Un gran expediente no sirve para ejercer de profesor en Madrid si eres sordo
Pablo Colinas aprob¨® las oposiciones para docente de Geograf¨ªa e Historia hace 13 a?os y pide desde hace seis un int¨¦rprete de lengua de signos que la Administraci¨®n no le proporciona, pese a ser obligatorio
Pablo Colinas es funcionario por oposici¨®n, es profesor de Geograf¨ªa e Historia, pero nunca ha podido ejercer plenamente su oficio. No ha podido dar clase como docente titular en 13 a?os de actividad. Todo lo que se ha ganado a pulso se convierte en una frustraci¨®n. Es sordo. No deber¨ªa ser un obst¨¢culo. La ley est¨¢ de su parte, aunque no se cumple. Es uno de tantos casos de profesores con alguna discapacidad en la Comunidad de Madrid.
Desde hace m¨¢s de un a?o no se atiende su petici¨®n urgente de un int¨¦rprete, que le ayude a comunicarse con alumnos y profesores cuyos labios est¨¢n tapados por una mascarilla. Labios que ¨¦l no puede leer. Pablo ha dicho basta y amenaza con llevar su caso a la justicia.
Consigui¨® en selectividad la mejor nota de su instituto, un 8,93. Se matricul¨® en la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Se sac¨® la carrera de Geograf¨ªa e Historia, en tiempo y forma, es decir, en los cuatro a?os estipulados. Con 24, aprob¨® las oposiciones para convertirse en profesor. Y consigui¨® una plaza. A la primera. Y ahora, con 37, se pelea contra el sistema.
Pablo es todo ese camino lleno de ¨¦xitos y tambi¨¦n es sordo de nacimiento, algo que no le ha impedido estudiar, ser de los mejores de su promoci¨®n, casarse o tener tres hijos. S¨ª le impide, por lo visto, dar clases, pese a tener una plaza de pleno derecho. La Administraci¨®n madrile?a se niega a ponerle un int¨¦rprete de lengua de signos porque no tiene ning¨²n convenio para eso y ¡°porque le sale m¨¢s barato pagar a un profesor interino¡±, seg¨²n las palabras que un alto cargo de la administraci¨®n le expres¨® con honestidad a una representante de CC OO que intent¨® mediar para que le permitieran ejercer su trabajo. Y eso, a pesar adem¨¢s de estar en medio de una pandemia y con mascarillas, lo que ha mermado m¨¢s sus posibilidades. As¨ª que tras estar toda su vida saltando barreras para demostrar que vale tanto como cualquier otro, se ha encontrado con un muro, el que le ha puesto la Comunidad de Madrid. Apartado del sistema ordinario, Pablo se tiene que conformar con ir a un centro para apoyar a ni?os sordos, la ¨²nica soluci¨®n que le han ofrecido. El problema es que no se conforma. Y su lucha contra el Gobierno regional no ha hecho m¨¢s que empezar.
La reivindicaci¨®n de Pablo no se sale ni un ¨¢pice de lo que dice la ley. Madrid determin¨® en 2006 que sobre el total de plazas que conforman la oferta p¨²blica se debe reservar un cupo como m¨ªnimo del 6% para personas con una discapacidad superior al 33%. Luego, una vez los opositores han aprobado sus ex¨¢menes, al menos un 2% de las plazas definitivas tienen que estar ocupadas por personas con otras capacidades, como prefieren definirse a s¨ª mismos. La norma tambi¨¦n estipula que, una vez forman parte del sistema ordinario, se les debe facilitar siempre las condiciones necesarias para desarrollarse profesionalmente. No vale la integraci¨®n si solo sirve como marketing. Hay que ponerla en pr¨¢ctica.
