La historia real de Enrique Ponce y Paloma Cuevas
La pareja presum¨ªa en publico de una relaci¨®n ideal pero atravesaba una profunda crisis desde hace m¨¢s de un a?o en la que el torero ha hecho vida de soltero
Nada hac¨ªa sospechar que una de las parejas m¨¢s consolidadas del panorama social espa?ol viv¨ªa una profunda crisis desde hace un a?o, como han confirmado fuentes de su c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo. Incluso se sab¨ªa que hab¨ªan pasado el aislamiento por la pandemia recluidos con sus dos hijas Paloma, de 12 a?os, y Bianca, de ocho, en su finca de Las Navas de San Juan y con los padres de ella, Paloma D¨ªaz y Victorino Valencia, una figura fundamental en la vida del torero ya que es su apoderado. Pero por sorpresa el 1 de julio la revista Semana anunciaba que tras casi 24 a?os de matrimonio, Enrique Ponce y Paloma Cuevas hab¨ªan iniciado los tr¨¢mites de su divorcio. La pareja fue informada horas antes de que la noticia ya estaba en la imprenta. No les gust¨® porque hab¨ªan planeado un comunicado conjunto cuando los problemas legales estuvieran ya resueltos. La pareja siempre perfecta, silenciosa, casi a juego y, en ocasiones, imagen de felicidad empalagosa daba un giro de guion.
Ellos guardan silencio en p¨²blico, pero en privado van contando su historia de amor truncada. Es una de las m¨¢ximas de Ponce (48 a?os) y Cuevas (47): la discreci¨®n solo rota en contadas ocasiones. Conforme pasan las horas se va desdibujando la imagen de pareja ideal y filtrando la real. Ponce y Cuevas llevaban m¨¢s de un a?o viviendo juntos pero cada uno haciendo su vida, sobre todo ¨¦l. Al torero se le relaciona con otra mujer, una joven de Almer¨ªa a quien Telecinco incluso ha puesto nombre, Ana Soria, una veintea?era muy aficionada a los toros como lo son sus padres: ¨¦l abogado y ella propietaria de una cadena de panader¨ªas. Cuentan testigos que el torero y su nueva amiga se dejan ver por Almer¨ªa sin problema, que no se esconden. Cuevas ha sido la primera en romper ese silencio con una escueta entrevista a la revista ?Hola! donde, aunque admite pasar ¡°un momento dif¨ªcil¡±, asegura estar serena y centrada en sus hijas. ¡°La palabra es serena. Serena porque mi fe me permite estar tranquila y serena porque la felicidad de mis hijas est¨¢ por encima de todo¡±. Y a?ade: ¡°Jam¨¢s voy a hablar mal del padre de mis hijas. Nunca voy a decir nada negativo de ¨¦l. Hemos tenido un matrimonio precioso durante 24 a?os y un amor muy real, muy verdadero¡±.
Quienes orbitan en torno al mundo del toro estaban sorprendidos de que en este ¨²ltimo a?o o a?o y medio Enrique Ponce, que tom¨® la alternativa hace ya 30 a?os y que es una de las figuras m¨¢s importantes del toreo, ¡°estuviera toreando m¨¢s que nadie¡±. ¡°Llamaba la atenci¨®n que un torero como ¨¦l se fuera un viernes y se volviera un lunes para matar un toro en M¨¦xico o en un pueblo de Bolivia en pleno invierno. Extra?aba la cantidad de viajes que hac¨ªa¡±, reflexionan fuentes del sector. Algunos lo achacaban a posibles problemas financieros, quiz¨¢ a una sanci¨®n de Hacienda o a alguna deuda por pagar.
Ponce lleva en los ruedos tres d¨¦cadas, en las que ha ganado mucho dinero que ha invertido en negocios inmobiliarios, ganaderos, aceiteros e incluso musicales. Su sociedad, Cetrina SL, fundada en 1994 y de la que es el ¨²nico administrador, tiene unos activos de 5,5 millones de euros (seg¨²n datos de 2018, los ¨²ltimos registrados). Sin embargo, en ese ejercicio, aunque sus ventas aumentaron, su patrimonio neto descendi¨® en medio mill¨®n de euros y el beneficio despu¨¦s de impuestos cay¨®. Ahora hay quien achaca tanto viaje a las ganas de libertad del matador.
Aunque lo familiar y los dem¨¢s negocios se tambaleen para Ponce, a¨²n quedan rabos que cortar en la plaza. Est¨¢ en una excelente forma f¨ªsica y se cuida y ejercita con constancia. Adem¨¢s, seg¨²n los expertos, el tipo de toro al que se enfrenta hoy d¨ªa ¡°le permite encararse a ¨¦l con un cierto desahogo¡±. Es uno de los primeros toreros que se han comprometido a volver a las plazas tras la pandemia. El 1 de agosto estar¨¢ en Osuna, Sevilla; el 15 en Beziers, Francia; y el 16 regresar¨¢ para torear en Santisteban del Puerto, Ja¨¦n. Dicen quienes le conocen que puede quedarle m¨¢s de una d¨¦cada de carrera. Pese a ello, la cuesti¨®n econ¨®mica puede traerle posibles quebraderos de cabeza, si se lleva a t¨¦rmino el divorcio. La pareja no se cas¨® en r¨¦gimen de separaci¨®n de bienes y comparten la titularidad de varias sociedades. Fuentes pr¨®ximas a Ponce aseguran que pondr¨¢ las cosas f¨¢ciles a la mujer que ha compartido su vida con ¨¦l durante 24 a?os.
La catedral de la Valencia natal de Ponce vio el 25 de octubre de 1996 como su ilustre espada se casaba con una de las ni?as bonitas del mundo del toro, con la hija de Victorino Valencia. Nacida en una familia muy tradicional, con firmes convicciones cat¨®licas (ha contado que en el confinamiento rezaba a diario), Cuevas lleg¨® a la iglesia del brazo de su padre con un vestido realizado por la firma Basald¨²a, adornado con las mangas y algunos detalles del que en su d¨ªa llev¨® su madre. El cantante Francisco enton¨® el Ave Mar¨ªa de Schubert y Jos¨¦ Manuel Soto la Salve Rociera en una catedral donde se congregaron mil personas. Ya en la recepci¨®n hubo fuegos artificiales con los nombres de los novios y una tarta que recreaba la plaza de toros de Valencia y su famoso Miguelete. Asistieron El Litri, Francisco Rivera Ord¨®?ez, Espartaco, Julio Iglesias Puga, Norma Duval, Mar¨ªa Teresa Campos, Rappel... lo m¨¢s granado del toreo y del coraz¨®n de los a?os noventa.
Victoriano Cuevas (llamado Valencia) es m¨¢s que un suegro o un apoderado para Ponce: ha sido amigo, padrino, acompa?ante, consejero y casi padre para el matador. De 87 a?os, es un hombre culto (licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca), conocedor del gremio, torero antes que empresario, que ayud¨® a dirigir las carreras de otras figuras como El Juli o Jos¨¦ Ortega Cano. De ah¨ª que los Cuevas y los Ponce hayan tejido v¨ªnculos en los que se entremezclan lo familiar con lo profesional. Lazos que parec¨ªan irrompibles pero que, al final, han resultado no serlo tanto.
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