Pura y Manolo, 40 a?os de amor y patinaje en la discoteca
Una pareja de sexagenarios acude cada s¨¢bado a la discoteca Rolling Dance & Burger Madrid como forma de revitalizar su vida y su relaci¨®n
La regla m¨¢s importante en cualquier pista de patinaje es circular en el sentido contrario a las agujas del reloj. Es la forma de evitar accidentes. Nadie puede saltarse esta condici¨®n salvo que el disc jockey anuncie por megafon¨ªa un cambio de direcci¨®n, normalmente con el objetivo de reavivar el ambiente. En uno de estos giros de gui¨®n inesperados, los patines de Purificaci¨®n Guti¨¦rrez, de 65 a?os, y Manuel D¨ªaz, de 69, cruzaron sus trayectorias por primera vez en la antigua Rolling Dance de Madrid. Era enero de 1982. ¡°La historia tiene su miga¡±, explica Manolo.
Roberto, uno de los trabajadores de la discoteca, celebraba su cumplea?os y plane¨® una fiesta por todo lo alto. Pura y Manolo estaban invitados, pero este declin¨® en un principio la oferta porque la noche anterior estaba de boda. Dos palabras bastaron para hacerle cambiar de opini¨®n: ¡°habr¨¢ chicas¡±.
¡°?ramos j¨®venes y nos gustaba salir. Primero patin¨¢bamos en la Rolling hasta la madrugada y luego directos a Azca, a la discoteca Tobog¨¢n¡±, recuerda Manolo. ¡°?l vino hecho un asco. Hab¨ªa estado hasta las tantas de fiesta. Estaba medio muerto, y encima ?era calvo! Con todo y con eso, me gust¨®¡±, afirma Pura, que aquella noche acudi¨® al cumplea?os con un grupo de amigas.
De Carabanchel y el barrio Salamanca respectivamente, Pura y Manolo afianzaron su relaci¨®n sobre ruedas a base de vueltas y bailes. ¡°La primera noche hubo flirteo, pero no nos dimos ni la mano. Ahora todo es m¨¢s r¨¢pido, los j¨®venes se besan a la primera de cambio. Nosotros nos conocimos patinando, tardamos un tiempo en ser novios¡±, rememora ella.
Pasaron por el altar y tuvieron varios hijos. Una responsabilidad que les llev¨® a abandonar las pistas durante treinta a?os, hasta que el 19 de marzo 2015 -el D¨ªa del Padre- su hija menor decidi¨® imitar al disc jockey y provocar un nuevo giro de gui¨®n inesperado. Con los ojos vendados les llev¨® hasta la puerta de la Rolling Dance & Burger Madrid, que acababa de reabrir sus puertas despu¨¦s de muchos a?os de cierre. ¡°Desde ese momento, cogimos los patines y la fiesta volvi¨® a empezar¡±, explica Pura.
Fieles a su cita
A partir de ese d¨ªa, no han faltado ning¨²n s¨¢bado a su cita. Puntuales, a las nueve de la noche sacan su ticket y saludan a todos los trabajadores. Pura decidi¨® retirarse del patinaje tras una fuerte ca¨ªda durante la nevada de Filomena que le provoc¨® una rotura de mu?eca. ¡°Del o¨ªdo tambi¨¦n flojeo. Ah¨ª est¨¢ el equilibrio, as¨ª que prefiero no arriesgar¡±, afirma. Al entrar al recinto, sus caminos se bifurcan. Ella se dirige a la barra y ¨¦l a las taquillas.
¡ªPura, lo de siempre, ?no?
Un caf¨¦ cortado con helado de vainilla en la superficie para empezar la noche. Hoy, adem¨¢s, le regalan unas cerezas, su postre favorito.
Mientras tanto, en el otro extremo del recinto, Manolo se sienta frente a la taquilla 33, ¡°la que me tienen reservada¡± y se ata sus botas de jockey con varios dobles nudos por delante y por detr¨¢s. Un grupo de chicas adolescentes que vienen a celebrar un cumplea?os arman jaleo a su alrededor mientras algunas cuchichean al ver a un hombre mayor a punto de entrar a la disco.
Manolo se mueve con la elegancia del bailar¨ªn cl¨¢sico. Camisa blanca ibicenca y pantalones chinos impolutos. Una sonrisa inconsciente se le dibuja en la cara una vez termina su faena con los cordones. El momento ha llegado. Entra decidido a la pista y se suma a la corriente. Primero calienta durante algunas vueltas, tantea sus articulaciones y cuando se siente seguro empieza con el freestyle. Primero unos giros a izquierda y derecha, luego de espaldas, cruzando las pies, y si se encuentra en plenitud hace incluso equilibrios a una pierna. Por los altavoces se escucha ¡°Dile que bailando la conoc¨ª¡¡± del puertorrique?o Don Omar. Manolo frunce el ce?o.
-?Qu¨¦ tal se baila el regget¨®n?
-?Es m¨²sica maldita! No sirve para patinar. Tal vez para ir r¨¢pido s¨ª. Aunque ni siquiera eso, con Elvis es cuando m¨¢s velocidad coges. Te pones la mano en la espalda y a correr. Es el rey.
Pura contempla el espect¨¢culo desde su mesa entre sudoku y sudoku al tiempo que sigue los partidos de f¨²tbol que echan por la tele. ¡°Soy muy madridista, mi padre fue acomodador del Bernab¨¦u. Aqu¨ª en cuanto me ven sintonizan el Madrid si est¨¢ jugando¡±, explica. De vez en cuando se acerca a la pista para vigilar a su marido, pero sobre todo observa con atenci¨®n a las chicas j¨®venes. ¡°Yo jam¨¢s patin¨¦ en pantal¨®n corto. Ellas son mucho m¨¢s libres en todo lo que hacen. Nosotras no conocimos eso¡±, reflexiona. Son las once e Iv¨¢n ¡ªel Dj¡ª , en un gui?o claro a la pareja, apuesta esta vez por cl¨¢sicos de los ochenta y noventa que obligan a Manolo a echar el resto. ¡°Esta para ti, Pura¡±, le dice. ¡°?Est¨¢n lloviendo hombres!¡±, contesta refiri¨¦ndose a la canci¨®n It?s raining men de The Weather Girls. Emocionada, se levanta de su asiento al tiempo que contonea los hombros y busca con la mirada a su marido. Ambos disfrutan como en el 82, pero cuando el subid¨®n termina, Pura le recuerda:
¡ª Hay que cenar, ni?o.
Manolo acata, se dirige a la barra y se seca el sudor de la frente con una servilleta. All¨ª, apoyado frente al cat¨¢logo de hamburguesas y perritos, el hombre se sincera en voz baja: ¡°Cada vez que vengo pienso en el tiempo me puede quedar. Soy consciente de que una mala ca¨ªda a mi edad es un peligro. En las dos ¨²ltimas que tuve me abr¨ª la cabeza y acab¨¦ en el Hospital de La Paz. Pero es que no puedo evitarlo, me puede m¨¢s la pasi¨®n que el miedo¡±. Pura gesticula desde su mesa.
¡ª?Qu¨¦ quieres, Purichi?
¡ª?Mucho pepinillo y mucho bacon!
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