Jos¨¦ Epita Mbomo, el electricista que sabote¨® a los nazis y salv¨® a sus amigos
El guineano se form¨® como mec¨¢nico de aviones y se cas¨® con una blanca en Murcia en 1936. En el exilio dirigi¨® un grupo local de la Resistencia francesa, fue deportado a Neuengamme y sobrevivi¨® a un bombardeo brit¨¢nico sobre barcos de prisioneros en el B¨¢ltico. Una investigadora de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona ha descubierto su paso por el campo de concentraci¨®n. Esta es su biograf¨ªa, reconstruida por EL PA?S
Jos¨¦ Epita Mbomo
El electricista que sabote¨® a los nazis y salv¨® a sus amigos
Ir al contenidoJos¨¦ Epita Mbomo fue guineano, espa?ol y franc¨¦s. Mec¨¢nico de aviones en los a?os en que de verdad se asaltaron los cielos. El primer negro que, en 1936, se cas¨® con una blanca en Cartagena (qui¨¦n sabe si en Espa?a). Un republicano derrotado que aprovech¨® su trabajo como electricista en Francia para sabotear redes e instalaciones de la Wehrmacht. Un deportado al campo de concentraci¨®n de Neuengamme que ayud¨® a salvar, que la familia sepa, tres vidas. Un superviviente de la masacre del Cap Arcona, el barco alem¨¢n que los brit¨¢nicos bombardearon el 3 de mayo de 1945 como si all¨¢ dentro fuese el mism¨ªsimo Hitler en lugar de 4.500 presos ag¨®nicos evacuados de campos del Tercer Reich. Un hombre pudoroso que apenas comparti¨® sus dos guerras con sus cinco hijos, que le interrogaban sobre el origen de las cicatrices de su espalda sin demasiadas respuestas. Un militante del comunismo cuando se viv¨ªa como una religi¨®n y que rompi¨® el carn¨¦ durante la invasi¨®n sovi¨¦tica de Checoslovaquia. Desde que abandon¨® la isla guineana de Corisco en 1927, asisti¨® en fila privilegiada a lo mejor y lo peor del siglo XX. V¨ªctima y h¨¦roe en una Europa espeluznante. Un obrero corriente que ocult¨® una vida ¨¦pica a su propia familia.
ISLA DE CORISCO GUINEA (1911-1927)
Jos¨¦ Epita Mbomo naci¨® el 15 de agosto de 1911 en Ibanamai, en la isla de Corisco, entonces parte de la colonia espa?ola de Guinea. All¨ª acude a la escuela que gestionan religiosos claretianos que castigaban a sus alumnos a arrodillarse sobre garbanzos, contar¨ªa a?os despu¨¦s a su hijo Andr¨¦s. Vive con su t¨ªa Esperanza. El 6 de enero de 1927 aterrizaron en la isla tres hidroaviones de la Patrulla Atl¨¢ntida, una misi¨®n militar y cient¨ªfica que buscaba sacar pecho en la carrera de los cielos y recoger informaci¨®n para cartografiar la costa occidental africana. La exitosa expedici¨®n regresa con dos adolescentes guineanos a bordo de los barcos de apoyo: Jos¨¦ Epita Mbomo y Jos¨¦ Friman Mata.
En el mismo hidro Dornier vino como pasajero el negrito Pepito Pita de diez y seis a?os, que en la isla de Santa Isabel fu¨¦ encontrado por el comandante Llorente y sus compa?eros de patrulla, quienes previa la autorizaci¨®n de una t¨ªa de aqu¨¦l con quien viv¨ªa, lograron traerlo a Espa?a. Dicho negrito quedar¨¢ en Granada con su madrina, la viuda del teniente Salgado.
Ambos se emplear¨¢n en la base de Los Alc¨¢zares (Murcia) y tendr¨¢n biograf¨ªas en paralelo hasta 1939. Friman se reintegrar¨¢ al taller militar murciano. Epita Mbomo se refugia en Francia y empezar¨¢ otra guerra. A?os despu¨¦s, en 1956, interrogan a Friman sobre su antiguo compatriota en un proceso puesto en marcha por la dictadura para escudri?ar en sus antecedentes. Le perdi¨® la pista en el exilio, cont¨®.
