Palabra de Mafalda
La ni?a creada por Quino tiene una escultura en Matadero, desde all¨ª sigue observando el mundo. La mayor¨ªa de las reflexiones del personaje, que ha cumplido 60 a?os, siguen totalmente vigentes
¡°?Qu¨¦ paren el mundo, que me quiero bajar!¡±, grita Mafalda en una vi?eta que no es original de Quino, aunque sea de las m¨¢s reproducidas.
Hace algunas ma?anas me despert¨¦ con esa frase en la cabeza, me ocurre con cierta frecuencia por distintos motivos, el de ese d¨ªa era claro: ya hab¨ªa resultado de las elecciones estadounidenses, por si era necesario echar m¨¢s fango al fango. Ante la imposibilidad de huir del planeta, intent¨¦ dormir algo m¨¢s. Ojal¨¢ hubieran sido cuatro a?os, hasta que Trump deje la Casa Blanca, pero esta tampoco es la soluci¨®n. Con ese futuro, decid¨ª ir a ver a Mafalda. S¨ª, s¨ª, la ni?a creada por Quino, que lleva dos semanas sentada en un banco delante de la Casa del Lector, en Matadero. Me imagin¨¦ junto a ella, mirando al frente, viendo la vida pasar y comentando el porvenir, como tantas veces la dibuj¨® Quino con sus amigos.
Y all¨ª llegu¨¦. Y all¨ª est¨¢ ella, con los ojos abiertos y despiertos, observando con una sonrisa simp¨¢tica y acogedora.
¨DHola, Mafalda. ?C¨®mo van las cosas? ¨Dpregunt¨¦.
¨DLas cosas no van: vienen ¨Dcontest¨®.
Vale, eso no fue exactamente as¨ª. Mafalda es de resina, mide 80 cent¨ªmetros, pesa 20 kilos y es una de las 12 esculturas de esta ni?a repartidas por todo el mundo. En Espa?a hay otra en Oviedo. Claro que no habla, pero ha hablado mucho ¨Den septiembre cumpli¨® 60 a?os¨D, de hecho, esa peque?a conversaci¨®n no la tuvo conmigo el otro d¨ªa en Matadero, ocurri¨® entre la peque?a antisopa y su amigo Felipe en una de las tiras que public¨® en 1979 Lumen (propiedad ahora de Penguin Random House).
Cuando me enter¨¦ de que Mafalda ser¨ªa vecina de Madrid, como ya lo fue su creador algunas temporadas, rescat¨¦ de la estanter¨ªa los c¨®mics originales y los rele¨ª. S¨ª, esos de los setenta, de p¨¢ginas gruesas y ¨¢speras de color beige oscuro, casi marr¨®n. No s¨¦ si siempre fueron as¨ª o el tiempo ha hecho mella en ellas. Comenc¨¦ a se?alar historietas y vi?etas con vigencia total, como si no hubiera cambiado nada.
¡°Si tuvieras h¨ªgado¡ Qu¨¦ hepatitis, ?eh?¡±, le dice la peque?a entristecida a un globo terr¨¢queo, tras escuchar las noticias en la radio. Escucha esto, Miguelito, dice la ni?a en otra vi?eta: ¡°El meteor¨®logo Morris Sucger, de la Universidad de California, declar¨® que la contaminaci¨®n industrial del aire podr¨ªa exterminar a la humanidad para el a?o 2064¡å. Miguelito responde: ¡°Me pregunto que har¨¦ yo, viejito y solo, en todo este mundo despoblado¡±.
Otra tira: primero se ve a Mafalda lanzando algo que vuela. Luego, recoge un avi¨®n de papel. Igual con Felipe, que lanza algo que vuela y recoge otro avi¨®n de papel. Imagen final: Manolito lanza algo que cae directamente al suelo. Recoge un barco de papel y se lamenta: ¡°No entiendo qu¨¦ puede haber fallado¡±.
