¢n en la Plaza de Oriente y los jardines del Retiro aquellos que representan a personajes desconocidos, no as¨ª los de Luis I y Felipe IV, dada su estrecha relaci¨®n con la historia del entorno. Ambas forman parte de la serie que el benedictino Mart¨ªn Sarmiento destin¨® en 1743 a la balaustrada superior del Palacio Real. La de Luis I se trajo en 1841 al Museo de Artiller¨ªa, quiz¨¢ porque el mandatario naci¨® aqu¨ª.
Aunque la talla nunca estuvo identificada, puede reconocerse en ella la viva imagen del segundo Borb¨®n gracias a cuadros y varios grabados que se conservan de ¨¦l. Lo mismo sucede con la escultura de cuerpo entero de su tatarabuelo, un Austria menor que tambi¨¦n vigil¨® las alturas del Palacio Real tras pasar por el taller iconogr¨¢fico de Sarmiento. Por eso la figura de Felipe IV, tocado con manto de armi?o y capa hasta el suelo, nunca llev¨® incorporada una cartela y solo ha podido relacionarse con el representado por medio de otras obras. Dicen los historiadores que su cambio de ubicaci¨®n podr¨ªa estar relacionado con su activo papel en la creaci¨®n del palacio y los jardines del Buen Retiro a partir de 1632.
Estos movimientos buscan restituir la coherencia hist¨®rica en el espacio urbano de la capital. Igual que el programa del Sal¨®n de Reinos incorporar¨¢ gui?os al pasado barroco. Pese a que no se conservan testimonios visuales del aspecto que este ofrec¨ªa, s¨ª existen relaciones contempor¨¢neas o inventarios que han permitido reconstruirlo: su techo y paredes estaban pintadas de blanco, con arabescos dorados. En la b¨®veda, como suspendidos por encima de las ventanas, brillaban 24 blasones de los reinos espa?oles que dieron nombre al palacio. Bajo estos frescos colgaba La rendici¨®n de Breda, de Vel¨¢zquez, cuyas cabezas gachas recordaban al Rey Planeta el deshonor de una guerra perdida.
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