Cibeles o el car¨¢cter madrile?o
Nuestra Se?ora de las Comunicaciones, un edificio cuya silueta ha sido testigo de la Historia y ha viajado por el mundo impresa en las cartas postales
No es casualidad, aunque lo parezca, que el principal rasgo del car¨¢cter madrile?o haya sido siempre, hasta nueva orden, esa po¨¦tica ausencia de car¨¢cter sustanciada en la socarrona iron¨ªa del ¡®vuelva usted ma?ana¡¯, una cr¨®nica carencia de grandes monumentos o el escu¨¢lido curso del r¨ªo Manzanares.
No lo es porque fue precisamente ese vac¨ªo lo que determin¨® su elecci¨®n...
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No es casualidad, aunque lo parezca, que el principal rasgo del car¨¢cter madrile?o haya sido siempre, hasta nueva orden, esa po¨¦tica ausencia de car¨¢cter sustanciada en la socarrona iron¨ªa del ¡®vuelva usted ma?ana¡¯, una cr¨®nica carencia de grandes monumentos o el escu¨¢lido curso del r¨ªo Manzanares.
No lo es porque fue precisamente ese vac¨ªo lo que determin¨® su elecci¨®n como capital del reino hace m¨¢s de cuatro siglos, cuando el rey Felipe II tuvo que elegir una capital desde la que gobernar el nuevo estado espa?ol fundado por los Reyes Cat¨®licos:
¡°A nuestro entender ¨Cescribi¨® el insigne cronista madrile?o Mesonero Romanos¨C, la primera consideraci¨®n fue sin duda la pol¨ªtica de crear una capital nueva, ¨²nica y general a todo el reino, ajena a las tradiciones, simpat¨ªas o antipat¨ªas hist¨®ricas de las anteriores, y que pudiera ser igualmente aceptable a castellanos y aragoneses, andaluces y gallegos, catalanes y vascongados, extreme?os y valencianos¡±.
Pol¨ªtica fue igualmente la decisi¨®n tomada a principios del siglo XX de centralizar en la plaza de Cibeles los obsoletos servicios de Correos y Tel¨¦grafos que se agrupaban en torno a la Puerta del Sol. La congesti¨®n en torno al kil¨®metro cero, origen radial de las carreteras espa?olas y de la distribuci¨®n de las correspondencias, era ya entonces insostenible, y no pod¨ªa sino seguir agrav¨¢ndose con la extensi¨®n de la ciudad proyectada por el ingeniero Castro, cuyas cuadr¨ªculas iban alfombrando los nuevos barrios de Salamanca o Chamber¨ª.
Desde el punto de vista t¨¦cnico, la soluci¨®n recomendada fue la de disgregar sus oficinas: ser¨ªan m¨¢s eficaces, dec¨ªan los carteros, varios edificios distribuidos por la ciudad que uno solo mastod¨®ntico en el centro. Pero, una vez m¨¢s, el Estado impuso su criterio: vapuleado por el desastre del noventa y ocho y la p¨¦rdida de las ¨²ltimas colonias, necesitaba hacer campa?a patri¨®tica, y juzg¨® m¨¢s oportuno crear un s¨ªmbolo que uniera Madrid con las provincias, reforzando su imagen capitalina.
Dos j¨®venes arquitectos con apenas treinta a?os cumplidos, Antonio Palacios y Joaqu¨ªn Otamendi, ganaron el concurso convocado en 1904 con un proyecto que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando defini¨® como una ¡°creaci¨®n genial¡±. Una fachada monumental abraza la fuente de Cibeles, diosa madre, para crear la imagen m¨¢s reconocible de Madrid, la que la representa, si es eso posible, dentro de esa constelaci¨®n de inequ¨ªvocos iconos urbanos como la Torre Eiffel, el Puente de Londres o el Coliseo de Roma.
Tras esa membrana escult¨®rica, los arquitectos organizaron el proceso industrial de la gesti¨®n de la correspondencia en amplias naves de estructuras met¨¢licas vistas que rodear¨ªan el gran sal¨®n central de atenci¨®n al p¨²blico, coraz¨®n del edificio.
La construcci¨®n del Palacio, que dur¨® doce a?os en lugar de las cuatro previstos, marc¨® el origen de la transformaci¨®n de la capital en una gran ciudad europea durante esas dos primeras d¨¦cadas del siglo XX, en las que se iniciaron adem¨¢s las obras de la Gran V¨ªa y del Metro, cuya primera l¨ªnea se inaugur¨® en 1919, a?o en que se abrieron las puertas de Correos al p¨²blico.
¡®Guste o no guste¡¯, como dec¨ªa el historiador del arte Chueca Goitia, el Palacio de Cibeles es un asombro. Su abigarrada fachada y su torre¨®n de aire medieval convirtieron la gran f¨¢brica de las comunicaciones en un templo laico, s¨ªmbolo urbano de la centralidad y a la vez parte fundamental de la vida ¨ªntima de los madrile?os, que echaban las cartas en el majestuoso p¨®rtico de los buzones del paseo del Prado o recog¨ªan un giro postal en los mostradores del solemne vest¨ªbulo.
Con ese sarc¨¢stico humor no exento de una cierta ternura, los chuscos bautizaron al Palacio como Nuestra Se?ora de las Comunicaciones. Su silueta ha sido testigo de la Historia, y ha viajado por el mundo impresa en las cartas postales. Alberga desde hace algo m¨¢s de una d¨¦cada la sede institucional del Ayuntamiento de Madrid y el centro cultural CentroCentro, y sigue representando la esencia de ese car¨¢cter madrile?o tan dif¨ªcil de acotar y adjetivar.
Jacobo Armero es comisario de la exposici¨®n permanente Vida del Palacio de Cibeles, abierta al p¨²blico desde este mes de diciembre en CentroCentro, Palacio de Cibeles, Madrid.
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