Placeres de verano | Las bicicletas son para el verano (tambi¨¦n)
El ciclismo permite huir a la vez que avanzar
Hay dos maneras de recorrer el mundo: teniendo que parar a ver las catedrales y museos de todas partes ¡ª una lata en estos veranos a m¨¢s de 30 grados ¡ª y con el af¨¢n cultural por los suelos, o estirando una excusa perfecta para no ver nada a fondo y volar de un lado para el otro respir¨¢ndolo todo y sin profundizar demasiado. Para los que no queremos dedicar las vacaciones a hacernos expertos en rom¨¢nico, g¨®tico o mud¨¦jar, la bicicleta es e...
Hay dos maneras de recorrer el mundo: teniendo que parar a ver las catedrales y museos de todas partes ¡ª una lata en estos veranos a m¨¢s de 30 grados ¡ª y con el af¨¢n cultural por los suelos, o estirando una excusa perfecta para no ver nada a fondo y volar de un lado para el otro respir¨¢ndolo todo y sin profundizar demasiado. Para los que no queremos dedicar las vacaciones a hacernos expertos en rom¨¢nico, g¨®tico o mud¨¦jar, la bicicleta es esa excusa perfecta. Muy grande.
Vaya por delante una premisa b¨¢sica: la velocidad de la bici es la mejor para ver, recorrer, captar los aromas, vistas e impresiones de una zona sin tener por ello que detenerse a analizar cada iglesia, cada plaza, cada esquina y cada adoqu¨ªn. Compar¨¦moslo con las dem¨¢s velocidades: andar es demasiado lento como para librarse de los sitios y la compa?¨ªa cuando te cansan; y circular en coche te mete en una burbuja de prisas que te aleja de aquellos lugares a los que precisamente te quieres acercar. Por ello, la bici es ese t¨¦rmino medio que permite ver los sitios sin sufrirlos, recorrer los caminos sin agonizar y huir siempre en el momento justo. La bici impone su ritmo. Y que viva su ritmo.
Hay montones de rutas asequibles, pero el Camino de Santiago es el mejor ejemplo de ello. Subir las cuestas y remontar las colinas con la sola ayuda de los pies, paso a paso, puede hacerse ag¨®nico. Alcanzar a hacer 20 kil¨®metros al d¨ªa apenas te cambia de escenario. Y el sitio de desayunar ser¨¢ parecido al de cenar. Es una opci¨®n. Pero la sensaci¨®n de vuelo de la bici, de recorrer 40 o 60 kil¨®metros al d¨ªa, si no m¨¢s, te libera de las rectas para entrar en los valles y despu¨¦s te libera de estos para volver a abrazar una recta. Los vi?edos llegan y se dejan atr¨¢s. Las esparragueras tambi¨¦n. Como los cultivos de patatas, de cereal, las tierras yermas, la sombra y el sol. Todo transcurre en minutos. Los bosques empiezan y se acaban. Los caminos polvorientos bajo un sol de justicia se convierten pronto en lugares tan sombr¨ªos que no han conocido el astro. Y si luego vuelve el descampado, tambi¨¦n se acabar¨¢ pronto. El pueblo que aparece al frente, lejano, pronto se materializar¨¢ y, en un rato m¨¢s, se quedar¨¢ atr¨¢s. Y hasta el pinchazo o una ca¨ªda tonta servir¨¢n para poner a prueba la calidad humana del personal ¡ª que nunca decepcionar¨¢, pues la solidaridad entre todos es norma en el Camino. Estamos hablando de placeres de verano y este, el marco de relaciones que se forja entre ciclistas o caminantes, es uno que punt¨²a muy alto.
La continuidad de una l¨ªnea imaginaria que une Navarra, La Rioja, Burgos, Le¨®n y Galicia adquiere, adem¨¢s, una paleta de colores y una fuerza vigorosa que se arraiga en siglos de historia. Es poderoso. Las ruedas ayudan mucho a comprender. Se huye a la vez que se avanza.
Y hay muchos escenarios m¨¢s. Tomar un vuelo para emprender en Holanda cualquiera de las rutas que se ofrecen es quitarse a?os de encima. Muchos a?os. El pa¨ªs que m¨¢s lejos ha llegado en civilizaci¨®n (ciclista) tiene muchas y todas distintas: desde las que unen ciudades como ?msterdam, La Haya, Rotterdam o Utrecht, cada cual m¨¢s sorprendente que las dem¨¢s, a las que se atreven por las islas del norte del pa¨ªs (maravillosa Texel) o al sur, en la zona de Zelanda. Ah¨ª veremos que Pa¨ªses Bajos es mucho m¨¢s que molinos, ?msterdam, porros y Barrio Rojo. Que la tranquilidad y la paz existen y est¨¢n en su interior. Y que nos da siempre mucho m¨¢s de lo que pide.
Tambi¨¦n aprenderemos que el pa¨ªs es plano, s¨ª, pero hay algo m¨¢s desafiante que las cuestas, y es el viento. A favor, ayuda. En contra, es otro reto. Si os toca, os acordar¨¦is toda la vida.
Otro escenario imprescindible es el Danubio: pedalear desde Viena a Bratislava o Budapest, por ejemplo, te lleva velozmente desde los aires del imperio austroh¨²ngaro hasta los restos del tel¨®n de acero en zonas donde a¨²n pervive el esp¨ªritu decadente de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ese r¨ªo te arrastra aguas abajo en un viaje europeo que te ense?a lo que a¨²n nos separa tanto como lo que nos une.
Fernando Fern¨¢n G¨®mez nos ense?¨® que Las bicicletas son para el verano en una obra de teatro que Jaime Ch¨¢varri llev¨® al cine con el mismo t¨ªtulo. En ella, un chaval se quedaba en 1936 sin el premio de la bici al haber suspendido. Y, lo que iba a ser un verano, apenas un instante, mut¨® en una Guerra Civil. Ahora ya sabemos que las bicis no son premio, sino una necesidad. Y no solo para el verano. Son para siempre.
Cinco lugares para ir en bici en verano
El Camino de Santiago. Recorrer el francés, por ejemplo, es posible en 10 o 15 días sin demasiados planes. Unas alforjas que contengan lo básico bastarán. Y lo mejor será siempre la improvisación.
El Danubio. Descender desde Viena a Budapest, por ejemplo, permite acercarse con tranquilidad a universos tan diversos como Austria, Eslovaquia o Hungría desde ángulos singulares que no se contemplan en los viajes convencionales.
Países Bajos. Las rutas son numerosas y las condiciones inmejorables en un país que ha ido ganando espacio al agua y a las carreteras para priorizar las bicis. Las rutas por Zelanda, por las ciudades o por las islas del norte, por ejemplo, son grandiosas. Todas merecen la pena.
El Canal de Castilla. La vieja infraestructura en torno a la zona de Frómista permite una escapada bellísima por los atardeceres de Tierra de Campos. Aunque no tiene carriles específicos, no hay dificultad ninguna.
Asturias. Lo mismo ocurre en Asturias, donde se pueden encontrar rutas que te pueden acercar a casas de indianos, bosques, montes, playas y siempre, la mejor cocina. Porque la comida, aquí, te la ganas de sobra. Aunque sea con la bici eléctrica.