Placeres de verano | Ventiladores de techo: el sue?o de Vietnam
Sus aspas no solo sirven para combatir el calor: son una m¨¢quina para viajar en el tiempo y en el espacio
Los ventiladores de techo pertenec¨ªan a un mundo ex¨®tico y lejano: aparecen en las pel¨ªculas de aventuras ¡ªa Harrison Ford le resulta muy ¨²til uno para ahorcar con su l¨¢tigo a un tipo que pretend¨ªa asesinarle en Indiana Jones y el templo maldito¡ª, en la bolera de El gran Lebowski o forman parte del paisaje de los dramas sure?os de ...
Los ventiladores de techo pertenec¨ªan a un mundo ex¨®tico y lejano: aparecen en las pel¨ªculas de aventuras ¡ªa Harrison Ford le resulta muy ¨²til uno para ahorcar con su l¨¢tigo a un tipo que pretend¨ªa asesinarle en Indiana Jones y el templo maldito¡ª, en la bolera de El gran Lebowski o forman parte del paisaje de los dramas sure?os de Tennessee Williams, junto a las camisetas blancas de tirantes. ¡°Estados Unidos solo tiene tres ciudades: Nueva York, San Francisco y Nueva Orleans. Todo el resto es Cleveland¡±, escribi¨® el gran dramaturgo. Y Nueva Orleans no se puede concebir sin el movimiento r¨ªtmico de las aspas en los porches, los bares y en las habitaciones.
Sin embargo, poco a poco se fueron haciendo cada vez m¨¢s habituales en lugares muy alejados de los tr¨®picos, incluso para combatir el calor seco de Madrid, como una opci¨®n m¨¢s barata y ecol¨®gica que el aire acondicionado. Recuerdo uno de los primeros veranos de can¨ªcula salvaje en los que decidimos ponerlos en casa. No result¨® nada sencillo. Primero hab¨ªa que encontrarlos y estaban agotados en casi todas partes: ten¨ªan que ser todo lo silenciosos que fuese posible, de aspas contundentes y, sobre todo, hab¨ªa que buscar a un profesional para instalarlos. Salvo que uno sea un manitas muy seguro de sus habilidades ¡ªno es el caso¡ª para poner algo que da vueltas a considerable velocidad sobre tu cabeza es mejor estar seguro de que no se va a hacer una peligrosa chapuza.
Encontrar al electricista fue relativamente sencillo. Pero hab¨ªa que ponerse a la cola: medio Madrid hab¨ªa tenido la misma idea. No fuimos los ¨²nicos que pensamos que hab¨ªa que empezar a prepararse para veranos de calor imposible, constante y creciente ¡ªestos meses insoportables seguramente sean los m¨¢s frescos de nuestra vida, hasta que muchas ciudades se conviertan en Phoenix, la urbe estadounidense que estuvo casi un mes por encima de los 43 grados de m¨¢xima y los 32 de m¨ªnima¡ª. Cuando por fin logramos que nos hiciese un hueco, estuvo toda la ma?ana trabajando mientras su m¨®vil no paraba de sonar ¡ªdetalle inolvidable: ten¨ªa como timbre la m¨²sica que acompa?aba las respuestas del Un, dos, tres¡ª con clientes impacientes que reclamaban su presencia.
Termin¨® su labor de manera impecable y, al darle al bot¨®n por primera vez, descubr¨ª uno de los grandes placeres del verano: estar tumbado en la cama o sentado en el sill¨®n, en la penumbra de una habitaci¨®n en la que se cuelan por la ventana, a trav¨¦s de las persianas semicerradas, algunos haces de una luz que fuera se intuye violenta, mientras se contempla un ventilador de techo. Incluso m¨¢s que el movimiento de las aspas y el aire fresco, es el suave sonido r¨ªtmico del ventilador el que marca la pauta del descanso. Porque precisamente por Indiana Jones, por Tennessee Williams, por tantas pel¨ªculas y novelas, los ventiladores en el techo siguen representando una forma de enso?aci¨®n y de viaje y las aspas transmiten una sensaci¨®n hipn¨®tica. Pero, por encima de todo, son Vietnam, aquella guerra sobre la que su gran cronista, Michael Herr, escribi¨®: ¡°No tuvimos infancias felices, pero tuvimos Vietnam¡±.
Y no se trata solo de Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, cuando el capit¨¢n Willard, totalmente zumbado por la guerra y la selva, se encuentra en su habitaci¨®n bajo los ventiladores, que se convierten en helic¨®pteros. Manu Leguineche describe en La guerra de todos nosotros, su libro sobre Vietnam y una obra maestra del reporterismo espa?ol, el hotel donde se reun¨ªan los corresponsales de guerra en Saig¨®n, el Continental de El americano impasible: ¡°Bajo los ventiladores de aspas y las sillas de bamb¨², la tribu de los corresponsales de guerra daba un repaso a la situaci¨®n, invitaba a una cerveza 33 a los reci¨¦n llegados de aquel frente esquizofr¨¦nico o simplemente exhib¨ªa el ¨²ltimo modelo de traje de combate confeccionado por los sastres chinos situados a un tiro de piedra de la calle Tu Do¡±.
Y as¨ª acaba uno de los grandes libros sobre aquel conflicto, Despachos de guerra, de Michael Herr, un periodista que invent¨® una nueva forma de contar la guerra y que luego se convirti¨® en guionista de dos pel¨ªculas imborrables: Apocalypse Now ¡ªse encarg¨® de la voz en off del capit¨¢n Willard¡ª y La chaqueta met¨¢lica ¡ªsu relaci¨®n con Stanley Kubrick fue tan intensa que acab¨® escribiendo un libro sobre ella¡ª. ¡°La guerra termin¨®, y luego termin¨® de verdad, las ciudades cayeron, vi caer en el mar de China los helic¨®pteros que hab¨ªa amado mientras sus pilotos vietnamitas saltaban abandon¨¢ndoos, y un ¨²ltimo helic¨®ptero gir¨® sus h¨¦lices, se alz¨® en el aire y huy¨® de mi pecho¡±¡ Para transformarse en un ventilador de techo en una enso?aci¨®n bajo el calor del verano.