Aurora Redondo
91 a?os y en escena
La llamaban Aurorita, y era una muchacha que sal¨ªa a escena a principios de este siglo, cuando el teatro era el gran transmisor de ideas y de cambios sociales. Aurorita la llamaba su marido, Valeriano Le¨®n, un gran primer actor c¨®mico. Ella encabezaba la compa?¨ªa, como era costumbre, porque era la dama: compa?¨ªa de Aurora Redondo y Valeriano Le¨®n. ?l era bajito, ten¨ªa una voz ronca peculiar y unos ojos que parec¨ªa que iban a sal¨ªrsele de las ¨®rbitas: el actor necesario para que en torno a ¨¦l se inventase pr¨¢cticamente cierto sainete melodram¨¢tico, la tragicomedia, los episodios del hombre desde?ado que tiene en si un alma soberana y un valor acreditado; o lo contrario, como en Don Quint¨ªn el amargao, de Arniches. El sainetero escribi¨® grandes papeles para Aurora Redondo y Valeriano Le¨®n.Y Aurora estaba resignada a que, admitiendo todo el mundo su condici¨®n de primera actriz, se quedara como eclipsada por su marido, sirvi¨¦ndole en escena, dando lugar a su lucimiento, a la creaci¨®n de unos personajes y un g¨¦nero que dominaron muchos a?os de escena espa?ola.
Un d¨ªa, Aurora Redondo se qued¨® sola. Desparejada en la vida y en la escena. Tard¨® en volver, pero lo hizo. En papeles muy distintos de los que hab¨ªa interpretado en su juventud y en su madurez. Y demostr¨® que era una gran primera actriz. Cuando hizo el personaje de la abuela en La casa de Bernarda Alba, de Garc¨ªa Lorca, arranc¨® una ovaci¨®n cerrada en su recitado: como ahora, en Celos del aire, de Jos¨¦ L¨®pez Rubio, en cuya representaci¨®n ayer en el Centro Cultural de la Villa de Madrid recibi¨® un homenaje por su 91? cumplea?os. No es el primero que se le dedica a su longevidad brillante: en el Espa?ol, cuando se representaba La malquerida, se tomaron unos textos de Benavente para hacer lo que se llamaba un a prop¨®sito en el lenguaje del teatro, en el que participaron otras grandes caracter¨ªsticas de la escena espa?ola, como Mar¨ªa del Carmen Prendes o Mar¨ªa Isbert: Aurora era la mayor.
Hay quien tiene la idea de que el teatro es un arte de longevos, de donde sale la contratesis a la exaltaci¨®n moderna de la vida saludable: los inhabitables camerinos, los largos viajes y las fondas de las giras, el polvo de los escenarios, las noches en que se trata de vivir un poco del d¨ªa que el trabajo no permite: todo eso conserva la salud.
En Celos del aire no es s¨®lo Aurora Redondo la que da muestras de esta vitalidad, sino algunos de sus compa?eros de escena, y desde luego el autor, Jos¨¦ L¨®pez Rubio, octogenario largo a quien se ve en los restaurantes y en los estrenos de teatro con su finura de esp¨ªritu y su buena memoria de siempre. De Jacinto Benavente se dec¨ªa ya que eran los puros y el ambiente del Gato Negro -un caf¨¦ que ya no existe, anejo al teatro de la Comedia- los que le dieron vida tan larga y tan fecunda, que le permiti¨® seguir escribiendo casi hasta el final.
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