Plantas, pero tambi¨¦n personas: sus trabajadores, el alma del Real Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid
Un recorrido por el coraz¨®n de esta instituci¨®n cient¨ªfica de m¨¢s de 240 a?os de antig¨¹edad de la mano de quienes cuidan de sus especies y gestionan su d¨ªa a d¨ªa: ¡°Ni las guerras ni las inclemencias del tiempo han podido con ¨¦l¡±
El Real Jard¨ªn Bot¨¢nico observa la ajetreada vida del Paseo del Prado madrile?o desde el a?o 1781, en el que se inaugur¨® en esta nueva localizaci¨®n. Se trasladaba as¨ª desde un lugar m¨¢s alejado de la corte, como lo era el entorno del actual Palacio de la Moncloa. El Jard¨ªn Bot¨¢nico era parte del plan de Carlos III para la reforma del Sal¨®n del Prado. Fruto de esta etapa ilustrada fueron el Real Observatorio y el Real Gabinete de Ciencias Naturales. Este ¨²ltimo nunca llegar¨ªa a utilizarse con esa finalidad, al quedar inacabado, y con el tiempo pasar¨ªa a albergar una de las colecciones de arte m¨¢s importantes a nivel mundial: el Museo Nacional del Prado. Juan de Villanueva (1739-1811) ser¨ªa el encargado de dejar la impronta de su magisterio arquitect¨®nico en todos los edificios de estas instituciones.
Pero la historia de estos lugares est¨¢ tambi¨¦n unida a las personas que los habitan y que desarrollan su actividad laboral en ellos. As¨ª que recorramos el alma de esta instituci¨®n cient¨ªfica de la mano de sus trabajadores. Esteban Manrique, el director del Real Jard¨ªn Bot¨¢nico, destaca que ¡°es un lugar ideal para trabajar¡±. ¡°La capacidad de resiliencia es lo m¨¢s importante de este jard¨ªn, y es lo que lo hace tan especial. Ello va unido a la gran capacidad y profesionalidad de todas las personas que han hecho posible que llegara hasta aqu¨ª, en tan buenas condiciones. Ni las guerras ni las inclemencias del tiempo han podido con ¨¦l¡±, recalca convencido.
Una de las jardineras encargadas del mantenimiento de las plantaciones es Yolanda Fern¨¢ndez, quien trabaja en el jard¨ªn desde que ten¨ªa 18 a?os. Eso ocurri¨® en 1987, y desde entonces Yolanda est¨¢ ¡°absolutamente enamorada¡± de este lugar. Esa pasi¨®n se nota viendo su labor: ¡°Pongo todo el empe?o del mundo en cada lugar donde trabajo. Es un honor, un orgullo y un placer trabajar en el jard¨ªn¡±, y a?ade: ¡°Me encanta cuando se para el tiempo, cuando veo algo bello¡±. Su compa?ero a pie de tierra, Eustaquio Bote, es el jardinero encargado de cuidar la zona de la huerta y de los ¨¢rboles frutales. Aclara que, generalmente, ¡°no se compra ninguna planta¡±, sino que la cr¨ªan a partir de la semilla. Para quien va al jard¨ªn con la intenci¨®n de llenar la bolsa con alguna verdura, Bote recuerda: ¡°Se trata de un huerto did¨¢ctico, para ense?ar c¨®mo son las plantas a quienes no las han visto antes. Hay personas que ven las calabazas y se creen que son melones¡±.
Por tanto, la parte did¨¢ctica es indispensable. Susana Aguilar, monitora de la Escuela Taller, destaca c¨®mo su trabajo ¡°aporta un granito de arena al ayudar a crear conciencia de respeto y cuidado del planeta¡±. Para ella, el jard¨ªn es ¡°un espacio de paz en medio del estr¨¦s de una ciudad como Madrid¡±. Esta isla urbana es algo que mencionan pr¨¢cticamente todas las personas que trabajan en el jard¨ªn. Para Clara Vignolo, t¨¦cnica en Educaci¨®n, lo que hace especial al jard¨ªn es el paisaje: ¡°No solo el paisaje visual, sino tambi¨¦n el que se aprecia a trav¨¦s de otros sentidos: el o¨ªdo, al escuchar las aves, el tacto, el olor¡¡±. Precisamente, Vignolo destaca que la huerta es lo que m¨¢s frecuenta, quiz¨¢s por ese viaje sensorial al que transportan las verduras y los frutales.