?Les suena? Cero autocr¨ªtica en esa ¨²ltima historia. Las noticias, la actualidad, para echarse a llorar. Los grav¨ªsimos problemas que causa la contaminaci¨®n, adem¨¢s, con un punto m¨¢s de raz¨®n que esa consigna que dice No hay planeta b. Las palabras de Quino a trav¨¦s de sus personajes hablan de ¡°exterminar a la humanidad¡±, porque m¨¢s que cargarnos el planeta, nos estamos cargando las condiciones que nos permiten vivir en ¨¦l. La Tierra estaba aqu¨ª mucho antes de que los humanos la habit¨¢ramos y probablemente siga girando sin nosotros. A pesar de las dudas de Miguelito, que le pregunta a Mafalda: ¡°Decime, ?antes de nacer nosotros exist¨ªa realmente el mundo?¡±. ¡°?Mir¨¢ que sos tonto, Miguelito!, ?claro que exist¨ªa!¡±, responde ella malhumorada. ¡°?Y para qu¨¦?¡±, espeta el ni?o ante una Mafalda estupefacta. Parece que el adanismo es tan antiguo como Ad¨¢n.
Podr¨ªa seguir y contar c¨®mo la criatura de Quino coge un pu?ado de arena en la playa y observa la que se le va escapando. ¡°Es curioso c¨®mo por m¨¢s que uno trata de retenerlo, el pu?ado de arena se escapa de la mano¡±, reflexiona. ¡°?No hay caso. ?Se va, se va! ?Nada! ?Apenas unos m¨ªseros granitos!¡±, insiste en las siguientes vi?etas hasta que su padre grita: ¡°?Basta con esa maldita alegor¨ªa del sueldo!¡±. ?Les suena?, repito.
Ya paro. He estado tentada a continuar y que esta columna fuera ¨ªntegra de las palabras y apreciaciones de Mafalda, o sea, de Quino que, por otro lado, es mucho m¨¢s que Mafalda y compa?¨ªa. En sus tiras est¨¢ todo, o casi, porque algo s¨ª hemos cambiado. Por suerte, la cig¨¹e?a que trae los beb¨¦s de Par¨ªs s¨ª se ha extinguido y ahora se intenta explicar de una forma m¨¢s realista a los ni?os c¨®mo nacemos, aunque no siempre se consigue. Y tambi¨¦n hay quien preferir¨ªa que los ni?os siguieran creyendo en cig¨¹e?as portabeb¨¦s. Susanita, hoy, ser¨ªa calificada de tradwife.
Durante el rato que estoy con Mafalda en el banco, observo que no pasa mucho tiempo sola, siempre hay alguien que llega a verla. Una chica que ha venido porque a su madre le gusta mucho y va a mandarle una foto, me cuenta que el fin de semana hay colas para inmortalizarse con la peque?a inconformista, inteligente y curiosa ni?a. De fondo, en la plaza de Matadero se oye m¨²sica y un grupo de una treintena de personas cruza ese espacio en diagonal de manera reiterativa. Si no fuera por ellos, esa explanada estar¨ªa vac¨ªa.
Cuando me despido de Mafalda, me acerco a curiosear qu¨¦ ocurre. Seg¨²n llego, oigo la voz de Mar¨ªa Pag¨¦s dando indicaciones, la busco, est¨¢ en medio de ellos, de negro, con su caracter¨ªstica y larga melena gris. Vuelve la m¨²sica, vuelven a cruzar la plaza. Repiten y repiten. Est¨¢n grabando la presentaci¨®n del pr¨®ximo jueves, d¨ªa 21, del Centro Danza Matadero, dirigido por la bailaora y core¨®grafa. Una se queda absorta vi¨¦ndolos... Pero tengo que ir a trabajar, no hay mucho tiempo entre las tormentas que vivimos para hablar con esculturas de Mafalda o disfrutar de unos bailarines ensayando. O como dir¨ªa Mafalda al bajarse de un columpio: ¡°Como siempre, apenas uno pone los pies en la tierra, se acaba la diversi¨®n¡±.
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