Alexandra, la tímida y desconocida hija de Carolina de Mónaco que ansía “una vida normal”
La joven, de 20 a?os, nacido del matrimonio de la princesa con Ernesto de Hannover, concede su primera entrevista, donde se declara lectora voraz y aficionada a la moda, a la que le gustaría dedicarse
Se ha criado escuchando a Pink Floyd, devorando libros —en especial a su amado Salinger— y patinando sobre hielo, es decir, como podría haberlo hecho cualquier adolescente. Pero no como todas, porque ha vivido entre palacios, mansiones y títulos nobiliarios. Alexandra de Hannover, de 20 a?os, es uno de los miembros menos conocidos de las dos poderosas y célebres familias a las que pertenece: los Hannover, por parte ...
Se ha criado escuchando a Pink Floyd, devorando libros —en especial a su amado Salinger— y patinando sobre hielo, es decir, como podría haberlo hecho cualquier adolescente. Pero no como todas, porque ha vivido entre palacios, mansiones y títulos nobiliarios. Alexandra de Hannover, de 20 a?os, es uno de los miembros menos conocidos de las dos poderosas y célebres familias a las que pertenece: los Hannover, por parte de su padre, Ernesto (de 66 a?os), y los Grimaldi, de su madre, Carolina de Mónaco (de 63).
Hija única de un extra?o matrimonio —sus padres llevan casados desde 1999 y más de una década distanciados, e incluso con otras parejas—, Alexandra se ha criado más cerca de su madre y sus hermanos Casiraghi: Pierre, Andrea y la mediática Carlota. Por parte de quien es todavía jefe de la casa güelfa tiene otros dos, Ernesto y Christian, con quienes también guarda buena relación.
La peque?a de toda esa mezcolanza familiar es una joven tímida y poco dada a apariciones públicas y mucho menos a entrevistas. Pero ha concedido la primera de su vida a la revista espa?ola Telva, con la que charla sobre sus estudios, sus gustos o su familia.
Pese a ser la peque?a y menos mediática —al menos hasta ahora— de los Grimaldi, la princesa de Hannover es la que ostenta un mayor rango entre sus hermanos y primos, ya que es, duquesa de Brunswick y Luneburgo, y princesa de Gran Breta?a e Irlanda. Incluso estaba en la línea de sucesión al trono británico, del que quedó excluida automáticamente cuando hace un par de a?os se bautizó en la fe católica; solo los anglicanos pueden ser reyes en Inglaterra.
Sin embargo y por lo que se desprende de sus palabras toda esa pompa parece muy lejana a Alexandra. Cumplirá los 21 el próximo mes de julio y para ella sus estudios “son lo primero”. Si en su adolescencia estudió, al igual que sus hermanos, en la monegasca ?cole de la Condamine, como sus hermanos, ahora ha pasado a la universidad en Nueva York. Algo que le permite su fluidez idiomática: habla alemán, inglés, francés y ha estudiado espa?ol e italiano.
En su infancia, explica, “los estudios eran lo primero". "Siempre tuve claro que quería ir a la universidad. Y así lo hice. Estudio en la Universidad de Nueva York, Ciencias Políticas y Filosofía. Pero más con el deseo de nutrirme intelectualmente que con una visión laboral. Es que me encanta leer”. De hecho, no tiene claro el rumbo que tomará en el futuro ni la profesión que elegirá, ni explica si está sola en la ciudad o si la acompa?a quien —al menos hasta ahora— era su pareja, el joven millonario alemán Ben-Sylvester Strautmann.
A lo largo de su infancia, ha compaginado esos estudios con el deporte, en concreto con el patinaje sobre hielo, gran pasión a la que se dedicó en cuerpo y alma. Una disciplina que, además, le hizo ver que sus orígenes daban exactamente igual. “Aunque tuve que dejarlo un a?o antes de acabar mis estudios de bachillerato, (tenía mucho que estudiar y debía prepararme para el acceso a la universidad) quedará ahí como un aspecto clave de mi vida. Admiro esa mezcla que tiene de componente artístico y de disciplina atlética. Su nivel de exigencia. Tenía, por supuesto, que aparecer cada día en los entrenamientos, pero había algo mejor; saber que nadie podía hacerlo por mí. Al deporte le da igual quién seas o de dónde procedas. Debes esforzarte igual que los demás”, confiesa en la entrevista.
“Le doy muchas vueltas a las cosas”, afirma en la charla, en la que se define como una persona “muy sensible”, algo que trata de vivir “como algo positivo”, aunque en ocasiones complicado de gestionar. “A veces me frustro cuando me encuentro gente que no lo es. Empiezas a interactuar con alguien y te das cuenta de que no tiene esa capacidad y piensas: ?Pero por qué? ?Si es obvio! Cuando eres introvertida observas antes de actuar”.
Para el encuentro con la periodista aparece sin maquillaje y con un abrigo negro que, confiesa, es de su madre. “Mi vida es la de cualquier estudiante de mi edad y la universidad me mantiene fuera del foco mediático. Visto acorde con ese estilo de vida. Un buen par de vaqueros, una sudadera, deportivas o mocasines bonitos”, explica. El abrigo de Carolina es una de las escasas alusiones que hace a la princesa de Mónaco, y por supuesto no se mencionan ni la separación de facto de sus progenitores ni la enfermedad de su padre, que ha pasado por un cáncer. “Cojo muchas cosas del armario de mi madre. No sé si ella está tan contenta como yo con eso”, ríe.
La moda es importante para ella, y sobre todo en su unión actual con el medio ambiente. Una cuestión con la que se muestra crítica. “Mi generación, aunque igual estoy siendo demasiado optimista, está muy concienciada, pero me saca un poco de quicio la incoherencia. Erradicamos las pajitas de plástico pero bebemos de un recipiente de plástico y compramos ropa que no es biodegradable. No soy aún del todo consciente de que yo pueda tener una voz. Tampoco de mi condición de princesa, trato de no pensar en ello sin dejar de agradecer, por supuesto, lo privilegiada que he sido. Pero quiero una vida normal”, reflexiona. El dise?o y la ropa le gustan tanto que, incluso, ha pensado en dedicarse a ello. “Me encanta la moda”, afirma, e incluso se plantea ser personal shopper. “Compraría para los demás, así que disfrutaría de ese placer pero en un segundo plano, sin sentirme culpable. Me quedaría con la mejor parte".