Aqu¨ª nadie quiere vender
La colonia Ben¨¦fica Bel¨¦n, en San Blas-Canillejas, fue construida por obreros que luego las habitaron con sus familias, lo que gener¨® un v¨ªnculo sentimental y especial con las casas
En la colonia Ben¨¦fica Bel¨¦n, en el distrito San Blas-Canillejas de Madrid, los buzones de las casas est¨¢n bastante altos. Tanto, que para poder introducir una carta hay que levantar el brazo.
¨D?Usted sabe a qu¨¦ se debe tanta altura en los buzones?
¨DNo, pero casi todos son as¨ª¨D, contesta una vecina.
Aqu¨ª, en una ma?ana soleada, la actividad se incrementa hacia el mediod¨ªa. Se?ores y se?oras que vuelven de la compra con bolsas o con el carrito. Obreros saliendo y entrando de viviendas. Varios sacos llenos de escombros de obras de reforma. Pal¨¦s de ladrillos. Aires acondicionados reci¨¦n instalados. Candados para bicicletas y motos en las rejas de las ventanas.
Tambi¨¦n una tertulia de tres vecinas a las puertas de una vivienda. Dos de ellas son de las primeras habitantes de la colonia.
¨DEstas casas tienen por lo menos 64 a?os¨D, dice Anastasia (87 a?os, Madrid).
¨DTienen m¨¢s, porque cuando vinimos estaba yo embarazada del mayor y ya est¨¢ jubilado¡¨D, replica Montserrat (88 a?os, Madrid).
¨D?Pues eso digo yo!¨D, recalcula Anastasia.
Las dos son madres de dos hijos. Las dos est¨¢n viudas. El marido de Anastasia construy¨® la casa con sus manos. ¡°Aqu¨ª hab¨ªa gente de todas las ramas. Marmolistas, escayolistas, alba?iles¡ Cada uno aportaba lo suyo a la construcci¨®n de las casas y, una vez acabadas, se sorteaban entre todos los que hab¨ªan participado en la construcci¨®n¡±, explica. ¡°Mi marido jugaba en el Rayo Vallecano ¨Dse llamaba Cecilio Pla¨D y le pagaban el alba?il que ven¨ªa en su lugar¡±, cuenta Montserrat.
La Ben¨¦fica Bel¨¦n pertenece a las colonias que se conoc¨ªan como domingueras: los trabajadores que posteriormente habitar¨ªan las viviendas las constru¨ªan los domingos, en su hipot¨¦tico d¨ªa de descanso. La proyect¨® en 1954 la constructora del mismo nombre, con 169 viviendas unifamiliares divididas en seis manzanas. El Instituto Nacional de Vivienda asumi¨® dos tercios del coste. Estaba destinada a dignificar la calidad de vida de la clase obrera.
Los terrenos, cuentan los vecinos, fueron una donaci¨®n de una orden de monjas. De ah¨ª que varias de las calles se llamen Hogar de Bel¨¦n, del Nacimiento, del Patriarca Jos¨¦ o de Egipto. Casi todas las parcelas tienen 51 metros cuadrados, con unos 23 metros construidos en cada una de las dos plantas y un patio posterior en la principal. Con cocina, sal¨®n, patio, un ba?o y dos o tres habitaciones en funci¨®n de la distribuci¨®n del segundo piso. Las reformas llevan alguna vivienda hasta los 80 metros cuadrados.
¡°A m¨ª venir aqu¨ª no me hizo especial ilusi¨®n. Antes viv¨ªa en la zona de la calle Costa Rica¡ Imag¨ªnate lo que me cost¨® cambiar¡±, dice Montserrat. Luego fue muy feliz. ?Y ahora? ¡°Es que hace 17 a?os que me falta lo principal, mi marido, y lo sigo echando mucho de menos¡±. Montserrat ense?a su casa. Sal¨®n ¨Dcon un sof¨¢ enorme¨D cocina y ba?o en la planta de abajo, con un patio azulejado de colores.
Dos tramos de escaleras ¨Del primero de 10, el segundo de dos¨D conducen a las dos habitaciones del piso superior. Hay un televisor en cada estancia. Tambi¨¦n muchos libros. ¡°Por las ma?anas madrugo y hago la comida, dejo la casa arreglada y salgo a andar. Por la tarde leo, coso¡ para pasar el tiempo. A las ocho me subo a la habitaci¨®n. Aqu¨ª me siento m¨¢s acompa?ada. Abajo me siento muy sola¡±. Se sienta en la cama y pierde durante unos instantes la mirada.
Antes de despedirse, Montserrat asegura que merece la pena acercarse a la colonia en Navidad. ¡°Al menos a nuestra calle, que decoramos muy bonitas las casas. Mira, yo todav¨ªa tengo alg¨²n adorno¡±, r¨ªe antes de despedirse para echar ¡°la primitiva y el Euromill¨®n¡±. Sigue jugando a los mismos n¨²meros que compart¨ªa con su marido.
