Detenerse a observar un mapa es casi siempre un ejercicio de evasi車n que, muy a menudo, incluye un deseo de movimiento. Tal vez esa parte de imaginaci車n, o sue?o, o ambici車n, o incluso huida, sea lo que los convierte en algo m芍s que en una 迆til representaci車n gr芍fica para el desplazamiento. La cartograf赤a acumula coleccionistas por todo el mundo, cada vez m芍s empresas se dedican exclusivamente a embellecer estas cartas, y surgen por doquier amantes creadores que versionan o reinterpretan.
La exposici車n de la Hispanic Society of America (HSA) trae cinco documentos a El Prado: el atlas mundial de Battista Agnese (Venecia, 1550), el atlas del mar Mediterr芍neo y del Atl芍ntico oriental, de Joan Martines (Messina, 1582), el mapamundi de Giovanni Vespucci (Sevilla, 1526), el mapa de Tequaltiche (M谷xico, 1584), y el plano de Ignacio Castera y Anselmo L車pez de Ciudad de M谷xico (M谷xico, 1776). Pergamino, papel, acuarela y tinta de varios siglos convertidas en obras de arte.
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