Y de eso trata la historia de esta persona que pone palabras a los gestos a pesar del silencio impuesto con el que lleg¨® al mundo. Creci¨® entre alumnos oyentes en el instituto Mariano Jos¨¦ de Larra, en Madrid, y supo entender y hacerse entender gracias a la lengua de signos, la lectura de labios de personas castellanohablantes y a atreverse a pronunciar palabras que al principio cuesta entender, hasta que el interlocutor se acostumbra a su dicci¨®n. Con ese esfuerzo, se sac¨® la carrera con buenas notas poni¨¦ndose en la primera fila de la clase, pidiendo apuntes a sus compa?eros por si algo se le hab¨ªa escapado e hincando codos para demostrar que el conocimiento en una materia no tiene que ver con la sordera.
De esa manera se convirti¨®, con todos los honores, en profesor de Geograf¨ªa e Historia, ocupando una de las casi 55.000 plazas de docentes de primaria y secundaria que imparten clase en la regi¨®n entre funcionarios e interinos. Y tiene su m¨¦rito, m¨¢s teniendo en cuenta los datos recabados a?o a a?o por CC OO que dejan en entredicho a la Administraci¨®n, ya que menos del 2% de esas plazas est¨¢n ocupadas por personas con una discapacidad, pese a lo que dice la propia norma, obligatoria tambi¨¦n para las empresas privadas con m¨¢s de 55 empleados.
Lo suyo no es casualidad. Met¨®dico. Trabajador. Serio. V¨¢lido. Pablo lleva 13 a?os trabajando y sus compa?eros le definen por sus m¨¦ritos m¨¢s que por sus barreras. En junio pasado, para su sorpresa, un sorteo le otorg¨® un puesto en uno de los 500 tribunales que se formaron para corregir ex¨¢menes de los 28.000 opositores a docentes de este a?o. Al principio el miedo se apoder¨® de ¨¦l. Pero dur¨® unos minutos. ¡°Enseguida pens¨¦ que era una manera excepcional para demostrar que las personas sordas somos tan v¨¢lidas como las oyentes¡±, explica. Pidi¨® al presidente de su tribunal, Eduardo Montagut, un int¨¦rprete de lengua de signos y consigui¨® as¨ª ejercer su papel sin problemas. ¡°No se le pone ni una pega. Ha sido una experiencia muy enriquecedora para todos¡±, explic¨® Montagut en un reportaje que La2 le dedic¨® entonces a Pablo.
La buena experiencia en el tribunal gracias al int¨¦rprete contrasta con el de su d¨ªa a d¨ªa, sobre todo desde que la pandemia impuso la obligaci¨®n de las mascarillas, quit¨¢ndole a Pablo la opci¨®n de leer los labios. ¡°Es mi veh¨ªculo de comunicaci¨®n¡±, explica. El curso pasado, en plena crisis sanitaria, su petici¨®n a la Administraci¨®n se intensific¨®. Llevaba desde 2015 demand¨¢ndolo, a?o en que dejaron de proporcion¨¢rselo de cuajo tanto en los claustros de profesores como en las reuniones con las familias o en las clases debido a que el convenio que firm¨® el Gobierno regional con una empresa de int¨¦rpretes exclu¨ªa el servicio para los docentes.
Pero ¨¦l quer¨ªa trabajar y quer¨ªa hacerlo bien. Y segu¨ªa pidi¨¦ndolo. La respuesta que ha recibido, en todo caso, siempre ha sido la misma. ¡°La Comunidad de Madrid tiene int¨¦rpretes para discapacidad auditiva, pero es un servicio para los alumnos y no se puede prestar a un profesor porque el contrato especifica que es para los estudiantes, y por tanto se estar¨ªa incumpliendo, cometiendo una irregularidad¡±, explica a este peri¨®dico un portavoz de la consejer¨ªa de Educaci¨®n. ¡°Lo que se hace en situaciones puntuales como esta es buscar la mejor soluci¨®n para el profesor que en este caso ha sido buscarle un puesto adaptado a su situaci¨®n que ¨¦l ha aceptado¡±, contin¨²a.
