Hacerse el enfermo para dormir en un hospital: la odisea de una familia venezolana en busca de asilo y techo
El colapso del sistema para solicitar protecci¨®n internacional satura los servicios sociales del Ayuntamiento de Madrid y deja a miles de migrantes a la deriva
La primera noche despu¨¦s de quedarse sin techo por impago de su habitaci¨®n, y tras peregrinar por un par de albergues municipales, la familia de los Pe?a Mora se plant¨® en la puerta del Samur social hasta las 22.00. Necesitaban un lugar para refugiarse, el term¨®metro rozaba los cinco grados y descontando. Marisela Mora (Venezuela, 38 a?os) se empez¨® a desesperar: ¡°Los ni?os temblaban de fr¨ªo, lloraban y yo no ten¨ªa cobijas [mantas]¡±, se?ala esta madre de tres ni?os, que confiesa que se le ¡°parti¨® el alma¡± al ver as¨ª a los cr¨ªos. Una empleada del Samur les advirti¨® de la falta de plazas. Les su...
La primera noche despu¨¦s de quedarse sin techo por impago de su habitaci¨®n, y tras peregrinar por un par de albergues municipales, la familia de los Pe?a Mora se plant¨® en la puerta del Samur social hasta las 22.00. Necesitaban un lugar para refugiarse, el term¨®metro rozaba los cinco grados y descontando. Marisela Mora (Venezuela, 38 a?os) se empez¨® a desesperar: ¡°Los ni?os temblaban de fr¨ªo, lloraban y yo no ten¨ªa cobijas [mantas]¡±, se?ala esta madre de tres ni?os, que confiesa que se le ¡°parti¨® el alma¡± al ver as¨ª a los cr¨ªos. Una empleada del Samur les advirti¨® de la falta de plazas. Les sugiri¨® irse al aeropuerto, donde decenas de personas sin hogar se refugian cada noche, o a un hospital cercano.
Eligieron la segunda opci¨®n. Se fueron a La Paz. ¡°Nos quedamos a un ladito, como si fu¨¦ramos a una urgencia, casi que escondidos para que no nos fueran a sacar¡±, describe la madre. Pasaron la noche de este mi¨¦rcoles sentados en la sala de espera y el jueves se levantaron al despuntar el sol para llevar a los ni?os al colegio al que asisten en el norte de Madrid. Desde que llegaron a la capital, en noviembre de 2023, intentan solicitar asilo diariamente.
Al ser de Venezuela, un pa¨ªs sumido en una debacle econ¨®mica y social, tienen una alt¨ªsima tasa de acogida por razones humanitarias, pero el sistema est¨¢ colapsado, no hay citas y ni siquiera han logrado presentar la documentaci¨®n. Espa?a recibi¨® 163.000 solicitudes en 2023, el n¨²mero m¨¢s alto registrado, un tercio m¨¢s que en 2022. El Ayuntamiento se queja del desborde de los servicios de emergencia por el atasco de solicitantes de asilo que esperan en un limbo a que alguien conteste el tel¨¦fono para darles una cita.
La familia lleg¨® a Espa?a el 29 de noviembre de 2023 con la ilusi¨®n de encontrar ¡°un trabajo y buscar un mejor futuro¡±. Bastaron d¨ªas para que se esfumara el espejismo. ¡°No sab¨ªamos que eran tan dif¨ªcil conseguir la cita del asilo para comenzar a trabajar¡±, confiesa Mora, quien llama ininterrumpidamente en busca de una citaci¨®n. Se pasa el d¨ªa de un lado para el otro, en busca de una habitaci¨®n para su familia, siempre con el tel¨¦fono en altavoz dentro del bolsillo de la chaqueta, en llamadas con la Oficina de Asilo y con algunas comisarias que pueden alargarse varios minutos. Nadie contesta.
Ella telefonea hasta las 20.00, incluso cuando sabe que el horario de atenci¨®n termina una hora antes. Esta impotencia es bien conocida por cientos de migrantes de todo el mundo que, cansados de esperar una respuesta al otro lado de la l¨ªnea, han presentado sus quejas este martes ante el Defensor del Pueblo, respaldados por una veintena de ONG, para denunciar la imposibilidad de iniciar el tr¨¢mite, que por ley deber¨ªa realizarse en un plazo m¨¢ximo de un mes a partir de la llegada a Espa?a.
El Ministerio de Interior afirma que han aumentado la plantilla de 60 a 300 funcionarios ante el crecimiento desbordado de solicitudes: 163.218 en 2023, aunque solo 12 de cada 100 registros se resolvieron a favor de los solicitantes. La situaci¨®n ha empeorado con el cambio del sistema de los turnos para solicitar el asilo. Con el argumento de evitar que hackers acapararan las citas para revenderlas, el Gobierno dio a cada comisar¨ªa la potestad de elegir c¨®mo gestionar los tr¨¢mites, ya sea por correo electr¨®nico o por tel¨¦fono, pero el personal no ha dado abasto. El ministerio no contempla m¨¢s medidas para agilizar la tramitaci¨®n de asilo, ha puntualizado a EL PA?S.
