Eduardo de Wessex, el hijo menos principesco de Isabel II
El v¨¢stago menor de la reina de Inglaterra lleva 20 a?os casado con Sof¨ªa de Wessex y mantiene un perfil bajo que le permite evitar la presi¨®n medi¨¢tica de sus hermanos
Igual que en las familias normales, en las reales no es oro todo lo que reluce. Quienes parecen sus miembros m¨¢s brillantes, populares y divertidos son los que, a menudo, suelen dar m¨¢s quebraderos de cabeza a sus responsables. En cambio, los discretos, esos a quienes el p¨²blico poco especialista conoce menos, suelen convertirse en una mano amiga, un recurso del que tirar, siempre disponible.
Eso es lo que ocurre con el pr¨ªncipe Eduardo de Inglaterra, el m¨¢s desconocido ¡ªque no impopular¡ª de los hijos de Isabel II. Despu¨¦s del heredero, Carlos, est¨¢ Ana, la ¨²nica mujer, y tras ella el siempre complicado Andr¨¦s, el exmarido de Sarah Ferguson implicado en el esc¨¢ndalo de Jeffrey Epstein y conocido tambi¨¦n por sus hijas treinta?eras, Beatriz y Eugenia. Pero hay alguien m¨¢s.
Eduardo Antonio Ricardo Luis, de 56 a?os, es el m¨¢s peque?o; se lleva cuatro a?os con Andr¨¦s, 14 con Ana y 16 con Carlos. El salto generacional es grande, y ese es uno de los factores claves sobre c¨®mo afronta Eduardo su tarea. La presi¨®n sobre ¨¦l es mucho menor que la de sus hermanos, m¨¢s expuestos al ojo p¨²blico desde su infancia.
El perfil de Eduardo es tan bajo que ni siquiera usa ni ostenta los t¨ªtulos de pr¨ªncipe (como Carlos, pr¨ªncipe de Gales, y Ana, llamada princesa real) ni de duque (el caso de Andr¨¦s de York), sino que es conde (de Wessex), con un menor rango. Bien es cierto que se prev¨¦ que con el tiempo herede el t¨ªtulo de duque de Edimburgo que usa su padre, y ya hay tareas del consorte, jubilado hace dos a?os, que ya recaen sobre ¨¦l.
Igual que ¨¦l mismo, su imagen ha ido evolucionando. El ni?o t¨ªmido y sonriente que apenas aparec¨ªa en las fotograf¨ªas se convirti¨® en un joven de car¨¢cter emprendedor que, finalmente, pas¨® por el aro de La Firma, como se conoce a la familia real brit¨¢nica, y ahora se dedica a representarla en tareas institucionales junto a su esposa, Sof¨ªa. A menudo dan la cara por la reina en viajes, coronaciones (como la de Alberto de M¨®naco) o bodas reales, y tambi¨¦n tienen una fundaci¨®n ben¨¦fica, como es habitual entre cada una de las familias de los Windsor. Estos d¨ªas confinados se les ha visto aplaudir a los sanitarios y participar en videoconferencias con distintas asociaciones e incluso en una grupal con otros miembros de la familia real.
Eduardo lleva 20 a?os, casi 21, casado con Sof¨ªa, a quien conoci¨® en 1993 en un partido de tenis. Tienen dos hijos, Luisa, de 16 a?os, y Jacobo, de 12. Hoy est¨¢n consideradas una de las parejas m¨¢s estables de la monarqu¨ªa brit¨¢nica, y tambi¨¦n de las m¨¢s queridas. Es el hijo de Isabel II que ha mantenido y de hecho mantiene en matrimonio m¨¢s duradero y el ¨²nico que no se ha divorciado. Cierto es que, antes de casarse, les obligaron a mantener su noviazgo durante seis a?os: demasiado da?o hab¨ªan hecho los escasos seis meses de romance de Carlos y Diana.
En lo personal, crear una familia no les fue f¨¢cil. Sof¨ªa tuvo varios abortos, algunos de ellos p¨²blicos, antes de tener a sus hijos y el parto de su hija mayor, Luisa, que naci¨® de forma prematura, fue tan complicado que se temi¨® por su vida y que la reina acudi¨® al hospital a visitarlas en un gesto inaudito. La ni?a tiene un trastorno ocular llamado exotrop¨ªa por el que se ha sometido sin ¨¦xito a varias operaciones. Por su parte el peque?o, el vizconde Jacobo, ya ha tenido sus propias pol¨¦micas: hace dos a?os, cuando ten¨ªa solo 10, fue pillado conduciendo en el castillo de Windsor.
Sin hacer ruido, Sof¨ªa se ha ido convirtiendo en quien dicen es la nuera favorita de Isabel II: discreta, sencilla, no genera ruido, soluciona. No siempre ha sido as¨ª. Tambi¨¦n les han precedido su pu?ado de esc¨¢ndalos. A principios de los 2000, intentaron mantenerse al margen de la corona con negocios propios; Eduardo con una productora de televisi¨®n llamada Ardent y Sof¨ªa con una empresa de relaciones p¨²blicas, RJH. Tres a?os despu¨¦s de casarse, se vieron obligados a cerrar ambas.
Aunque argumentaron que el objetivo de su despedida profesional fue ¡°apoyar a la reina y a la familia a afrontar las crecientes responsabilidades¡± con motivo del Jubileo de Oro (los 50 a?os de Isabel en el trono), los or¨ªgenes del problema fueron otros. Primero, en 1999, se tuvo que abrir una investigaci¨®n para conocer si Sof¨ªa llevaba a clientes al palacio de Buckingham, en lo que podr¨ªa ser un abuso de poder. Poco despu¨¦s, en 2001, Sof¨ªa se enfrent¨® a una pol¨¦mica por unas declaraciones indiscretas sobre la familia real y sobre Tony Blair ante un periodista que se hizo pasar por un jeque ¨¢rabe. Adem¨¢s, la productora de Eduardo grab¨® a su sobrino, el pr¨ªncipe Guillermo, sin que ¨¦l lo supiera mientras estudiaba en la universidad. Algo que caus¨® revuelo, puesto que un pacto entre los medios hab¨ªa fijado darle una tregua al hijo del pr¨ªncipe Carlos. Todo ello hizo que bajaran las persianas de sus negocios para centrarse en lo que, finalmente, se ha visto que es lo que mejor saben hacer: ser ese rostro, sonriente pero callado, al que siempre pueden acudir los Windsor.
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