12 cosas incomprensibles que hacen los 'foodies' en verano
Preferir los mercados a los museos. Hacer ¡®gastrosplaining¡¯ a los lugare?os. Visitar lugares infectos donde bordan no s¨¦ qu¨¦ plato. Si te vas de vacaciones con un 'foodie', m¨¢s vale que sepas lo que te espera.
El verano ser¨¢ esa estaci¨®n en la que comemos menos, pero si piensas que el calor atonta a los aficionados a la comida y logra que est¨¦n menos pesaditos, te equivocas. No, mi querido sufridor de familiares o amigos foodies, los que vivimos obsesionados por el placer gastron¨®mico no descansamos en vacaciones, y estamos muy dispuestos a amarg¨¢rselas a quien sea con tal de obtenerlo.
Es cierto que compartir un viaje o unos d¨ªas de descanso con un aspirante a gastr¨®nomo tiene su lado bueno: buscar¨¢ por ti buenos lugares para zampar, te informar¨¢ de las especialidades que debes probar o te aconsejar¨¢ sobre los productos que sea interesante comprar. Pero tambi¨¦n tiene su lado oscuro. A los fans de la comida se nos va un poco la pinza cuando salimos de nuestro h¨¢bitat natural, y empezamos a hacer cosas nada habituales en el ser humano ordinario. Si en alguna ocasi¨®n te has ido de viaje con uno de nosotros, las reconocer¨¢s. Si no, m¨¢s vale que te enteres por si acaso.
Visitar mercados como si fueran el Louvre o el MOMA...
Alguien nos dijo una vez que los mercados son los nuevos museos, y nos lo cre¨ªmos a pies juntillas. Los frisos del Parten¨®n nos dir¨¢n menos que un colirr¨¢bano en el Borough Market, y y esa merluza que ya hemos visto tres veces en el tour Massimo Botura por el mercado de M¨®dena nos sonreir¨¢ con m¨¢s misterio que la Mona Lisa. Mejor que como acompa?ante te hagas fuerte y nos pares los pies: si vamos a tope con el entusiasmo, podemos acabar llorando de s¨ªndrome de Stendhal frente al mostrador de embutidos de cualquier Lidl.
...y supermercados como tiendas de souvenirs
El pasillo -repite conmigo pa-si-llo. Entero, s¨ª- de comida jamaicana de Tesco y la secci¨®n de especias caj¨²n de Waitrose nos dan ganas de pasarnos el Brexit por el Big Ben y encadenarnos a esas estanter¨ªas para siempre, pero si no podemos hacerlo siempre nos quedar¨¢ la oportunidad de llevarte nuestro peso en comestibles. Sabemos exactamente lo que pesa nuestra maleta, y calculamos con la precisi¨®n de un camello los gramos de quesos ignotos suecos, latas de conservas de pescado portuguesas o caracoles gigantes africanos (esos no, que son ilegales) que podemos llevarnos a casa.
Pasar m¨¢s tiempo inform¨¢ndose que comiendo
?Fiarse de la Lonely Planet e ir los sitios que recomienda? ?Hacer caso a lo que le digan los lugare?os? JA. Los perturbados por la comida no vamos a creernos lo primero nos cuenten por ah¨ª, y antes de dirigirnos a cualquier local estamos dispuestos a tirarnos horas mirando blogs y webs gastron¨®micas y contrastando despu¨¦s con la lectura de unas 2.000 o 3.000 opiniones en TripAdvisor y Google Maps, hasta dar con el mejor sitio de la ciudad. No uno bueno, ni siquiera uno excelente. El mejor. ?Que acabamos con la cabeza como el bombo de Manolo? Da igual. En nuestra mente, esos tacos, ese pad thai o esa pizza justifican que hayamos perdido la mitad de nuestras vacaciones mirando una pantalla.
Comer cosas ignotas de otras ¨¦pocas que a los lugare?os ya ni les suenan
Los foodies m¨¢s intensitos siempre tienen entre ceja y ceja ese bocadillo de tripas de cormor¨¢n fermentadas al sol que vieron en un programa de street food raruno de Mega un domingo de resac¨®n, y por supuesto se lo van a comer. Da igual que ya solo lo preparen en un rinc¨®n apestoso del puerto, sobre un bid¨®n en llamas, dos individuos con m¨¢s pinta de tener s¨ªfilis que un certificado de manipulador de alimentos. En la tele dec¨ªan que en los a?os 30, durante la hambruna, fue el segundo manjar favorito de los marineros de la zona, despu¨¦s del gato frito. No esper¨¦is que asuman que la guerra ya ha pasado y hasta los supervivientes saben que no hace falta zamparse esa bazofia (aunque los gatos de la zona creen fervorosamente que han tomado la decisi¨®n adecuada).
Comida espa?ola, nunca
Da igual que lleves un mes viajando por China, tengas el sistema digestivo como el de un mirlo, un antojo de comida espa?ola como un piano de cola y a 200 metros haya un restaurante de solvencia contrastada: los foodies ac¨¦rrimos no comen comida espa?ola cuando est¨¢n de viaje en el extranjero. ?Significa eso que no tienen las mismas ganas que t¨² de tirarse en plancha sobre esa paella? Por supuesto que las tienen, pero se dejar¨ªan arrancar piel a tiras con un espiralizador de verdura antes que reconocerlo: como te dir¨¢n si te atreves a sugerirles visitar uno de estos establecimientos, ellos no han ¡°venido hasta aqu¨ª para eso¡±. Acto seguido buscar¨¢n un tugurio cercano donde les sirvan carne de burro (y tengan lavabo). Si les dices que tienen los ojos un poco llorosos, ser¨¢ porque les ha entrado ¡°un poco de pimienta de Sichuan¡±.
