Plantas que apestan (pero tambi¨¦n guardan sorpresas)
Estapelias, drac¨²nculos o ginkgos... No todo en jardiner¨ªa es la dulce fragancia de la rosa o el jazm¨ªn; en la biodiversidad bot¨¢nica tambi¨¦n hay sitio para las que con su mal olor son protagonistas, aunque a veces muchos deseen que no est¨¦n
La alquimia de las plantas para generar aromas no conoce l¨ªmites, y ellas se esmeran para estimular a animales de toda ralea. Estos no tienen m¨¢s remedio que dejarse llevar por el embrujo que les causan los perfumes florales, y siempre est¨¢n dispuestos a posarse en la siguiente corola. Pero la fragancia no ha de ser agradable para todo el mundo, porque, para gustos, los olores. Para entender bien aquello de que ¡°todo depende del color del cristal con el que se mira¡± tan solo habr¨ªa que pensar en las moscas y en las esencias que llaman su atenci¨®n, que no son apetecibles para todos los animales. Y a eso juegan tambi¨¦n muchos vegetales, que elaboran unas vaharadas que pueden tumbar a bichos incautos, como a los seres humanos, pero atraer poderosamente a otros.
El testimonio de Jaime T¨¢nago condensa bien la sorpresa cuando se huele por primera vez las flores de alguna especie pestilente. Este m¨¦dico y amante de las plantas de Getxo comparte su experiencia: ¡°Entre todas las plantas suculentas que tengo en el balc¨®n, la mayor¨ªa de ellas no posee ning¨²n olor, ni bueno ni malo. Pero, de repente, al salir un d¨ªa, pens¨¦: ¡®?Qu¨¦ fuerte huele!¡¯. Adem¨¢s, era un aroma nada agradable, hasta que ca¨ª en la cuenta de que coincid¨ªa con la floraci¨®n de una cr¨¢sula que tengo, Crassula rupestris subsp. marnieriana. No obstante, la planta me parece muy chula y original, as¨ª que intento propagarla, a pesar del olor¡±, cuenta.
Hay flores que hacen de lo hediondo su bandera, como con las archiconocidas raflesia (Rafflesia arnoldi) o con el amorfofalo o aro gigante (Amorphophallus titanum). Quienes las huelen reconocen que su fama nauseabunda est¨¢ m¨¢s que justificada. A un nivel m¨¢s dom¨¦stico se puede tener acceso a la muy conocida estapelia u orbea variegada (Orbea variegata). Su flor, que parece hecha con la piel de un lagarto, emite un perfume f¨¦tido, dif¨ªcil de describir, que a¨²na lo putrefacto con toques rancios. Las moscas adoran este regalo, y se convierten en los animales de cabecera de la estapelia para lograr la ansiada polinizaci¨®n.
Esta especie sudafricana comparte olores y colores de carne podrida con otras parientes de su familia de las apocin¨¢ceas. Entre ellas destaca la estapelia de flor gigante (Stapelia gigantea), de grandes p¨¦talos peludos, igual que si se tratara del vientre abierto de alg¨²n mam¨ªfero: en la mente de una mosca es un lugar perfecto para depositar su puesta de huevos. Estas dos plantas mencionadas son habituales en los centros de jardiner¨ªa en Espa?a, por si alguien se anima a cultivarlas. Pero Orbea y Stapelia no son los ¨²nicos g¨¦neros dentro de esta familia de plantas suculentas con flores repelentes; as¨ª, se podr¨ªa a?adir a Hoodia gordonii, una planta con utilidades insospechadas, por cierto.
Dentro de algunos jardines espa?oles, p¨²blicos y privados, crece el drac¨²nculo o dragontea (Dracunculus vulgaris), una especie maloliente fascinante. El pintor Vittore Carpaccio incluy¨® esta fantas¨ªa de planta en su obra del Le¨®n de San Marcos, pero no ser¨ªa el ¨²nico de los pintores renacentistas en retratar al drac¨²nculo, intrigados por sus formas animalescas. En los jardines de Aranjuez despliega su anatom¨ªa y su peculiar encanto, como tambi¨¦n ocurri¨® hace unos a?os en el jard¨ªn asturiano de Cruz Tolosa, farmac¨¦utica y aficionada a la jardiner¨ªa. ¡°La primera vez que floreci¨® no asoci¨¦ el olor a la planta, y anduve buscando un bicho muerto¡±, comenta. ¡°Era tan espectacular como hedionda, y tuve que cortarlas, porque no se pod¨ªa estar en el jard¨ªn del mal olor que produc¨ªan¡±.
No siempre el aroma de una flor genera un consenso en cuanto a su mal olor. Esto le ocurre al peral de flor (Pyrus calleryana ¡®Chanticleer¡¯), un cultivar que ha conquistado las calles y parques de muchas ciudades espa?olas. Hay personas a las que su aroma no les perturba lo m¨¢s m¨ªnimo, pero hay otras que lo detestan. Tanto es as¨ª que incluso protestan por la fragancia que dejan en el aire; eso s¨ª, esas mismas personas quejumbrosas no comentan nada de la peste que sueltan los tubos de escape del tr¨¢fico rodado.
