Mucho m¨¢s que Jos¨¦ Andr¨¦s en WCK: decenas de cocineros y cientos de voluntarios, como Rosal¨ªa, reparten comida caliente a los afectados por la dana
Una jornada con la ong del cocinero espa?ol en las zonas m¨¢s afectadas por las inundaciones de Valencia, donde tienen 54 puntos de reparto y dan 33.900 raciones de comida (entre calientes y bocadillos)
Son las once de la noche en las oficinas improvisadas de la ong World Central Kitchen (WCK) en una sala de un hotel en Valencia. Una vecina trae una coca reci¨¦n salida del horno y la reparte entre algunos voluntarios, otra ofrece una pizza casera. Entra Jose Andr¨¦s caminando sobre la moqueta descalzo, con las botas llenas de barro en una mano y el m¨®vil en la otra.
¡ª ?Cu¨¢ntos puntos llevamos ya? ¡ª pregunta ¡ª Porque hoy hemos abierto 3 m¨¢s...
¡ª Cincuenta y subiendo ¡ª responde una de las diez personas que todav¨ªa quedan a estas horas en la oficina central de la ong.
En una de las paredes de la sala, hay tres mapas gigantes de Valencia con p¨®sits de diferentes colores: los verdes son puntos en los que se est¨¢ repartiendo comida, los amarillos son de puntos activados y los rosas a los que tiene que ir a investigar. En otra pizarra improvisada, est¨¢n los nombres de los restaurantes de la zona que est¨¢n cocinando para WCK, clasificadas por raciones calientes o bocadillos y el n¨²mero de unidades de cada uno. Esta pizarra cambia cada d¨ªa, los n¨²meros crecen por horas. Hoy marca 54 puntos de reparto, 33.900 raciones de comida (entre platos calientes y bocadillos) y 27 restaurantes de la ciudad.
El cocinero se sienta en una mesa con parte de su equipo de comunicaci¨®n interna y muestra los v¨ªdeos que ha grabado a lo largo de estas jornadas. En uno aparece un hombre con un perro remando una barca dentro de un garaje, en otro unos bomberos portugueses que han venido a ayudar, y que se acercaron a saludarle para agradecer su trabajo cuando los incendios de Portugal. ¡°Les conoc¨ª all¨ª¡±, cuenta. Parte del equipo se quita el barro y ¨¦l les dice que igual sale a dar una vuelta ahora de noche a ver c¨®mo est¨¢n las cosas. ¡°Me gusta recorrer las zonas de noche, se ve mucho m¨¢s¡±, dice el cocinero. Se acerca a la mesa una persona de la calle a saludarle porque tienen una amiga en com¨²n. Que la puerta del hotel est¨¦ repleta de furgonetas y jeeps con las pegatinas de World Central Kitchen da bastantes pistas de qui¨¦n puede estar dentro y todo el mundo quiere agradecerle algo. ¡°Es la vez que m¨¢s fotos me estoy haciendo¡±, dice un poco cansado, ¡°pero no es una queja¡±, aclara. De hecho, a cada paso que da caminando o con el coche estos d¨ªas por Valencia, son cientos las personas que le dan las gracias por la comida, ¡±?qu¨¦ buena la fideu¨¢!¡± ¡°gracias por llegar donde no llega nadie¡±, le invitan a un caf¨¦, le piden una foto, ¡°?esa hamburguesa!¡±. Y ¨¦l a todos les responde: ¡°¡®Yo voto por ti¡¯. ?Y eso? No s¨¦, se me ocurri¨® el otro d¨ªa al pensar que yo votar¨ªa a toda esta gente que est¨¢ aqu¨ª ayudando¡±, dice. Al rato, llega otra persona que quiere presentarle a la directora general de unos importantes supermercados. Entonces se levanta y se va.
Antes de que aterrizara Jos¨¦ Andr¨¦s en Valencia, los cocineros Carito Louren?o y Germ¨¢n Carrizo (del restaurante Fierro y el bar Maipi) ya hab¨ªan empezado a cocinar y a repartir comida. No era la primera vez, fueron los primeros tambi¨¦n en hacerlo en el Covid. ¡°En pandemia comenzamos haciendo las gestiones desde casa. Fuimos a un restaurante de un amigo y el primer d¨ªa dimos 300 raciones. Luego nos movimos al Centro De Turismo de Valencia (CDT), donde hay dos cocinas, y llegamos a dar 2.800 raciones diarias. En total fueron m¨¢s de 820.000¡å, recuerda. Hoy est¨¢n en el mismo espacio de entonces haciendo bocadillos y gestionando cientos de voluntarios. El primer d¨ªa de la alarma los hicieron en su obrador, activaron el grupo de WhatsApp de voluntarios del Covid y se presentaron muchos en la puerta del local de Louren?o y Carrizo con sus coches particulares para hacer reparto. ¡°El mi¨¦rcoles a las 10 llamamos a Makro y a las 15.30 ya ten¨ªamos 100 bocadillos. Contactamos con alcaldes y concejales para preguntar d¨®nde deb¨ªamos ir y all¨ª nos dirigimos. Intent¨¢bamos llegar y no quiero recordar todo lo que nos encontramos¡±, explica Carrizo.