Un par¨¦ntesis sobre la Patrulla Atl¨¢ntida. El siglo XX se estren¨® con la fiebre del cielo. Los aeroplanos se convirtieron en el arma del futuro. Las guerras los desarrollaron a toda mecha: el primer bombardeo espa?ol (artefactos alemanes de 10 kilos arrojados sobre el poblado de Ben-Karrik en el norte de ?frica) fue en 1913, una d¨¦cada despu¨¦s del primer vuelo a motor. Los pa¨ªses rivalizaban por volar m¨¢s horas y m¨¢s lejos. Una de las aventuras espa?olas que tendr¨¢ m¨¢s eco exterior es el raid de tres hidroaviones Dornier Wal desde Melilla hasta Guinea (m¨¢s de 15.000 kil¨®metros ida y vuelta en 121 horas y 25 minutos). Su jefe, el comandante Rafael Llorente Sola, recibi¨® por ello el trofeo Harmon de la Liga Internacional de Aviadores, el mismo a?o que tambi¨¦n se premi¨® a Charles Lindberg por su solitaria traves¨ªa a¨¦rea de EE UU a Francia.
El viaje de tres hidroaviones de Melilla a Guinea fue una de las mayores aventuras espa?olas del siglo XX. Se recorrieron 15.000 kil¨®metros en 121 horas y 25 minutos.
En el Archivo Hist¨®rico del Ej¨¦rcito del Aire, consultado por EL PA?S, se conservan unas 800 fotos tomadas por la Patrulla Atl¨¢ntida y el informe redactado por Llorente en 1944: ¡°La mayor parte de los territorios a recorrer no hab¨ªan sido volados por nadie, por consiguiente no hab¨ªa que contar con aer¨®dromos ni bases de aprovisionamiento o talleres de reparaci¨®n y se hizo preciso situar en los puntos de etapa bidones con la gasolina necesaria y unos motores de repuesto en Canarias, Monrovia y Fernando Poo¡±.
LOS ALC?ZARES ESPA?A (1927-1939)
Apadrinados por el comandante Llorente, los guineanos se integran en el taller de la base a¨¦rea de Los Alc¨¢zares. Epita, desde el 4 de abril de 1927, seg¨²n el Diario Oficial del Ministerio de la Defensa Nacional del 28 de octubre de 1938, donde figura su ascenso como asimilado a teniente. En ese antiguo pueblo de pescadores transformado con la llegada de los aviadores, Epita y Friman se convierten en delanteros del Club Deportivo Alc¨¢zares. Hay referencias a ambos en cr¨®nicas de peri¨®dicos como La Verdad o El Liberal en 1932 y 1933, localizadas por Javier Castillo, director del Archivo General de la Regi¨®n de Murcia.
Antes de que la guerra dinamitase la felicidad, Epita estren¨® 1936 a lo grande. El 1 de enero se casa, como siempre hab¨ªa so?ado, con una mujer blanca: Cristina S¨¢ez, una cartagenera brava que desaf¨ªa la hostilidad ambiental por su relaci¨®n con un negro. La expectaci¨®n por el enlace fue tal que la prensa madrile?a envi¨® periodistas a entrevistar a la pareja. Estampa public¨® un reportaje de Javier S¨¢nchez-Oca?a que merece ser le¨ªdo de principio a fin. Aqu¨ª, un par de p¨¢rrafos:
¡°-?Se opon¨ªa su familia al noviazgo?
-No, mi familia no se mezcl¨® jam¨¢s en nada. Desde el primer momento mi madre me dijo: ¡®T¨² ver¨¢s lo que haces, hija. T¨² eres la que has de vivir con ¨¦l. Si te casas, pi¨¦nsalo bien¡? Mi hermano tampoco se opuso nunca. Era muy amigo de Pepe y le apreciaba mucho. Pero, en cambio, las amigas y los parientes lejanos no me dejaban vivir. A todas horas estaba escuchando lo mismo: ¡°?Huy, Dios m¨ªo, casarse con un negro! ?Pero si te sobran los pretendientes blancos, muchacha! ?Y no te dar¨¢ miedo, por las noches, cuando est¨¦is a oscuras?¡±.