La cocina de supervivencia no es para ellos
Llevas aguant¨¢ndole la turra gastron¨®mica mientras preparabais el viaje, durante, previsiblemente despu¨¦s y para el resto de tus d¨ªas (si no te cansas antes). Pero ha llegado tu momento, hoy vas a sacar provecho de toda esa sapiencia: hay que preparar unos bocatas sencillos para llenar la panza durante un trayecto de siete horas por una zona virgen. Te las prometes muy felices con tu bocadillo de puturr¨², ?verdad? Pues no esperes que lo haga: la cocina de subsistencia no est¨¢ a la altura de su arte (y te lo dir¨¢ con un movimiento de melena digno de una final de RuPaul?s Drag Race).
¡°Pero si solo son 200 kil¨®metros de nada¡¡±
Si viajas con un foodie extremo, prep¨¢rate para el momento en el que te plantee -con toda la naturalidad del mundo, adem¨¢s- la posibilidad de desviarte ¡°solo¡± 200 kil¨®metros para ir a comer a un restaurante que le han dicho que es buen¨ªsimo. Es un plan sin fisuras: si com¨¦is bien, te recordar¨¢ para siempre que el banquete fue m¨¦rito suyo. Si resulta ser una basura, estar¨¢ mucho m¨¢s ofendido que t¨² hasta el fin de los d¨ªas. No puedes hacer ning¨²n movimiento bueno en esta partida, as¨ª que ni lo intentes.
Hacer gastrosplaining a los lugare?os
Esta es una de las cosas que pueden llegar a hacer explotar el contador de verg¨¹enza ajena, pero por suerte no es demasiado frecuente y solo se d¨¢ cuando el fudismo viene acompa?ado de cierta imbecilidad. Si se da el caso, los individuos pueden llegar a ir por los sitios a los que viajan dando lecciones de su propia cocina a los que viven all¨ª, por ejemplo a los italianos de cocina italiana (porque han visto Sal, grasa, ¨¢cido, calor o cualquier otra serie de Netflix y se sienten unos Michel Pollan de la vida). Si es el caso de tu acompa?ante, da cualquier relaci¨®n por terminada y huye sin mirar atr¨¢s: adem¨¢s de fudi es un idiota sin remedio.
Probar los helados m¨¢s raros
De fabada, de erizo de mar, de cabrales de gazpacho y, si lo encuentra, de reques¨®n de unicornio: el deporte favorito del foodie en verano es probar todos los helados rarunos que se le pongan por delante. Tendr¨¢s que aguantar su mirada de superioridad cuando pidas tu combinaci¨®n b¨¢sica de pistacho y nata, pero tambi¨¦n te reir¨¢s cuando tenga que zamparse la tarrina entera de fideu¨¤ con all i oli, mostaza y t¨¦ darjeeling con pastitas sin poner caritas.
¡®Foodienteritis¡¯ aguda
En el pasado, el aficionado al buen comer intentaba ir a restaurantes m¨¢s o menos finos con cierto pedigr¨ª. Ese modelo de adicto a la Michelin se ha quedado viejuno, y ahora lo que mola es combinar la cocina refinada con sitios baratuzos, infectos y presuntamente aut¨¦nticos, de esos que causar¨ªan un ictus a un inspector de Sanidad. Sirve cualquier delicia de puesto callejero ro?oso que nos haga sentir dentro de un documental de Anthony Bourdain, aunque luego lo paguemos con una gastroenteritis que nos deje como un trapo. Al final, lo importante es hacernos fotos y fardar de versatilidad de viajeros intr¨¦pidos con mucho mundo en las redes sociales, y en Instagram no se va a ver el retrete donde nos hemos pasado tres d¨ªas por culpa de esa comida tan ¡°de verdad¡±.
Hacer una cena a la vuelta para sus 3716260 mejores amigos
Preparar algunos de los platos que has comido en el viaje para tus amigos es el nuevo pasar 134 diapositivas sobre las vacaciones en Egipto, aunque m¨¢s agradable para el paladar, si cocinan bien. El precio por probar esa tartiflette para por aguantar dos horas de chapa sobre lo bien que se come en Saboya, pero si la bajas con suficiente vino es posible que te compense (y a lo mejor hasta te llevas un t¨¢per).
?Y en invierno?
Eso, ?qu¨¦ hacemos los buenos gastroviajeros cuando se acaba el verano, pasa el oto?o y llega el fr¨ªo invierno? Pues ver c¨®mo cr¨ªan polvo en nuestros armarios o despensas el 90% de los productos que nos compramos en nuestro periplo estival. Reconocer que no sabemos muy bien qu¨¦ hacer con esas especias y aderezos que trajimos como si fueran pepitas de oro. Asumir que, despu¨¦s de varios intentos semicatastr¨®ficos de replicarla en nuestra cocina, se nos ha pasado la fiebre por la comida de la zona que visitamos. Y sobre todo, pensar en c¨®mo vamos a convencer a nuestros familiares y amigos para ir el a?o que viene a ese lugar donde dicen que se come tan bien.
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