Se vende el palacete de Carlos Arniches
El dramaturgo pas¨® los veranos de 1920 a 1930 en la Finca de los Almendros de Hortaleza, hoy propiedad de las religiosas adoratrices, que impulsan un acuerdo para levantar oficinas
La luna tard¨ªa navegaba en el estanque. A su alrededor se entonaban los ¨²ltimos versos de una velada literaria que hab¨ªa congregado a media docena de invitados en la quinta del sainetero Carlos Arniches. Entre ellos se encontraba su sobrina Victoria Amado, joven rubia y con ojos azules a quien rondaba un tambi¨¦n presente Rafael Alberti. El gaditano cultivaba su amistad con Arniches despu¨¦s de que este le hubiera entregado solo dos a?os antes, en 1925, el Premio Nacional de Poes¨ªa. As¨ª comenz¨® a frecuentar la Finca de los Almendros, en Hortaleza (Madrid), que m¨¢s tarde recordar¨ªa como un amplio horizonte con olor a jazm¨ªn donde enraiz¨® su amor imposible por Victoria. Aquella noche rimaron trovos y cantaron al firmamento, mientras la c¨¢lida brisa del verano llevaba de un lado a otro las migajas de la merienda sin recoger.
Este tiempo resuena en Sobre los ¨¢ngeles (1928), una memoria del abandono que sit¨²a a Victoria en aquella casa de recreo. ¡°T¨². Yo. Luna. Al estanque / Brazos verdes y sombras / te apretaban el talle¡±, escribe Alberti. El mencionado remanso de agua desapareci¨® con sus patos cuando la autov¨ªa cercen¨® la quinta, hoy propiedad de las adoratrices. La mesa de piedra en la que Arniches recib¨ªa a sus j¨®venes amigos de la generaci¨®n del 27, por su parte, tiene los d¨ªas contados. La congregaci¨®n ha alcanzado un compromiso de venta condicionado a la aprobaci¨®n del Plan Especial por parte del Ayuntamiento. As¨ª los compradores desarrollar¨ªan oficinas en la parcela, que incluye tanto la Finca de los Almendros como otras dos parcelas municipales, de acuerdo con el Plan General de Madrid.
M¨¢s de 80.400 metros cuadrados de terrenos que albergar¨ªan tambi¨¦n un equipamiento singular todav¨ªa por definir ¡ªeducativo, social o sanitario¡ª, zonas verdes y nuevos accesos a la autov¨ªa. El proceso se encuentra en fase de documentaci¨®n, lo que obliga a los interesados a presentar un estudio patrimonial sobre aquellos inmuebles preexistentes. Al menos uno de ellos se remonta al origen del terreno, adquirido en 1897 por Manuel del Saz Caballero. Este pas¨® en 1920 a manos de Arniches, quien seg¨²n sus bisnietos no se deshizo de ¨¦l hasta una d¨¦cada despu¨¦s. Tras la Guerra Civil, las religiosas buscaron aqu¨ª el sosiego de su esp¨ªritu. Y terminaron inaugurando el centro terap¨¦utico para mujeres Los Almendros, concertado con la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid. La parcela cay¨® en desuso cuando en 2012 tal concesi¨®n lleg¨® a su fin.
Solo un guard¨¦s habita desde entonces este escenario de afectos y desventuras que Jos¨¦ Mar¨ªa Amado, hermano de Victoria, recordaba en su correspondencia con Alberti, publicada por la revista Litoral: ¡°A la izquierda de la amplia alameda de ¨¢rboles corpulentos que desde la verja de entrada conduc¨ªa a la casa, estaba el estanque de Sobre los ¨¢ngeles¡±. Hoy la maleza apenas permite vislumbrar aquel camino empedrado. Aunque existe. Dos liebres se arrojan en plancha contra la alfombra de hojarasca acumulada durante semanas a uno y otro lado del sendero. El palacio de tres alturas, descrito tambi¨¦n por Amado, se yergue sobre una escalinata que conduce hasta la mesa circular de Arniches, enmarcada por dos capiteles con patos de piedra. En la tarde ventosa, una ventana abierta golpea contra su marco y aletean los jirones de cortina que se escapan del interior.
Se dir¨ªa que hay algo fantasmal en este paraje de n¨ªsperos y adelfas que las monjas llamaban ¡°el rinc¨®n de Arniches¡±. Al menos eso aseguran quienes frecuentaron la piscina del complejo, abierta en los setenta al vecindario y hoy abandonada. Una decadencia en las ant¨ªpodas de lo que recuerda Mar¨ªa Jos¨¦ Amado, hija de Jos¨¦ Mar¨ªa, sobrino de Arniches y director de Litoral: ¡°Mi padre sol¨ªa ir en verano, aunque tambi¨¦n alg¨²n fin de semana. Las visitas de fil¨®sofos como Xavier Zubiri y Ortega y Gasset despertaron en ¨¦l un inter¨¦s por el pensamiento¡±. Tambi¨¦n se code¨® con Alberti y dos hombres que pretend¨ªan a sus primas Arniches, Jos¨¦ Bergam¨ªn, novio de Rosario, y Eduardo Ugarte, pareja de Pilar. Menos de una d¨¦cada m¨¢s tarde, Bergam¨ªn huir¨ªa del pa¨ªs con un s¨ªmbolo en verso bajo el brazo: el borrador de Poeta en Nueva York que el propio Lorca le hab¨ªa confiado.