En ese art¨ªculo Jos¨¦ Epita viste el uniforme laboral de la base y Cristina S¨¢ez un quimono que le da un toque de modernidad m¨¢s propio de Los ?ngeles que de Los Alc¨¢zares. O tal vez esa modernidad era la atm¨®sfera de la ¨¦poca antes de ser arrasada por las bombas.
La pareja se hab¨ªa conocido en 1934 durante un baile de Carnaval en el casino del barrio de San Ant¨®n, donde la entrada de Epita conmocion¨®. ¡°?Un negro, un negro! ?Ha entrado un negro en el baile! La orquesta ces¨® de tocar y las buenas madres de familia llamaron en¨¦rgicamente a su lado a las muchachas, que corr¨ªan alocadamente por el sal¨®n¡±, reviv¨ªa Cristina S¨¢ez dos a?os despu¨¦s. ¡°Parec¨ªa que se lo iban a comer y yo me indign¨¦ al ver aquellos aspavientos. ¡®?Qu¨¦ gente m¨¢s salvaje!¡¯, les dije a mis amigas. ¡®?Qu¨¦ tendr¨¢ de particular un negro?¡¯. ¡®Huy, yo no bailar¨ªa con ¨¦l¡¯, dijo una de ellas. ¡®Ni yo¡¯, a?adi¨® otra. ¡®?Y t¨², bailar¨ªas con ¨¦l?¡¯, me pregunt¨® mi hermano. ¡®Yo, s¨ª¡¯, le contest¨¦. Entonces mi hermano, que ya le conoc¨ªa, le llam¨® para present¨¢rmelo: ¡®Mira, Pepito, esta es mi hermana Cristina. Puedes bailar con ella¡¡±.
Y bailaron y se hicieron novios y los j¨®venes del barrio agredieron a Epita por salir con una blanca y las amigas afearon a S¨¢ez por salir con un negro y rompieron y ella se fue a Madrid y ¨¦l fue a buscarla y decidieron casarse. Una historia de amor, vaya. Cuando se casan en Cartagena, una muchedumbre les aguarda a la salida de la iglesia del Sagrado Coraz¨®n. Son el comandante Rafael Llorente y su esposa Mar¨ªa Teresa Flores quienes firman las invitaciones para la boda de su ¡°ahijado¡± Jos¨¦ Epita.
Faltaba poco para el golpe de Estado. ¡°El aer¨®dromo de Los Alc¨¢zares se mantuvo fiel a la Rep¨²blica, que hab¨ªa creado all¨ª una escuela de formaci¨®n de pilotos. Era una base con un ambiente muy progresista, a diferencia de la de San Javier, que pertenec¨ªa a la Marina y donde casi todos los oficiales se sublevaron. El 19 de julio de 1936 los mandos y tropas de Los Alc¨¢zares tomaron la base de San Javier¡±, explica Javier Castillo, coautor de la obra Los Alc¨¢zares en blanco y negro (2006) junto a Juan Francisco Benedicto Mart¨ªnez, y que prepara una exposici¨®n en el Archivo General de la Regi¨®n sobre los 400 deportados murcianos a campos nazis.
En enero de 1939 Cristina S¨¢ez, sus dos hijos y su madre, Mar¨ªa Contreras, viajan de Los Alc¨¢zares a Catalu?a en el taxi de su hermano. Han perdido la guerra y la familia organiza la evacuaci¨®n a Francia. Se alojan unos d¨ªas en la casa de Elvira Sagrera, una solidaria mujer de Banyoles (Girona), que lamentar¨¢ por carta en mayo el desencuentro familiar: ¡°El 29 de enero vino Pepe, que se disgust¨® mucho porque se hab¨ªan marchado (...) Los nacionales deb¨ªan estar muy cerca. Durante su permanencia hizo diligencias para averiguar su paradero y le dijeron que estaban en un hospital o en un asilo en Francia¡±.
