Eleagno, un arbusto sin ¨¢nimo de protagonismo que despierta la emoci¨®n entre quienes lo huelen
El peque?o tama?o de sus flores blanquecinas, ocultas por las hojas y las ramas de colores plateados, dificultan el descubrimiento de esta planta de fragancia suave y dulce que est¨¢ en plena floraci¨®n. Sin embargo, a su paso dejan los pulmones llenos de la alquimia que desprenden sus corolas
¡°?De d¨®nde sale ese aroma?¡±, se preguntan dos mujeres en su paseo matutino por el parque, mientras indagan con curiosidad alrededor de un camino enarenado. En el aire flota una fragancia suave y dulce que acaricia la pituitaria con cari?o. Un vistazo alrededor no muestra ninguna flor evidente que pudiera producir ese perfume. Y una nueva mirada, esta vez m¨¢s reposada, sigue sin detectar el origen del misterio. ¡°?Habr¨¢ sido aquella pareja que iba corriendo delante de nosotras?¡±, inquiere una con cierta impaciencia a su amiga. No, imposible, el olor permanece all¨ª, como si la fuente de la esencia estuviera cerca, muy cerca de ellas. As¨ª son ciertas flores, que no tienen ¨¢nimo de ning¨²n protagonismo posible, para las que su ¨²nica tarjeta de presentaci¨®n es la emoci¨®n que despiertan entre quienes las huelen.
Intrigadas, las dos mujeres contin¨²an su caminata sin haber despejado su duda olfativa. Pero varios arbustos de eleagno sonr¨ªen a su paso: han vuelto a enamorar con cautela y de inc¨®gnito a dos personas que se van con sus pulmones llenos de la alquimia que desprenden sus corolas. La raz¨®n para que su floraci¨®n no se descubra tan r¨¢pido es por el peque?o tama?o de sus flores blanquecinas, hecho acrecentado porque permanecen semiocultas por sus propias hojas y ramas de colores plateados.
Estos arbustos de eleagno (Elaeagnus ¡Á submacrophylla) se pueden encontrar en mil y un parques de toda Espa?a, desde el norte hasta el sur, y de este a oeste. El aspa en mitad de su nombre cient¨ªfico indica que se trata de un h¨ªbrido, de una mezcla entre dos especies: Elaeagnus pungens y Elaeagnus macrophylla, ambas originarias del este de Asia. Todas estas plantas son parientes del ¨¢rbol del para¨ªso o panjino (Elaeagnus angustifolia), extendido por muchas regiones del pa¨ªs gracias a su resistencia a la sequ¨ªa, al sol m¨¢s abrasador y a las tierras empobrecidas.
El eleagno no es un pavo real que deslumbre por sus colores, pero s¨ª que es una alondra que cautiva por varias razones. Una, la ya mencionada fragancia de su floraci¨®n que, justamente, ocurre en estas semanas, desliz¨¢ndose con la brisa oto?al. Otro de sus puntos fuertes es su color: las hojas j¨®venes y adultas se recubren por el haz y por el env¨¦s con unas escamas plateadas que le confieren un tono glauco, plateado. Esta capa funciona como un protector contra las inclemencias que pueda sufrir la planta, como el exceso de sol ¡ªalgo que se incrementa por la dureza de su epidermis¡ª. Las hojas viejas suelen perder este recubrimiento y se ven desnudas y verdes, pero con un precioso barniz brillante. Eso s¨ª, todas las hojas gozan de un buen tama?o, lo que, unido a sus tonalidades, genera contrastes muy interesantes con otros arbustos.
Hay que considerar al eleagno como un gran arbusto, ya que, si se le deja vegetar libremente, crece hasta una altura de cuatro metros ¡ªtama?o que tambi¨¦n alcanza a lo ancho¡ª. La forma en la que consigue esta masa es muy curiosa. Cada a?o emite unas ramas muy vigorosas, como las antenas de una televisi¨®n antigua, que le dan un aire desgarbado. Si se dejan esas ramas que, por su vigor, parecen unos chupones, pronto acabar¨¢n tumbadas debido a su peso y a su poca dureza. Entonces, cuando las ramas permanecen postradas, se activan sus yemas secundarias, lo que aumenta el di¨¢metro de la planta a lo ancho. Por ello, es conveniente escoger un sitio amplio para plantar estos arbustos y que puedan desarrollar todo su potencial volum¨¦trico. Cuando esto ocurre, lo intrincado e inexpugnable de su ramaje lo hacen muy apropiado para el anidamiento de aves.
Sin embargo, el eleagno no solo se puede criar en amplios espacios, ya que hay cultivares jardineros que tienen menor desarrollo, como Elaeagnus ¡Á submacrophylla ¡®Compacta¡¯. Este adquiere un tama?o definitivo de alrededor de un metro de anchura por otro tanto de altura y es una versi¨®n reducida de la especie tipo.
Otro cultivar muy plantado en Espa?a es Elaeagnus ¡Á submacrophylla ¡®Limelight¡¯, un cl¨¢sico por el color de sus hojas: con una mancha central amarillenta y verde clara, y un borde discontinuo verde oscuro. Estas tonalidades, aplicadas a pinceladas por toda la superficie, son la raz¨®n por la que no se encuentran dos hojas iguales en la misma planta. Este eleagno variegado, por contar con m¨¢s de un color en la misma hoja, es pr¨¢cticamente igual de vigoroso que el ya visto eleagno de hoja plateada.
Para concluir este peque?o repaso por esta planta tan interesante, no se puede olvidar que todos los eleagnos arbustivos resisten muy bien la poda, por lo que son apropiados para formarlos en topiaria, con vol¨²menes geom¨¦tricos. Eso s¨ª, hay que tener en cuenta que, por sus hojas grandes, los cortes en ellas ser¨¢n bastante visibles si se ejecutan con m¨¢quina o tijera cortasetos. Tambi¨¦n se debe tener en cuenta que, si se recorta, tendr¨¢ menos floraci¨®n y posterior fructificaci¨®n.
El tener un fruto comestible es una caracter¨ªstica com¨²n a varias especies de Elaeagnus. Sin embargo, para catarlo, hay que asegurarse de que est¨¢ blando, se?al de su madurez. Normalmente, ser¨¢n las aves las que primero dar¨¢n cuenta de ellos, en plena primavera.
Un as bajo la manga, o bajo tierra, que el eleagno se guarda tiene que ver con la raz¨®n de su vigoroso crecimiento: aunque se pode cada pocos meses, vuelve a brotar con fiereza y rapidez. En sus ra¨ªces est¨¢ el secreto: asociadas simbi¨®ticamente con actinobacterias, que fijan el nitr¨®geno atmosf¨¦rico para cederlo a la planta, cuentan con una gran cantidad de este macroelemento para formar m¨¢s masa a¨¦rea. Esto explica su buena tasa de crecimiento incluso en suelos pobres y ¨¢ridos. Su resistencia tambi¨¦n es extrapolable al aguante que tiene tanto al sol como a la sombra, al calor y al fr¨ªo. De todas maneras, donde el eleagno es feliz es en un terreno ligeramente h¨²medo pero bien drenado y a pleno sol, lugar en el que mostrar¨¢ todo su esplendor. Pero tambi¨¦n es perfecto para crecer en un lindero del parque, bajo los ¨¢rboles, con una sombra entreverada con rayos de sol.
Como se aprecia, es una planta muy sencilla de cultivar, incluso en terrenos olvidados. Pero, por supuesto, su fragancia oto?al nos recordar¨¢ su presencia aunque no veamos d¨®nde est¨¢.
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