El viernes se trasladaron al CDT donde pasaron a 6.000 bocadillos y el s¨¢bado llegaron a los 13.000. ¡°Y te das cuenta de la importancia en estos momentos de ayudar en lo m¨¢s b¨¢sico que es hacer llegar comida y agua a quien no tiene acceso a supermercados¡±. Destaca c¨®mo se est¨¢ volcando todo el mundo. ¡°Desde el negocio de barrio que tiene plantado unos tomates y te los trae para que los cocine, o que un grupo de 1.600 trabajadores de la Ford se ofrezcan a ir a cualquier lado como voluntarios y a cualquier hora. Tambi¨¦n la cantidad de amigos cocineros que est¨¢n haciendo bocadillos y raciones diarias en sus restaurantes y que me llaman para decirme d¨®nde los llevan... O el d¨ªa que nos falt¨® pan, lo puse en Instagram y al d¨ªa siguiente ten¨ªamos 32.000 panes en la puerta que ven¨ªan de toda Espa?a. Todos a una y lo peque?o hace lo grande¡±. dice Louren?o. Mantienen sus dos locales abiertos. ¡°Consideramos que hay que sostener el tejido econ¨®mico porque la gente necesita apoyo moral y psicol¨®gico. Nosotros estamos en la posici¨®n privilegiada, hay que mantener la calma porque esto va a durar mucho y hay que hacerlo con una perspectiva s¨®lida¡±.
Desde las 8 de la ma?ana, en el CDT hay 120 voluntarios haciendo bocadillos en cadena. ¡°Ayer fue de tortilla con longaniza, pero los que m¨¢s gustan son el de at¨²n, mahonesa, huevo duro y tomate, el de pollo asado con cebolla caramelizada y el de lomo y queso, que es muy apreciado en esta zona¡±, cuenta Germ¨¢n mientras mete algunos en unas cajas que la cocinera Pepa Mu?oz, cocinera de El Cuenco de Pepa (Madrid), pasar¨¢ a recoger al rato en su coche.
A esa misma hora de la ma?ana, en el hotel Meli¨¢, comienzan algunas reuniones para enfocar el d¨ªa. Max Valdetti, trabajador guatamalteco de WCK, cambia muchos de los p¨®sits que ayer estaban de otro color y convierte la mayor parte del mapa en verde. Es de los primeros en llegar a la zonas y, entre otras labores, se encarga de encontrar las personas de cada lugar que se convierten en su contacto directo con la comunidad. ¡°Todos nos preguntan cu¨¢nto tiempo vamos a estar aqu¨ª. Respondo que mientras est¨¦ la emergencia, porque hay lugares donde la necesidad es cr¨®nica. Tambi¨¦n preguntan con qu¨¦ frecuencia repartiremos la comida y c¨®mo nos comunicaremos con ellos¡±. Cuando fallan las comunicaciones, WCK instala starlinks, antenas para poder usar los m¨®viles. ¡°Creo que no repartimos comida, llevamos esperanza¡±, dice Valdetti. ¡°Al llegar, les decimos que no pertenecemos al gobierno, ni a nada religioso, que solo llevamos comida gratis gracias a las donaciones que nos hacen de todas partes del mundo y les doy mi tel¨¦fono. Generamos una relaci¨®n que a veces somos casi psic¨®logos, pero cuando la gente lo pierde todo necesita sentirse ¨²til, y entonces nos ayudan a crecer y a expandirnos en la comunidad¡±. Mientras termina de cambiar el color dominante en el mapa, entra una voluntaria y exclama: ¡°Hemos detectado que hay muchas personas mayores que no est¨¢n saliendo de casa en pueblos como Alfafar y Catarroja, que necesitan comer y tenemos voluntarios localizados para poder llevarles comida¡±. Jos¨¦ Andr¨¦s, que lleva un rato ya hablando por tel¨¦fono, se?ala una caja de alimentos: ¡°Esa gente no puede salir con el carrito a hacer la compra, as¨ª que hasta que no vuelva el tejido social de los barrios, repartiremos cajas con alimentos para llenar su despensa¡±.