M?RIGNAC FRANCIA (1939-1944)
Epita cruza a Francia el 6 de febrero de 1939. Su hija Esperanza descubri¨® la fecha en una libreta donde su padre anotaba asuntos laborales. Hace una semana decidi¨® examinarla de nuevo y encontr¨® lo que siempre hab¨ªa estado ah¨ª y no hab¨ªa visto: las idas y venidas de su padre por campos de internamiento franceses (Saint-Cyprien, Argel¨¨s-sur-Mer, Gurs, Septfonds¡) durante diez meses de 1939.
El 6 de diciembre se incorpora a una empresa de Burdeos. Otra guerra se echaba encima y la especializaci¨®n del espa?ol deb¨ªa de ser apreciada. En alg¨²n momento la familia se reagrupa. ¡°No sabemos cu¨¢ndo se junta de nuevo con mi madre¡±, se?ala Esperanza Mbomo. No debi¨® ser f¨¢cil a pesar de que ambos pasan por los mismos campos y duermen sobre la arena de Argel¨¨s-sur-Mer.
La familia se instala en M¨¦rignac, en el departamento de la Gironda. Epita trabaja de electricista para una compa?¨ªa contratada por la base a¨¦rea de la localidad. En 1942 se suma a un grupo mixto de la Resistencia conocido como Francotiradores y Partisanos Franceses del Sur/Guerrilleros Espa?oles. Ese a?o vuelan un garaje de las tropas motorizadas alemanas en Burdeos y destruyen el cable subterr¨¢neo que un¨ªa el aeropuerto de M¨¦rignac con las unidades de la Wehrmacht de la costa atl¨¢ntica. ¡°No puedo asegurarlo, pero es probable que ¨¦l haya participado en todo eso¡±, se?ala su nieto, Yv¨¢n Mbomo, que en esta revisi¨®n del legado de su abuelo est¨¢ descubriendo a un comunista de convicciones tan firmes que antepone la lucha por sus ideas a la protecci¨®n de su vida y la de su familia. El 1 de abril de 1942 el electricista espa?ol se convierte en el jefe del grupo local de la Resistencia, a las ¨®rdenes de Julian Comme, que a?os despu¨¦s certifica que Epita particip¨® en actos de sabotaje y propaganda con ¡°disciplina y amor para liberar Francia¡±.
El 28 de marzo de 1944, cuando ya hab¨ªa nacido su tercer hijo, le detiene la polic¨ªa francesa.
NEUENGAMME ALEMANIA (1944-1945)
Le deportan con otros 200 espa?oles al campo de concentraci¨®n de Neuengamme, al sur de Hamburgo, donde ingresa el 24 de mayo de 1944. Es el preso 31.635. ¡°Fue deportado por motivos pol¨ªticos, no raciales¡±, destaca Alicia P¨¦rez Comesa?a, la investigadora de la Universitat Rovira i Virgili (URV) de Tarragona que descubri¨® su paso por el campo gracias al convenio con los Archivos Arolsen de Alemania, que le permite el acceso a una gran base de datos de v¨ªctimas del nazismo. ¡°Hasta ahora se conoc¨ªan siete presos de raza negra en Neuengamme, todos miembros de la Resistencia contra los alemanes. Ahora sabemos que, al menos, eran ocho¡±. A pesar de que las SS destruyeron casi toda la documentaci¨®n sobre los 100.000 internados en el complejo, est¨¢ saliendo a la luz nueva informaci¨®n. ¡°Por Neuengamme pasaron m¨¢s de 500 espa?oles. Adem¨¢s de Jos¨¦ Epita, desde la URV hemos identificado a otros deportados espa?oles hasta ahora desconocidos¡±, afirma.