Esa respuesta de la Comunidad de Madrid es una verdad a medias. Pablo, ¡°con la moral baja¡± y cansado de pedir, se ¡°rindi¨®¡± en septiembre y acept¨® una comisi¨®n de servicios humanitaria para trasladarse a un centro de integraci¨®n preferente de sordos para dar clases de apoyo. ¡°Es que no han contemplado la posibilidad de que haya profesores sordos. Es intolerable¡±, lamenta.
Est¨¢ cansado. Lo lleva sufriendo desde 2008. Ha estado en cuatro centros y solo en dos ha podido crecer algo profesionalmente, dando rienda suelta a sus conocimientos, aunque fuera en clases contadas y como segundo profesor, de apoyo al titular de la materia. Por eso, y tras seis a?os sin la posibilidad de contar con un int¨¦rprete, se ha vuelto a rearmar an¨ªmicamente. ¡°Quiero que se me reconozca mi derecho a una adaptaci¨®n del puesto de trabajo¡±, insiste. Por eso ha decidido acudir a CC OO, para pedir asesoramiento y apoyo. ¡°Est¨¢ en manos de nuestros servicios jur¨ªdicos¡±, explica Isabel Galv¨ªn, representante del sindicato. ¡°Lo llevaremos a juicio si es necesario porque se est¨¢n vulnerando derechos fundamentales¡±, insiste, a la vez que cuenta que en una reuni¨®n con altos cargos del Gobierno para tratar este tema pusieron en duda ¡°si le hab¨ªan regalado la oposici¨®n¡±.
Escandalizado. Ninguneado. Incluso insultado. Pablo ha decidido rebelarse. ¡°Me prepar¨¦ hace mucho para ser profesor y tengo que estar peleando todo el rato. No me valoran. Prefieren apartarme. Es agotador¡±.
Ante las preguntas de EL PA?S, un portavoz de la Consejer¨ªa de Educaci¨®n ha asegurado ahora que ¡°se est¨¢ estudiando la posibilidad de incluir este tipo de casos en el contrato de los int¨¦rpretes para alumnos o realizar un contrato espec¨ªfico para cubrir ese apoyo de forma excepcional¡±.
Pero Pablo no se conforma con esa ¨²ltima posibilidad. ¡°Tienen que incluirlo en el convenio con la empresa. No para momentos puntuales. Es su obligaci¨®n¡±. Eso, y dejar al lado el marketing.
C¨®mo elegir a ciegas un centro adaptado para sillas de ruedas
La pelea de Pablo contra la Comunidad de Madrid no es un caso aislado. María Jaime Bueno, de 41 años, aprobó el pasado verano las oposiciones para ser profesora de dibujo de Secundaria después de haber ejercido varios años como arquitecta. Va en silla de ruedas debido a una enfermedad degenerativa y lo único que pedía para elegir su primer destino era consultar un listado de institutos adaptados para poder moverse con normalidad en silla de ruedas.
Pero, para su sorpresa, en Madrid no existe ningún inventario, a diferencia de otras ciudades como Sevilla, donde hizo las prácticas y donde le ofrecieron ese listado sin problemas para que pudiera elegir entre aquellos centros que contaban con ascensor (los que tuvieran más de una altura), rampas para acceder al edificio, baños habilitados. “Me dijeron que no había ninguna lista así que tuve que elegir a ciegas”, lamenta.
Como era de esperar, cuando llegó al centro que le tocó, el Antonio Gala, en Móstoles, se encontró con escaleras, varios pisos y ningún baño adaptado. “He mandado seis escritos a la Administración y no me han contestado a ninguno”, lamenta. La directora del centro ha intentado ayudarla como ha podido, “con apaños que ha hecho el hombre de mantenimiento”, aunque la profesora no tiene más remedio que ir al servicio a un edificio anexo, el único lo suficientemente grande para entrar con una silla. “Lo agradezco, pero es lamentable. Si llueve, me aguanto o me mojo y no puedo ir bien con la silla de ruedas”, explica. Tampoco puede subir a la primera planta a dar sus clases. “No creo que sea tan difícil elaborar un inventario. Se trata de mandar un correo a los directores para que expliquen cómo son sus centros. Pero no parece que haya mucho interés”.
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