Aparecen por la puerta dos en¨¦rgicos chavales. Son Javier Sanz y Juan Sahuquillo, los dos cocineros veintea?eros que han revolucionado con la estrella Michelin de su restaurante OBA y con Ca?itas Maite su pueblo de Albacete, Casas-Ib¨¢?ez. ¡°Aterrizamos en Valencia el mi¨¦rcoles, ven¨ªamos de un congreso de Canarias y nos pill¨® todo. Ten¨ªamos el 4x4 en el aeropuerto y en el recorrido que solemos tardar hora y media hasta llegar casa, tardamos siete horas. Siete horas que fueron un aut¨¦ntico horror porque por el camino vimos de todo, muchas personas dentro de los coches... Es algo que no se nos va a olvidar nunca¡±, cuenta Sanz mientras Sahuquillo asiente.
Entonces, Edu Torres (maestro arrocero de Molino Roca y volcado en la ayuda estos d¨ªas) les meti¨® en un grupo de WhatsApp que hab¨ªa creado Jos¨¦ Andr¨¦s y al d¨ªa siguiente regresaron con dos camisetas en una bolsa, para ayudar en lo que fuera necesario. ¡°Nos instalamos en este hotel, hablamos con el encargado de cocina, que conoc¨ªa Ca?itas Maite y era fan, y nos la dej¨®¡±, dice Sanz. Jose Manuel Gallego, segundo de cocina del Meli¨¢ explica que se ha cogido una semana de vacaciones para ayudar y es quien gu¨ªa en sus instalaciones a todos los que arriman el hombro con WCK.
Los Ca?itas Maite est¨¢n en Valencia, pero tienen a parte de su equipo cocinando guisos en Albacete (alb¨®ndigas con salsa y patatas fritas, lentejas, crema de verdura con setas, etc). ¡°Hacemos dos viajes al d¨ªa, uno con la comida caliente por la ma?ana, que regeneramos en la cocina del hotel, y otro por la tarde con bocadillos, para las urgencias¡±. Sanz saca el m¨®vil y ense?a orgullo un v¨ªdeo de su pueblo. En ¨¦l, aparecen decenas de personas haciendo bocadillos en un sal¨®n de bodas. ¡°Est¨¢ todo el pueblo volcado: las panader¨ªas dando barras y los vecinos con los bocatas. Es muy emocionante porque gracias a ellos podemos dar 2.000 raciones¡±, cuenta Sanz. En principio se han comprometido a quedarse en Valencia m¨ªnimo dos semanas, pero ambos saben que ser¨¢ m¨¢s. ¡°Una vez que empiezas, ?c¨®mo te vas a ir de aqu¨ª? Adem¨¢s, hemos calculado que en 15 d¨ªas haremos 60.000 raciones¡±.
Llega su furgoneta desde Albacete con las ollas de hoy. Las recibe en la cocina del hotel el chef David Bustos, de Can Domo (el restaurante que tienen Sanz y Sahuquillo en Ibiza) junto a su pareja, la tambi¨¦n cocinera Sara Mu?oz. Volaron desde la isla para ayudar. ¡°Est¨¢bamos cerrando temporada, cuando vi las stories de Instagram de Javi. Le pregunt¨¦ qu¨¦ necesitaba: si era m¨¢s ¨²til en Ca?itas para los servicios o montando bocadillos. Y nos vinimos para aqu¨ª¡±. En este espacio, junto a un nutrido grupo de voluntarios, reparten los guisos en tuppers, que ser¨¢n la raci¨®n de comida caliente de cientos de personas de las zonas m¨¢s afectadas. ¡°Los llevamos a lugares que son aut¨¦nticos vertederos y al llegar vemos colas que pensamos que igual no vamos a llegar, pero s¨ª alcanza¡±, dice Sahuquillo.
Ambos saben que esta experiencia es trasformadora. ¡°Si no hubi¨¦ramos visto todo aquello el d¨ªa que aterrizamos, igual no nos hubi¨¦ramos involucrado de esta manera. A veces te olvidas de lo que importa, porque te centras en cosas como reformar el restaurante, en la decoraci¨®n de un plato, en conseguir otra estrella... y posiblemente, el plato de lentejas de ayer es lo m¨¢s importante que hecho nunca. Esto nos va a cambiar la vida¡±, dice Sanz. Cuenta muy emocionado que su padrino es de Alfafar y que estuvo dos d¨ªas desaparecido. ¡°Poder acercarle comida como al resto y sentirte ¨²til es muy emocionante¡±.