Tanto Alicia P¨¦rez Comesa?a como el historiador Antonio Mu?oz S¨¢nchez, que investiga sobre los trabajadores forzados espa?oles del Tercer Reich, consideran que su oficio pudo contribuir a su supervivencia. ¡°Mientras que muchos de sus compa?eros espa?oles fueron asignados a comandos repartidos por todo el norte de Alemania para realizar tareas dur¨ªsimas y agotadoras, Epita se qued¨® en Neuengamme y trabaj¨® con toda probabilidad en una de las empresas de armamento que all¨ª se instalaron, y donde los trabajadores especializados eran muy apreciados y tratados con menor dureza¡±, apunta la investigadora. ¡°El hecho de ser negro¡±, puntualiza Antonio Mu?oz, ¡°pudo incluso jugar a su favor. En su racismo alocado, los nazis ve¨ªan a los escas¨ªsimos deportados de origen africano como seres ex¨®ticos, y por ejemplo los pon¨ªan a trabajar de camareros.¡±
Y eso ocurri¨® con Epita, que se desempe?aba como mec¨¢nico (o electricista) de d¨ªa y camarero de noche. ¡°Ah¨ª pod¨ªa coger restos de comida, pan podrido, patatas y cosas as¨ª para sus compa?eros¡±, relata Esperanza Mbomo. Su hermano Andr¨¦s recibi¨® testimonios que lo corroboraban: ¡°He conocido a tres de sus amigos del campo que, por separado, me contaron lo mismo. ¡®Tienes un padre extraordinario, si ¨¦l no nos hubiera dado comida cada d¨ªa, ahora estar¨ªamos muertos¡±. A veces el men¨² de supervivencia inclu¨ªa ratas, seg¨²n rememora Rafael Mbomo, otro de sus hijos. El meticuloso obrero salva la vida en una ocasi¨®n porque demuestra que no es el autor de piezas defectuosas, ya que firmaba las que produc¨ªa con sus iniciales. Una de las pocas historias de Neuengamme que ¨¦l mismo cont¨® a la familia.
Puede que Jos¨¦ Epita caminase en una marcha de la muerte o viajase en un hacinado vag¨®n de mercanc¨ªas desde Neuengamme hasta L¨¹beck (unos 70 kil¨®metros) cuando los nazis vac¨ªan el campo a finales de abril de 1945. Le internan en el Cap Arcona, un crucero alem¨¢n de lujo reconvertido en prisi¨®n flotante que en 1942 alberg¨® el rodaje de una pel¨ªcula en versi¨®n nacionalsocialista sobre el Titanic. Visto el final del crucero, un sarcasmo hist¨®rico.
¡°Para los prisioneros, hacinados en las bodegas, no hab¨ªa ninguna clase de v¨ªveres, ni retretes, ni agua. Cuando las SS abr¨ªan las escotillas bajaban ollas grandes de sopa, pero no hab¨ªa tazones ni cucharas y gran parte de la comida ca¨ªa al suelo de la bodega, mezcl¨¢ndose con los excrementos que se incrementaban con rapidez¡±, relata el historiador Richard J. Evans en El Tercer Reich en guerra (Pen¨ªnsula). El 3 de mayo de 1945, la escuadrilla 263 de la RAF lo bombardea junto a otros nav¨ªos fondeados en la bah¨ªa b¨¢ltica y causa una de las mayores tragedias mar¨ªtimas de la historia. El barco se incendia. Las SS hab¨ªan retirado el material salvavidas y cortado las mangueras contraincendios. ¡°En el agua los n¨¢ufragos luchaban a muerte (literalmente) por algo a lo que aferrarse para acabar pereciendo igualmente a causa de las heridas, la hipotermia o simplemente por agotamiento¡±, escribi¨® el capit¨¢n del Ej¨¦rcito del Aire Rafael Morales en un art¨ªculo dedicado al hecho en la Revista General de la Marina. ¡°Se ha dicho que la RAF ocult¨® a sus pilotos durante d¨¦cadas la verdad sobre la naturaleza real de los objetivos hundidos y la identidad de las v¨ªctimas, y debe de ser cierto, porque en la historia oficial brit¨¢nica no se mencionan estos extremos¡±, a?ad¨ªa en el art¨ªculo. Tampoco en obras can¨®nicas como La Segunda Guerra Mundial (Pasado & Presente), de Antony Beevor, o ensayos m¨¢s especializados como Combate moral (Taurus), de Michael Burleigh, se refleja el fatal error de la RAF, que han escudri?ado m¨¢s las historiograf¨ªas alemana y francesa.