El impacto tambi¨¦n se produce al ver unos seres vivos tan delicados y arquitect¨®nicos como los bons¨¢is. En la Terraza de los Laureles se pueden encontrar docenas de estos ¨¢rboles y arbustos en miniatura. ?lex G¨®mez es quien los cuida delicadamente, como se comprueba en su libro Momentum. A G¨®mez no le importa realizar 140 kil¨®metros diarios para desarrollar felizmente su trabajo en el jard¨ªn, que es un espacio diferente cada d¨ªa del a?o: ¡°Cuando paseo por ¨¦l siento bienestar y frescura¡±.
Jes¨²s Garc¨ªa-Rodrigo, comunicador y divulgador cient¨ªfico, puntualiza que en el jard¨ªn trabajan unas 130 personas en los diferentes departamentos y unidades. Coincide con Clara Vignolo en la capacidad de este lugar para exaltar lo mejor de nosotros: ¡°Cuando paseas por sus caminos, te abstraes por completo de la realidad, te olvidas por un instante de cualquier problema o contrariedad. Un lugar que pone a prueba los cinco sentidos¡±. A MariPaz Mart¨ªn, vicedirectora de jardiner¨ªa y arbolado, le encanta observar el Bot¨¢nico desde la atalaya de la zona de los bons¨¢is y ver las copas de los ¨¢rboles: ¡°Te sientes en un lugar muy relajado¡±. Esa relajaci¨®n es la que nos trae el oto?o, pero Marisa Esteban, responsable de Comunicaci¨®n web y Redes sociales, asegura que cualquier momento del a?o es bueno para visitar el jard¨ªn: ¡°Me gusta el invierno porque destaca con rotundidad la arquitectura de los ¨¢rboles. La primavera, que enamora con su canci¨®n de notas verdes, fresqu¨ªsimas; en el verano, son las sombras de los grandes ¨¢rboles. El oto?o es arrebatadoramente bello¡±.
No todo en el jard¨ªn crece bajo el sol. Tambi¨¦n hay una parte imprescindible que se desarrolla en los interiores. Pablo Vargas, profesor de investigaci¨®n, realiza parte de su labor frente al ordenador o entre libros: ¡°Aunque recorro todos los d¨ªas el jard¨ªn¡±. Vargas tiene sitios predilectos como la estufa de Graells, un maravilloso invernadero decimon¨®nico. En esta instituci¨®n, una de las mejores del mundo, en sus propias palabras: ¡°Se tiene una sensaci¨®n de libertad recorriendo un vergel de biodiversidad, a pesar de ser un sitio tan reducido como un oasis en mitad de la ciudad¡±.
En eso coincide tambi¨¦n Fran Aparicio, t¨¦cnico de Herbario, que adora el magnolio (Magnolia x loebneri) de la entrada y su olor cuando florece, y para quien el jard¨ªn es una reserva dentro de Madrid. Alberto Herrero, asimismo t¨¦cnico de Herbario, el lugar donde se custodian m¨¢s de un mill¨®n de ejemplares de plantas desecadas para su estudio, tiene claro qu¨¦ lugar prefiere dentro de esta reserva: ¡°Hay un lugar especialmente tranquilo y relajante: la glorieta de los Jardines por la Paz. Es un placer sentarse en uno de sus bancos de madera, sobre todo en primavera, cuando el suave aroma de las flores de los tilos inunda toda la glorieta¡±. Para F¨¦lix Alonso, jefe de la Unidad de Biblioteca e impulsor del ciclo El Jard¨ªn Escrito, hay un lugar favorito. Bueno, muchos, en realidad: ¡°Voy a quedarme con los bancos de piedra. ?C¨®mo podr¨ªamos admirar la belleza del jard¨ªn sin estos maravillosos bancos? ?O qu¨¦ puede haber mejor que, adem¨¢s de contemplar el jard¨ªn, leer en uno de sus bancos?¡±
Con este reposo contagioso, con todos estos testimonios de quienes conservan el legado bot¨¢nico de los siglos pasados, tan solo entran ganas de regresar al jard¨ªn. Aunque solo sea por caer en el embeleso de la espectacular oto?ada del olmo del C¨¢ucaso (Zelkova carpinifolia), el ¨¢rbol favorito de muchas de estas personas que florecen en el Real Jard¨ªn Bot¨¢nico.
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