Pepa Mu?oz, presidenta de la Federaci¨®n de Asociaciones de Cocineros y Reposteros de Espa?a (Facyre) y amiga de Jos¨¦ Andr¨¦s desde 2020, lleva ya varias horas despierta organizando entregas. Monta una cadena humana para cargar su coche de las raciones de Ca?itas Maite y de otras tantas de las que ha hecho el cocinero Nino Redruello (hoy eran callos a la madrile?a) y se va hacia el CDT a por bocadillos. Su amistad con Jos¨¦ Andr¨¦s se forj¨® en la pandemia, cuando activ¨® a los cocineros de Madrid para que se pusieran a cocinar para WCK. ¡°Necesito algo halal porque a los barrios que voy hay muchos musulmanes¡±, dice Mu?oz al entrar en el CDT. ¡°Yo hago lo que sea necesario: cargo, reparto, organizo... En la filosof¨ªa de WCK, los chefs locales son los que cocinan para su pueblo, desde Hait¨ª a Valencia, y as¨ª se genera tejido econ¨®mico cuanto antes y pueden salvar a sus equipos. Si tengo que cocinar, me pongo, es lo que s¨¦ hacer, pero tengo experiencia organizando en emergencias, pues despu¨¦s del Covid lleg¨® el volc¨¢n de la Palma, Filomena, los incendios de ?vila, Monfrag¨¹e y La Sierra de la Culebra, el terremoto de Marrakech... al final adquieres un sexto sentido y cuando ves que va a haber una emergencia te activas¡±, cuenta Mu?oz. La cocinera madrile?a es tambi¨¦n amiga de Paz Padilla, que ayer pas¨® por algunos de los puntos de reparto de la ong para ofrecer apoyo a la gente. Muchos rosotros conocidos son los que est¨¢n apoyando con su presencia. Y la ¨²ltima, tal y como se ha podido ver en redes sociales, ha sido Rosal¨ªa.
Hay puestos repartidos por los lugares que m¨¢s lo necesitan, seg¨²n las informaciones que van obteniendo en directo por gente que est¨¢ en el terreno, y a los que acuden directamente algunos de los 27 restaurantes de la zona que se han ido asociando a WCK estos d¨ªas para cocinar para la ong. Entre ellos, hay desde locales familiares como Napicol, de Chemo Rausell hasta gastron¨®micos con dos estrellas Michelin como El Poblet, de Quique Dacosta. ¡°C¨®mo vas a decir que no cuando la gente tiene tantas ganas de colaborar. Ser¨ªa m¨¢s c¨®modo para nosotros tener una cocina central, pero toda ayuda suma, y adem¨¢s, as¨ª ayudas al tejido econ¨®mico¡±, explica Jos¨¦ Andr¨¦s.
Luis Valls, jefe de cocina de El Poblet, aparece por el hotel a por tuppers, porque se ha quedado sin ellos. Cuenta que empez¨® a ayudar desde el primer minuto. ¡°Me pill¨® trabajando en el restaurante, en el centro de Valencia, pero mi mujer estaba en casa, y vivo en Picanya. Cargu¨¦ mi coche el martes por la noche con comida y agua y me plant¨¦ en mi barrio para que a las personas mayores que no les faltara de nada. A continuaci¨®n, el equipo del restaurante se puso a envasar agua al vac¨ªo, comprar comida, lleg¨® Jos¨¦ Andr¨¦s a Picanya y empezamos a organizarnos. Dentro de este caos, WCK pone orden. Se nota que llevan un gran rodaje en esto, si no fuera por ellos, estar¨ªamos intentando apagar fuegos¡±, cuenta Valls antes de comenzar su reparto. Mientras, el restaurante El Poblet sigue abierto y ha dividido al equipo para que unos se encarguen del servicio y los otros lleguen a hacer las 500 raciones de guisos al d¨ªa que est¨¢n sacando. ¡°La gente echa de menos platos calientes y nosotros nos hemos centrado en guisos de ternera, de magro de cerd y tiatina de at¨²n, que cuando lo repartimos la gente alucina porque es algo muy de la zona¡±, dice sonriendo. Se va corriendo porque tiene que ir a emplatar y a coger el coche para repartir. ¡°Esto est¨¢ pensado para que nada m¨¢s terminar de cocinar se lleve a los puestos. Yo s¨¦ c¨®mo organizar una cocina y WCK c¨®mo organizar cat¨¢strofes, solo tenemos que formar parte del engranaje para que funcione¡±, dice antes de subirse al coche.