De vuelta a la calle, un empleado de una agencia inmobiliaria, con corbata monocolor, charla con un vecino.
¡°Aqu¨ª vender no vende nadie. Las casas han subido. Est¨¢n muy codiciadas. Posibles compradores hay muchos, lo dif¨ªcil es encontrar a alguien que quiera vender. Y a veces se venden tan r¨¢pido que ni nos enteramos. Tiene que ser que la quieran vender los abuelos, o que haya varios herederos y la quieran repartir. Si son un ¨²nico hijo o incluso dos, optan por alquilarla, por el valor sentimental que tiene para ellos¡±, explica el agente.
Jos¨¦, el vecino de 66 a?os con el que est¨¢ hablando, corrobora su discurso: ¡°Duermo en la misma habitaci¨®n en la que nac¨ª. En mi casa llegamos a vivir ocho personas. Mis padres, cinco hijos y mi abuela. Los cuatro hermanos dorm¨ªamos en una misma habitaci¨®n con dos literas. Mi hermana, en la suya¡±.
Tambi¨¦n hay quien ha llegado recientemente. Amandine Demuynck (37 a?os, Par¨ªs), compr¨® su casa aqu¨ª hace cinco a?os. Vive con su novio. Trabaja en una empresa de contenidos de marketing. Explica la reforma que hizo en su vivienda, a cuyo piso superior ha a?adido un ba?o. ¡°Los terrenos que hay delante de cada casa en las calles peatonales no son de nadie, pero le corresponde a cada vecino cuidar del que tiene justo delante¡±, cuenta.
Se ven rosas, romero, moras o limas. Uno de los retos que tienen estas viviendas, muy alargadas y con pocas ventanas, es conseguir luz. De ah¨ª la importancia de los patios para el d¨ªa a d¨ªa. ¡°Es agradable trabajar en el patio interior oyendo el sonido de los p¨¢jaros¡ cuando no te cagan, claro¡±.
La asociaci¨®n de vecinos de la colonia, formada por un centenar de socios que pagan 20 euros al a?o, es propietaria de un bar que se construy¨® en 1980. Alquilan el negocio y se reservan algunos espacios para los vecinos. La terraza, con capacidad para 60 personas, cotiza al alza en verano ¨Dpor la sombra¨D y en invierno ¨Dla ca¨ªda de las hojas de los ¨¢rboles permite que entre el sol todo el d¨ªa¨D. Abre de ocho de la ma?ana a doce de la noche. Ofrece men¨² del d¨ªa. Hoy se puede elegir de primero entre gazpacho y ensalada de arroz. De segundo, pincho moruno o chuleta de Sajonia. De postre hay tarta de queso, tarta helada, mel¨®n o pi?a. Ahora se llama La Asociaci¨®n. En su d¨ªa, fue Hogar de Bel¨¦n. Curioso nombre para un bar.
Pilar (90 a?os, Madrid), vive en la casa que construy¨® su padre para ella. Es la mayor de cinco hermanos. Recuerda venir los domingos a ver c¨®mo avanzaba la obra. Empez¨® a trabajar a los 10 a?os, como dependienta de una casa de moda. Recuerda que el d¨ªa que cumpli¨® 11 las due?as le regalaron unos calcetines blancos. ¡°No sabes qu¨¦ ilusi¨®n me hizo¡ es que de aquella no ten¨ªamos ni para calcetines. La posguerra aqu¨ª fue muy mala¡±.
Es viuda y tiene dos hijas y dos nietos. Recibe en su casa con la televisi¨®n emitiendo una homil¨ªa del Papa Francisco. Lleva al cuello un pulsador para emergencias. ¡°Es verdad que ahora la gente es m¨¢s independiente. Nos llevamos bien, pero no es lo de antes¡±. Su hija Gema Covadonga (53 a?os, Madrid) recuerda ¡°salir a la puerta de casa, cenar todos juntos en la calle con lo que cada uno pon¨ªa, m¨²sica y juegos en la calle, puertas abiertas para entrar y salir de las casas de los que m¨¢s afinidad ten¨ªas... vamos, un pueblo en la ciudad, con una tranquilidad absoluta¡±.
Tras m¨¢s de seis d¨¦cadas en la colonia, Pilar dice ser ¡°muy feliz aqu¨ª¡±. ¡°Me encanta estar en el sal¨®n y en el patio, con los tiestos. Tengo muchas amistades, salgo a misa, que tengo la iglesia ah¨ª al lado¡ y vivo en una casa que construy¨® para m¨ª mi padre¡±.
Una cartera se acerca a una puerta. Alza el brazo e introduce una carta.
¨DPues s¨ª que est¨¢n altos los buzones, ?eh?
Los carteros tampoco saben el motivo.
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