Si hasta aqu¨ª se ha comentado sobre flores, tambi¨¦n las hojas de ciertas plantas alertan a las pituitarias m¨¢s sensibles, como le ocurri¨® a Mar¨ªa Ord¨®?ez en sus paseos dominicales: ¡°Mi marido y yo solemos pasear por el Paseo del Prado y aleda?os los fines de semana. Muchas veces, cuando lleg¨¢bamos a la altura de las Cuatro Fuentes, a la altura del Museo del Prado, nos ven¨ªa un olor rancio y desagradable que se clavaba en la nariz. Tardamos mucho tiempo en darnos cuenta de que el responsable de esa pestilencia eran los arbustos que crecen en esa parte, al pie de los pl¨¢tanos (Platanus x hispanica)¡±, aclara. El arbusto aludido es el durillo (Viburnum tinus), que tiene una peculiaridad: solamente hiede cuando sus hojas y tallos est¨¢n mojados, como sucede despu¨¦s de una lluvia o de un riego. Si la planta est¨¢ seca, no hay mal perfume que temer.
La ruda (Ruta graveolens) es otra especie que provoca desavenencias por la fragancia resinosa y c¨ªtrica muy potente de sus hojas. Es una planta emparentada directamente con los naranjos y limoneros, aunque no tenga unos frutos tan voluptuosos. Con la tulbagia (Tulbaghia violacea) tambi¨¦n se desatan las alarmas de los m¨¢s precavidos, porque tiene fama de oler a marihuana, a mofeta o a ajo muy potente, seg¨²n los gustos y las experiencias olfativas de cada cual. Por esta raz¨®n, una vez plantada y catada su esencia, se quita muchas veces del entorno de las casas, ante la queja de los propietarios, lo que sucede sobre todo en los meses m¨¢s c¨¢lidos, cuando sus efluvios azufrados son a¨²n m¨¢s evidentes. Quiz¨¢s la soluci¨®n sea plantarla un poco m¨¢s alejada de hogares y de calles, porque es evidente que es una especie con maravillosas cualidades, como su floraci¨®n incansable, su resistencia a pr¨¢cticamente todo y sus flores comestibles. Eso s¨ª, despu¨¦s de degustar alguna es mejor no arrimarse a nadie para hablarle, por el aliento que deja al que la prueba.
El festival de hojas con aromas llenos de personalidad podr¨ªa continuar con la planta camale¨®n (Houttuynia cordata), una hierba asi¨¢tica comestible que disfruta con sus ra¨ªces en terrenos encharcados. En jardiner¨ªa se cultiva principalmente su versi¨®n variegada, Houttuynia cordata ¡®Chameleon¡¯, con una gama crom¨¢tica muy impactante de tonos verdes, amarillos, crema y rojizos en la misma hoja. Su olor se obtiene cuando se frota su hoja, y es muy potente, con toques a alquitr¨¢n, a c¨ªtricos y a amoniaco. No se puede negar que tiene mucha personalidad, desde luego. Asimismo, otras hojas que provienen de Asia son las del ailanto o ¨¢rbol del cielo (Ailanthus altissima), una planta que crece por doquier gracias a su fortaleza y desarrollo extraordinariamente r¨¢pido. Como con la hierba camale¨®n, el aroma aparece al restregar la hoja: a unas personas les resulta desagradable, a otras les recuerda al ma¨ªz frito. En Granada recibe el apodo cari?oso ¡ªo no¡ª de ¡°pestoso¡±.
Pero en esta ciudad andaluza saben bien lo que es convivir con un perfume, digamos, peculiar. En su Gran V¨ªa de Col¨®n hay una magn¨ªfica alineaci¨®n de ginkgos (Ginkgo biloba) en ambas aceras. Desde que se plantaron, hace una veintena de a?os, cada oto?o convierten la calle en un maravilloso espect¨¢culo crom¨¢tico con sus hojas amarillo lim¨®n. Ligadas a ellas tambi¨¦n traen aparejada otra sorpresa, ya que los ejemplares femeninos de esta especie se llenan con sus semillas carnosas. Despachurradas contra el suelo, por las pisadas de los viandantes o las ruedas de los veh¨ªculos, el mal olor inconfundible de esta especie se deja notar por toda la calle. Como se comenta siempre, su tufo proviene del ¨¢cido but¨ªrico, el mismo que est¨¢ presente en ciertos quesos, en el v¨®mito o en el olor a pies; toda una exquisitez digna de un gourmet.
El taxista granadino Miguel ?ngel Su¨¢rez comenta uno de los inconvenientes que provocan estas semillas carnosas del ginkgo: ¡°A veces, cuando los clientes se sub¨ªan al taxi y hab¨ªan pisado alg¨²n fruto, despu¨¦s de la carrera ten¨ªa que parar para limpiar la esterilla, porque dejaba muy mal olor en el coche¡±. Por este y otros estorbos, el Ayuntamiento de Granada ha decidido varear los ginkgos para retirar todas las semillas de una tacada. En esta campa?a de enero, se han recogido hasta 4.000 kilos. Si se pone en una balanza, al final es una peque?a molestia subsanable que se compensa con creces con toda la belleza, la sombra, el ox¨ªgeno o la retenci¨®n de part¨ªculas que generan estos ¨¢rboles.
Aromas, perfumes, esencias bot¨¢nicas que aguardan para sorprender. No todo ha de ser la fragancia dulce de las rosas y de los jazmines, y en la biodiversidad jardinera queda sitio tambi¨¦n para las apestadas.