El calor va por barrios y por bolsillos en Madrid: 25¡ã en un piso del distrito de Salamanca, 34¡ã en una casa del de Vallecas
Acciones cotidianas como dormir, trabajar, moverse por la ciudad o hacer la compra se han convertido en actividades de alto riesgo, como demuestran las mediciones de este diario tomadas en espacios interiores


La segunda ola de calor de la temporada es historia, en teor¨ªa. El martes, la ca¨ªda de las temperaturas en Madrid fue de 4¡ã, pero las previsiones apuntan a que el calor sofocante va a volver a extenderse a partir del jueves y es probable se vuelvan a dar las condiciones de ola de calor. De hecho, est¨¢ por ver si finalmente se trata todo de una misma y larga ola, porque dos episodios separados por un d¨ªa se consideran una ¨²nica ola. Acciones cotidianas como dormir, trabajar, moverse por la ciudad o hacer la compra se han convertido en actividades de alto riesgo. El calor, sin embargo, va por barrios y por bolsillos, seg¨²n demuestran las mediciones que este diario registr¨® en espacios interiores de la ciudad a lo largo del martes.
Isabel Herizo (70 a?os) vive en el n¨²mero 1 de la calle del General D¨ªaz Porlier, en el coraz¨®n del distrito de Salamanca. Durante la ola de calor no tuvo nunca problemas para quedarse dormida. ¡°Es un piso antiguo, con las paredes gruesas y muy buena ventilaci¨®n¡±, explica en la puerta de su hogar. Acaba de volver de hacer la compra y la casa est¨¢ en penumbra, porque antes de salir baj¨® las persianas para que no entrara el sol. La primera cosa que hace, tras posar las bolsas en el suelo, es dirigirse al termostato del aire acondicionado, que fija en 25¡ã. ¡°De noche est¨¢ bien, pero de d¨ªa necesita un empuj¨®n¡±, dice.
Al otro lado de la ciudad, Juli¨¢n Rosado (93 a?os) lo pasa mucho peor. ¡°Aqu¨ª dentro hay la misma temperatura que en la calle¡±, afirma cuando abre la puerta de su casa baja en Entrev¨ªas, en el distrito de Puente de Vallecas. El term¨®metro marca 34?, y Rosado y su esposa cuentan solo con un par de ventiladores para remover el aire caliente que llena el lugar. ¡°Dormir es complicado¡±, reconoce. ¡°Por la tarde llegan mis hijos y estamos todos en el mismo cuarto¡±.

Despu¨¦s de una noche empapando las s¨¢banas de sudor, hay quien encuentra la salvaci¨®n en el aire acondicionado del lugar de trabajo. Es el caso de los sanitarios del centro de salud de la calle de Segovia, en el distrito Centro, que atienden a los pacientes en una acogedora sala de espera a 27?. Tambi¨¦n los trabajadores de El Corte Ingl¨¦s de la plaza de Callao lo tienen f¨¢cil. En el centro comercial, que durante las olas de calor se convierte en un refugio clim¨¢tico, el term¨®metro marca la misma temperatura. Ya sea para comprar unos zapatos, mirar los precios de un smartphone que no se acabar¨¢n llevando, hacer la compra en el supermercado o tomarse una cerveza en la terraza con vistas a la Gran V¨ªa, al establecimiento no le faltan clientes en los d¨ªas de calor.
Mar¨ªa Guti¨¦rrez, de 37 a?os, no tuvo la misma suerte cuando decidi¨® hacer la compra en un supermercado de la calle de Toledo. ¡°?Qu¨¦ horror! ?C¨®mo puede ser que la gente no se desmaye?¡±, chilla agitada entre los pasillos, donde el term¨®metro marca 32?. ¡°Llevamos un mes con el aire acondicionado roto. Estoy rezando para que lo reparen¡±, explica un trabajador que repone bebidas energ¨¦ticas chorreando sudor.
No hace falta trabajar en la calle o tener que lidiar con un fallo en el sistema de ventilaci¨®n para pasarlo mal. ?lvaro Solanas, de 38 a?os, repara coches en un taller del pol¨ªgono industrial en el distrito de Ciudad Lineal. El techo es de uralita, y el lugar se transforma r¨¢pidamente en un invernadero. A las 12 de la ma?ana ya se alcanzan los 32? ¡ªcuatro m¨¢s que en los exteriores¡ª, aunque Solanas asegura que es durante las ¨²ltimas horas de trabajo cuando lo pasan peor. ¡°A las cuatro de la tarde tenemos que apagar los ventiladores porque sale aire caliente. La semana pasada alcanzamos los 38 grados y medio: un infierno¡±, recuerda.
Son pocos los lugares en los que es posible refrescarse sin tener que pagar ni un solo euro. Si se consigue aguantar la espera hacia las taquillas ¡ª30? bajo la sombra de las sombrillas¡ª el Museo del Prado es un refugio ideal. Gratuito para los estudiantes, las personas en situaci¨®n de desempleo y a partir de las seis de la tarde, en sus pasillos los term¨®metros marcan los 28?. A pesar de no estar particularmente concurrido, este martes no quedaba ni un solo banquillo libre en la galer¨ªa del museo, y no todos los visitantes se ve¨ªan particularmente interesados en la obra de Rubens. ¡°Claro que aprovechamos el fresquito para descansar¡±, aclara una alemana de 45 a?os.

Antiguo y de piedra, no siempre es sin¨®nimo de fresco. La iglesia de San Mart¨ªn de Tours, al lado de la plaza de la Luna en Malasa?a, en Centro, tiene tres siglos de historia y 31?, a pesar de que en la calle hab¨ªa dos grados menos. Una familia de turistas franceses resisti¨® cuatro minutos antes de darse la vuelta y salir por la misma puerta por la que hab¨ªan entrado. Siguiente parada: El Corte Ingl¨¦s.
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