Aquellas confabulaciones intelectuales en la periferia madrile?a no dotar¨ªan a la finca de un valor suficiente como para protegerla, seg¨²n Ignacio Lovelle, asesor de las adoratrices. El letrado sostiene que la autov¨ªa se llev¨® por delante todo vestigio decimon¨®nico. ¡°Quedaron solo elementos sin ning¨²n inter¨¦s de los que se puede prescindir para darle un uso al terreno acorde con el parque empresarial de los alrededores. No se trata de especular, las religiosas ni siquiera obtendr¨ªan una plusval¨ªa de la venta porque esta se dedicar¨¢ a sus obras sociales¡±, arguye a este diario por tel¨¦fono. Cualquier afirmaci¨®n categ¨®rica sobre el patrimonio parece apresurada cuando la congregaci¨®n mantiene cerrada la puerta del recinto a los acad¨¦micos y casi no existen informes independientes.
Uno de ellos lleva la firma de la arquitecta Concha D¨ªez-Pastor, que encontr¨® en el legado del Marqu¨¦s de la Ensenada el origen de la Finca de los Almendros, entonces llamada Huerta de Santa Victoria. Las primeras construcciones podr¨ªan haberse erigido tras la Guerra de Sucesi¨®n, cuando fluy¨® en la zona el capital franc¨¦s. El palacio que ha sobrevivido, de acuerdo con su criterio, presenta una morfolog¨ªa propia del siglo XIX y fue residencia estival de Arniches. ¡°Encaja con las descripciones que hicieron quienes lo visitaron¡±, concede. Como su actor fetiche, Valeriano Le¨®n, quien recre¨® aquellas copiosas meriendas en Hortaleza durante un homenaje que la Asociaci¨®n de la Prensa brind¨® al dramaturgo en 1946: ¡°Entre cuento y cuento, [Arniches daba] un pase¨ªto alrededor de la mesa de piedra con abanico para ahuyentar los mosquitos¡±.
Los Almendros no solo escond¨ªa espesas arboledas y tierras de labor, sino un front¨®n y trigales en los que cabalgar o jugar al f¨²tbol, devoto como era del Atl¨¦tico de Madrid el pr¨®cer de aquella familia. Parece que incluso Alberti se atrevi¨® a regatear con el bal¨®n a los hermanos de Victoria, a quien, por otro lado, regal¨® un ¨¢lbum. Con aquel collage de 14 p¨¢ginas conjur¨® el desamor y quiso sortear los badenes de la existencia. Contiene exlibris, meticulosos recortes de motivos naturales, dibujos y varios textos. Todo lo guarda en su casa Carmen Garrido, hija de Victoria, que expresa su miedo a que alg¨²n detalle se desprenda pasando p¨¢gina. ¡°?Es delicad¨ªsimo!¡±, exclama mientras repasa la selecci¨®n de poes¨ªas que incluye la edici¨®n: Antonio Machado, Dante, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, B¨¦cquer o Gil Vicente. Versos que alertan sobre la fugacidad de la vida y animan a aprovechar el momento.
En el ¨¢lbum tambi¨¦n hay entradas de los cines Royalty y Callao ¡ªa donde ambos acud¨ªan en pandilla¡ª o los billetes del tranv¨ªa que Alberti tomaba para rondar a Victoria en su casa de la calle de Sagasta. Con insatisfactorios resultados, a la vista de una anotaci¨®n: ¡°?Oh, oh!, ?qu¨¦ fr¨ªo tengo! Victorita nunca se asoma¡±. Puede que su padre, el capit¨¢n retirado Julio Amado, influyese en aquel desd¨¦n. Fue redactor y despu¨¦s propietario del diario La Correspondencia militar. Escribi¨®, adem¨¢s, un op¨²sculo en el que presagiaba los peligros del secesionismo catal¨¢n, compar¨¢ndolo con los independentistas cubanos que hab¨ªa combatido en 1898. Ocup¨® un sill¨®n en las Cortes, que abandonar¨ªa al a?o para marcharse a Barcelona como Gobernador civil. Mar¨ªa Jos¨¦ Amado apunta que ¡°consideraba a Alberti un hombre sin oficio ni beneficio, poca cosa para su hija¡±.
El gaditano sinti¨® el desgarro del rechazo y busc¨® refugio en casa de su amigo Jos¨¦ Mar¨ªa Coss¨ªo, tambi¨¦n escritor, en el municipio monta?¨¦s de Tudanca, donde a¨²n hoy se conservan manuscritos. Aquellos lazos que se hab¨ªan establecido en la Finca de los Almendros fueron debilit¨¢ndose poco a poco tras su venta, obligada en cierta medida por los problemas econ¨®micos que arrastraba el clan. Victoria se cas¨® y, tras la guerra, rompi¨® por miedo a la represi¨®n el manual de uso que Alberti hab¨ªa pegado al ¨¢lbum, donde desvelaba el sentido de cada met¨¢fora y cada verso, cada recorte y anotaci¨®n. La musa del poeta solo empez¨® a escribir por su cuenta y riesgo tras enviudar. Llamaba por tel¨¦fono a Mar¨ªa Jos¨¦ y otros sobrinos para leerles aquellas l¨ªneas de despedida. Tambi¨¦n quiso contemplar el estanque de Hortaleza por ¨²ltima vez, aunque sus propietarias, desconocedoras de esta historia, lo impidieron.
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