Convocando a cocineros de la zona y organiz¨¢ndolos para que se sumen a WCK desde sus peque?os o grandes restaurantes, se encuentra Ade Bueno, cocinero y propietario de FoodLab, una empresa valenciana de producci¨®n de quinta gama, es decir, que elaboran, cocinan y envasan. Hab¨ªa trabajado con Jos¨¦ Andr¨¦s hac¨ªa 25 a?os en Jaleo, su restaurante de Washington, y estos d¨ªas est¨¢ al tel¨¦fono las 24 horas. ¡°De todos los que me llaman porque quieren colaborar, analizamos que tengan capacidad y medidas sanitarias en condiciones. Mejor si hacen catering o bodas porque est¨¢n acostumbrados a cocinar un volumen importante, pero todas las raciones suman¡±, dice. Sentado en las oficinas improvisadas en el hotel, con decenas de personas reportando el n¨²mero de comidas que han dado, los lugares donde hace falta llegar y las raciones que se necesitan, en un momento rompe a llorar delante del ordenador. ¡°No llegamos a dar de comer a todo el mundo¡±.
Pero al acompa?ar a Jos¨¦ Andr¨¦s, que lleva desde el jueves sobre el terreno conectando gente con su m¨®vil y haciendo misiones solo en su coche, uno sabe que llegan a m¨¢s de lo que la mente puede imaginar. En una jornada, Jos¨¦ Andr¨¦s lleva antenas para que haya cobertura en las zonas m¨¢s afectadas, visita el hospital de campa?a de Catarroja, entrega personalmente una caja de comida a los m¨¦dicos y se compromete a alimentarles en los pr¨®ximos d¨ªas y consigue una ambulancia gracias a una donaci¨®n por un tuit que puso y alguien le respondi¨® ofreci¨¦ndosela.
En su ruta, siempre improvisada, y siempre hablando por el manos libres del coche para resolver necesidades urgentes a base de poner a personas en contacto, el goteo de gente que se acerca para darle las gracias no cesa. Se para para tomar un caf¨¦ y una mujer que le reconoce, le invita. ¡°Es lo menos que puedo hacer¡±, le dice.
Le llama un n¨²mero desconocido.
¡ª Jos¨¦ Andr¨¦s, ?puedes enviar comida caliente a Alfafar?
¡ª Claro. Ponme un wasap con la ubicaci¨®n, la necesidades, una foto tuya y yo te digo tiempo de llegada.
Al tiempo, tras derivarlo a su equipo en la oficina, en Alfafar reparte platos de paella y fideu¨¢ Rafael Vidal, propietario del restaurante Levante. ¡°Hemos tra¨ªdo 1.450 raciones¡±, cuenta mientras las va sacando de la caja a demanda de la gente que se va acercando. Pero no est¨¢n solos en este punto. En la misma calle, hay vecinos que han plantado una mesa con un puchero de arroz para repartir. Jos¨¦ Andr¨¦s aparca el coche donde puede. Se acerca a este vecino y le sugiere que mejor no cocinen en mitad del barro. Le dice que le puede dar, en dos d¨ªas, 2.000 pollos asados que un cocinero le hab¨ªa ofrecido horas antes por tel¨¦fono.
Al lado, unos sirven caf¨¦ con leche e infusiones para la cantidad de gente embarrada que se encuentran limpiando la zona. ¡°Desde Beirut no hab¨ªa visto tantos voluntarios en ning¨²n sitio, ni en los huracanes, que se suele movilizar mucha gente¡±, cuenta Jos¨¦ Andr¨¦s sentado de nuevo en el coche mientras se enciende un puro. ¡°Desde la oficina no te enteras de nada, hay que estar aqu¨ª¡±.
Antes de que se haga de noche, despu¨¦s de haber recorrido los puntos m¨¢s afectados de l¡¯Horta Sud, el cocinero atraviesa el centro de Benet¨²sser y para frente a una furgoneta que est¨¢ repartiendo latas de conservas. Pregunta a la gente que hace cola si necesitan algo. ¡°?No tendr¨¢s unas botas?¡±, le preguntan. Se baja del coche y saca un par del maletero, donde a¨²n queda una mochila t¨¦rmica como las que llevan los riders. Est¨¢ reservada para Lloc de la Corona, su ¨²ltimo destino previsto antes de que se haga de noche. Es un peque?o pueblo cuya alcaldesa pidi¨® ayuda. Lleva todo el d¨ªa intentando dar con ella, pero no ha respondido a sus llamadas y por eso prefiere ir en persona.
Al llegar al ayuntamiento, con el puro en la boca, se cuelga la mochila a los hombros y, ante la mirada at¨®nita de la alcaldesa le dice abriendo la mochila: ¡°Aqu¨ª tienes la comida caliente que te promet¨ª¡±.