Qu¨¦ triste es trabajar
La humanidad lega?osa se embute cada ma?ana en el metro, adormilada, camino del curro
Ay, qu¨¦ triste es trabajar. Se comprueba muy pronto por la ma?ana, cuando apenas est¨¢ amaneciendo, y miles de trabajadores dormitan en los vagones de metro: la Espa?a que madruga. Qu¨¦ triste es el metro a las 8.15, en plena cuesta de enero, c¨®mo se embute la humanidad lega?osa en los trenes, cual ganado somnoliento, hasta su puesto de trabajo, las macrogranjas de personas. El lunes fue Blue Monday, el d¨ªa m¨¢s triste del a?o.
Un hombre con los ojos cerrados evita a duras penas que la cabeza se le caiga al suelo, una mujer la consigue apoyar contra una barra, a otra se le cae un moco l¨ªquido que escap¨® de la noche. El estudiante repasa las ecuaciones de Navier-Stokes de la mec¨¢nica de fluidos y algunos ya leen la prensa en sus smartphones: alguien est¨¢ leyendo ya esta misma columna. El dependiente de la boutique trasnacional, la maquilladora del centro comercial, el inform¨¢tico de la consultor¨ªa, la deshollinadora, Mar¨ªa la de Marketing: todos est¨¢n aqu¨ª, ausentes. Hay un silencio funeral, una desesperanza s¨®lida ante un futuro madrugador y uniforme. Suenan, melanc¨®licas, algunas tripas.
Cada ma?ana este r¨ªo de carne y de hueso viaja en metro, sobre todo de sur a norte, y se arrastra como un ej¨¦rcito zombi por los pasillos subterr¨¢neos. Esta es la sangre de la ciudad y del sistema. La tristeza (qu¨¦ triste es trabajar) es directamente proporcional a la alegr¨ªa que aflora en los corazones al final de la jornada, pero que pronto marchitar¨¢: despu¨¦s de un breve descanso ser¨¢ preciso volver a madrugar, tomar el metro, dormitar, aunque solo sean cinco minutos m¨¢s.
Cuando los situacionistas pintarrajeaban en las paredes de Par¨ªs Ne travaillez jamais, en los a?os sesenta, y ped¨ªan la abolici¨®n del trabajo alienado parec¨ªan unos ilusos que quer¨ªan lo imposible, una boutade de snobs revolucionarios (se lo dicen a Errej¨®n cuando propone la jornada laboral de cuatro d¨ªas). Hoy en d¨ªa eso es realista: la tecnolog¨ªa ya est¨¢ preparada para realizar la mayor¨ªa de los trabajos, sobre todo los menos cualificados, los menos creativos, los m¨¢s repetitivos. Lo empezamos a ver en sucursales bancarias, supermercados, vest¨ªbulos.
Pero ?a qui¨¦n beneficiar¨¢ la tecnolog¨ªa? Puede que la gente se vaya al paro y ganen exclusivamente los due?os de las m¨¢quinas, o puede que la ciudadan¨ªa logre romper la maldici¨®n divina de ganarse el pan con el sudor de la frente. ¡°Habr¨¢ que deslaboralizar la vida¡±, me dijo una vez la fil¨®sofa Marina Garc¨¦s, buscar un hilo vital, una identidad que no sea nuestro curro. Renta b¨¢sica mediante, los humanos podremos dedicarnos a nuestras labores y no a nuestros trabajos mientras las m¨¢quinas se ocupan de todo lo penoso. A ver si es as¨ª y el metro, por la ma?ana, se reserva a aquellos que vienen con los ojos nublados de la noche.
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