Sin soluciones del Ejecutivo, el Ayuntamiento sostiene que no quiere pagar los platos rotos por una problem¨¢tica que considera que no le corresponde. El Consistorio ha se?alado a este diario por escrito: ¡°Si el Gobierno central no drena, el Ayuntamiento pierde su capacidad de dar entrada a nuevas personas¡±. Afirma que sus albergues est¨¢n al 100% de ocupaci¨®n. ¡°Esta atenci¨®n municipal, que deber¨ªa ser transitoria, se est¨¢ prolongando y cronificando en el tiempo¡±, escribe Cibeles, que cifra en 48 d¨ªas el promedio de permanencia de los migrantes en los refugios temporales.
La cronolog¨ªa del colapso de Venezuela se puede narrar a trav¨¦s de la historia de la familia Pe?a Mora. En el 2011 tuvieron al hijo mayor, Ferdinand Santiago, de 12 a?os, para quien lo m¨¢s agobiante del actual peregrinaje en busca de techo es no cumplir con los deberes del colegio. En ese entonces la escasez apenas asomaba la cabeza, pero dos a?os despu¨¦s, cuando nace David Fernando, de 10 a?os, Mora recuerda que ¡°ya era una odisea conseguir pa?ales y leche¡±. La menor, Diana Marisela, de ocho a?os, conoci¨® el mundo cuando la crisis mostraba su cara m¨¢s feroz. La madre ¡°improvisaba los pa?ales con bolsas de pl¨¢stico y trapitos, no se consegu¨ªa leche y el az¨²car ya la vend¨ªan por cucharitas¡±.
El padre, que lleg¨® en 1992 a Venezuela tras huir de la guerrilla en Colombia, fue polic¨ªa en la ciudad de Barinas para despu¨¦s dedicarse a la construcci¨®n, aprendida de su padre, hasta que los materiales comenzaron a escasear y la industria se paraliz¨®. Arrinconados por p¨¦rdida de poder adquisitivo, comenzaron a meditar la idea de migrar a Espa?a, siempre disuadidos por el temor a lo que pudiera salir mal, ¡°principalmente por los ni?os¡±, repiten ambos padres. Un d¨ªa, pusieron en venta la casa que Pe?a hab¨ªa construido con sus propias manos.
¡°Si la vendemos, nos vamos¡±, pensaron. Meses despu¨¦s, recibieron 7.000 d¨®lares por el patrimonio de toda su vida. Alcanz¨® para comprar los billetes a Espa?a y pudieron reservar mil euros para los primeros d¨ªas. Poco m¨¢s. No alcanz¨® para sacar los pasaportes ¡ªque en Venezuela son car¨ªsimos y dif¨ªciles de tramitar¡ª. As¨ª que Ferdinand cruz¨® la frontera con sus hijos para conseguir el documento de viaje en Colombia. Finalmente, dejaron Barinas, una peque?a ciudad en las llanuras del r¨ªo Santo Domingo, donde Ferdinand y Marisela se hab¨ªan conocido casi 20 a?os atr¨¢s, mientras ¨¦l patrullaba el barrio donde viv¨ªa ella.
El Estado espa?ol tramita favorablemente el 99% de las solicitudes de asilo de ciudadanos venezolanos, principalmente por razones humanitarias, v¨ªa por la que 40.574 venezolanos obtuvieron protecci¨®n del Estado en 2023, seg¨²n cifras del Ministerio del Interior. Tal grado de aceptaci¨®n solo es comparable con pa¨ªses como Ucrania, con el 100% de solicitudes aprobadas, o con pa¨ªses de ?frica en crisis, como Mal¨ª y Sud¨¢n, con tasas por encima del 90%. Ferdinand parece consciente de eso porque repite constantemente: ¡°Nosotros solo necesitamos que nos den la cita para pedir el asilo¡±. El resto, se lo quieren ganar trabajando.
Con la tarjeta blanca, concedida a los solicitantes de asilo cuyo tr¨¢mite est¨¢ en proceso, esta familia podr¨ªa aspirar a un empleo en seis meses y, mientras tanto, a la ayuda de organismos como la Cruz Roja para aliviar su situaci¨®n habitacional. Pero sin ese documento, solo pueden apelar a los servicios de emergencia del Ayuntamiento o alberges de ONG, disponibles apenas por d¨ªas. ¡°Es horrible esta situaci¨®n. Me preocupan mis ni?os, verlos de un lado para otro, estresados, llorando. El mayor me dec¨ªa que ten¨ªa deberes que hacer. Es horrible mandarlos as¨ª al colegio¡±, lamenta Mora.
Ferdinand ha probado conseguir dinero en plaza El¨ªptica ¡ªesa rotonda donde decenas de inmigrantes esperan cada d¨ªa a que venga una furgoneta desconocida con una oferta laboral ef¨ªmera¡ª. ¡°A veces logra que se lo lleven por horas a botar escombros o como ayudante de construcci¨®n¡±, relata Mora. No quieren forrarse. En palabras de Pe?a: ¡°Queremos conseguir nuestras cosas aqu¨ª, que los ni?os elijan qu¨¦ quieren estudiar y tengan un mejor futuro¡¡±. El padre desenfoca la mirada en el horizonte, como hurgando en un pasado lejano antes de terminar la frase: ¡°Tener las cosas aqu¨ª, normal, como las tuvimos en Venezuela el tiempo que estuvimos tan bien¡±.
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