Las palabras tienen un significado en el diccionario y otro sentimental
Por mucho que se repita una expresi¨®n no queda vac¨ªa, sino que se agota en nosotros, como cuando perdemos el gusto por aquel alimento que tanto nos apasionaba
Opinaba Jos¨¦ Saramago que hay palabras que se retraen, que se niegan, porque tienen demasiado significado para nuestros o¨ªdos cansados de ellas. Puede que por eso para m¨ª el t¨¦rmino repugnancia est¨¦ cubierto de angustia, de l¨¢grimas reflejo, de gesticulaciones grotescas, incluso de la suculenta impronta que consigna la universalizaci¨®n de un gusto entregado a texturas y opiniones cada vez m¨¢s b¨¢sicas y f¨¢ciles. A su vez, la palabra biolog¨ªa est¨¢ para m¨ª llena de giros inesperados, de apuestas arriesgadas, de capas de tiempo ...
Opinaba Jos¨¦ Saramago que hay palabras que se retraen, que se niegan, porque tienen demasiado significado para nuestros o¨ªdos cansados de ellas. Puede que por eso para m¨ª el t¨¦rmino repugnancia est¨¦ cubierto de angustia, de l¨¢grimas reflejo, de gesticulaciones grotescas, incluso de la suculenta impronta que consigna la universalizaci¨®n de un gusto entregado a texturas y opiniones cada vez m¨¢s b¨¢sicas y f¨¢ciles. A su vez, la palabra biolog¨ªa est¨¢ para m¨ª llena de giros inesperados, de apuestas arriesgadas, de capas de tiempo que tejieron una fisiolog¨ªa sensorial que ha dejado en los genes humanos una preferencia innata hacia algunos aromas, junto a una tendencia a socializar, que incita a estar sintonizados con otros individuos, sobre todo si son los que cortan el bacalao. Por algo dec¨ªa Voltaire que, para conseguir la m¨¢s peque?a fortuna, valen m¨¢s cuatro palabras a la querida de un rey que escribir cien vol¨²menes.
Lo que la evoluci¨®n hilvan¨®, pongamos que la cultura se ha ocupado de deshilacharlo, componiendo otro tipo de v¨ªnculos m¨¢s all¨¢ de damas influyentes y alegr¨ªas intr¨ªnsecas. Ah¨ª queda esa descripci¨®n sobre el gusto amargo que lo retrata como un sabor intenso que produce una sensaci¨®n desagradable y duradera, apoyada en el ejemplo: ¡°Le gusta el caf¨¦ bien amargo, sin az¨²car¡±. Una inconsistencia que de fondo ampara esa pugna entre lo inherente ¡ªel desagrado ante una sensaci¨®n dudosa presente en la mayor¨ªa de los t¨®xicos¡ª y lo aprendido, la satisfactoria costumbre de tomar un arom¨¢tico caf¨¦ por la ma?ana. Junto al primer sorbo matinal, amanece la actualidad trabada de novedades, declaraciones y titulares. Esencialmente, porque o aplican un lenguaje que no mengua la supuesta probidad de nadie, vadeando la correcci¨®n pol¨ªtica, o, a la inversa, extreman el ambiente y los acontecimientos para poner en desventaja al rival. Eufemismos, rodeos, silencios, desacuerdos y bronca que ejercen de edulcorantes o potenciadores del sabor cuando lo espec¨ªfico, impuesto por la premura de una actualidad sobre estimulada, demanda titulares llamativos o frases recurrentes. Se navega entre el totalitarismo de la cortes¨ªa y la tiran¨ªa del descr¨¦dito, consumiendo expresiones que, m¨¢s que decir algo concreto, acogen una notable amplitud interpretativa.
Tambi¨¦n ocurre as¨ª en la gastronom¨ªa, donde una infinidad de t¨¦rminos mueren rodeados de los suyos, sujetos por el hilo de las conveniencias. Sostenible, tradici¨®n, creatividad, kil¨®metro cero, popular, natural o artesano son como un b¨¢lsamo ideol¨®gico conjugado emocionalmente. Como la idealizaci¨®n de los sabores de una memoria que, m¨¢s que reproducir el pasado, representan una traducci¨®n enlucida de este; un deseo satisfecho, que dir¨ªa el escritor mexicano Carlos Fuentes, quien afirmaba que para crear debes ser consciente de las tradiciones, pero para mantener las tradiciones debes crear algo nuevo. Porque una cosa es lo que las palabras significan en el diccionario y otra distinta la carga de sentimientos y percepci¨®n subjetiva para cada uno; para la publicidad o para el provecho de los desmemoriados como yo. Algunas cosas se hacen tan nuestras que las olvidamos, dir¨ªa el escritor Antonio Porchia. Ah¨ª est¨¢n los trabajos sobre saciedad sem¨¢ntica que se?alan que la repetici¨®n de una expresi¨®n o frase provoca en algunos la p¨¦rdida temporal de significado. Algo as¨ª como esa capacidad de las madres de aliviar una posible molestia dejando de escuchar cualquier asunto disonante. Aunque, por mucho que se repita una palabra, no se vac¨ªa de contenido; m¨¢s bien, se agota en nosotros como cuando se pierde el inter¨¦s por algo que nos apasionaba. No habr¨¢ declaraci¨®n m¨¢s pronunciada en el mundo que ¡°te quiero¡± ni m¨¢s proferida en vano, lo que no resta significaci¨®n a lo que promete, a las expectativas que sugiere cuando los hechos lo prueban. Ahora, para reconectarse con las palabras, hay que llenarlas de contenido, de coherencia entre lo que ofrecen y lo que se hace realmente en su nombre. Habitarlas, para que est¨¦n fuera de toda duda y contin¨²en emocionando sin necesidad de llegar a pol¨¦micas como la que tuvo lugar en el Reino Unido con la expresi¨®n brainstorming ¡ª?lluvia de ideas¡ª, que fue considerada por funcionarios ofensiva para las personas con trastornos cerebrales. En su lugar se propuso thought showers, ducha de ideas. Ya lo resolvi¨® el l¨²cido y esc¨¦ptico Nicolas de Chamfort cuando escribi¨® aquello de que tambi¨¦n hay tonter¨ªas elegantes como hay tontos bien vestidos. Pues eso.