De los 4.500 presos del Cap Arcona solo sobreviven 350. Uno de ellos fue Jos¨¦ Epita Mbomo.
M?RIGNAC FRANCIA (1945-1969)
A su familia le cont¨® que se salv¨® porque sab¨ªa nadar. Y apenas cont¨® m¨¢s, ni del barco, ni del campo, ni de la Resistencia ni de la Guerra Civil porque fue siempre un hombre comedido. Sigui¨® la pauta de otros supervivientes de cat¨¢strofes hist¨®ricas, que envolvieron en silencio sus traumas. ¡°Mi padre era un hombre callado que no dec¨ªa nada sobre esas cosas que hoy podemos ver en documentos¡±, sostiene Andr¨¦s Mbomo.
Epita hizo lo que ten¨ªa que hacer, incluido sabotear a los alemanes o salvar la vida de sus amigos en el campo de concentraci¨®n, sin vanagloriarse de las cosas buenas ni recrearse en las malas.
Acabada la guerra regres¨® a M¨¦rignac con Cristina S¨¢ez y sus hijos. Trabaj¨® hasta su muerte en la empresa de electricidad Forclum. En 1956 la Direcci¨®n General de Seguridad de la dictadura pide informes sobre sus antecedentes: ¡°Por interesarlo la Direcci¨®n General de Marruecos y Colonias, ruego a V. I. ordene me sean facilitados cuantos antecedentes y datos consten en esa secci¨®n referentes a JOS? MBOMO, hijo de Jos¨¦ y Catalina Buambuha, tribu benga¡±, se lee en el expediente que se conserva en el Archivo Hist¨®rico del Ej¨¦rcito del Aire consultado por EL PA?S. La fecha, seg¨²n su nieto Yv¨¢n Mbomo, coincide con el momento en que se tramita el cambio de nacionalidad y apellido de la familia (de Epita a Mbomo) ante la administraci¨®n francesa. ¡°En ese momento mis abuelos quieren evitar que sus hijos mayores, que hab¨ªan nacido en Espa?a, tuviesen que cumplir el servicio militar o ser declarados desertores¡±, se?ala.
En 1968 rompi¨® el carn¨¦ comunista mientras ve¨ªa en televisi¨®n a los tanques sovi¨¦ticos aplastando la Primavera de Praga. Al a?o siguiente regres¨® por primera vez a Espa?a. Pas¨® agosto junto a su mujer en Cartagena. Se reencontr¨® con amigos, se conmovi¨®. A la vuelta a Francia le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin. Falleci¨® el 19 de diciembre de 1969 en un hospital en Burdeos. La Rep¨²blica francesa le concedi¨® honores p¨®stumos como resistente en 1975. Cuando su hija Esperanza le pregunt¨® por las cicatrices de la espalda, Epita no aclar¨® su origen. Aunque dijo algo:
¡°No debemos olvidar jam¨¢s, pero perdonar, s¨ª. Yo he perdonado¡±.
Im¨¢genes, documentos y testimonios facilitados por la familia de Jos¨¦ Epita Mbomo y Cristina S¨¢ez, los investigadores Alicia P¨¦rez Comesa?a, Antonio Mu?oz y Javier Castillo, el Archivo Hist¨®rico del Ej¨¦rcito del Aire y el Archivo General de la Regi¨®n de Murcia.
- Cr¨¦ditos
- Coordinaci¨®n: Alberto Quero y Guiomar del Ser
- Direcci¨®n de arte: Fernando Hern¨¢ndez
- Dise?o: Ana Fern¨¢ndez
- Maquetaci¨®n: Nelly Natal¨ª