Sanxenxo
?Cu¨¢ndo se vio que un rey legalmente inviolable diera explicaciones? Solo los pusil¨¢nimes y los contribuyentes dan explicaciones

Est¨¢ claro que el rey em¨¦rito esper¨® a ver el ¨¦xito en Eurovisi¨®n para decidir su regreso. Estamos todos jubilosos por el triunfo de Chanel y ahora Sanxenxo es como un nuevo Saint Tropez al que se llega en jet. Me gusta que el em¨¦rito escoja un mar fr¨ªo, nuestro norte Atl¨¢ntico, porque sumergirse en esas aguas, incluso en el julio m¨¢s t¨®rrido, es algo inolvidable y que garantiza buena salud por muchos a?os.
Casi todo son buenas noticias en torno a este regreso oficial del rey em¨¦rito, nuestro jet setter m¨¢s ejemplar; se entiende que sea expr¨¦s y con agenda cargad¨ªsima. Jets, regatas, autopistas, polic¨ªas, reuniones familiares, infantas que se plantan, igual que el padre, sin m¨¢s explicaciones. ?Cu¨¢ndo se vio que un rey legalmente inviolable diera explicaciones? Solo los pusil¨¢nimes y los contribuyentes dan explicaciones.
Es inexplicable, incluso ?o?o, el empe?o de algunos ministros en no entender que los Borbones no se explican. Igual que los Reyes Magos o la fecundaci¨®n de la virgen Mar¨ªa, los crees o no les crees, te aguantas la inviolabilidad y listo. Y, sobre todo, te acostumbras a que ellos, como millonarios, nos hablen el lenguaje de los hechos consumados. Por ejemplo, llegar en jet privado para asistir a una regata. Y descender ag¨®nicamente las escaleras porque no se te ocurri¨® ensayar, al estilo Chanel, esa llegada. El exilio y la inviolabilidad te hacen perezoso. La infanta Elena, fiel a su papel de intermediaria, hizo una reverencia, luego ridiculizada por el campechano y espont¨¢neo saludo de un operario del aeropuerto que salud¨® a don Juan Carlos como si fuera uno m¨¢s. Sin explicaciones, el desorden reina, todo queda m¨¢s rid¨ªculo. El propio em¨¦rito ha fastidiado su regreso y esa bajada de escaleras se suma a otras im¨¢genes: dormido en el transcurso de un discurso, fotografi¨¢ndose junto a un elefante muerto o con un amigo s¨¢trapa. ?l puede creer que le sirven para evadir explicaciones. Pueden, peligrosamente, convertirse en su legado.
Pero pensemos en lo bueno. Sanxenxo, un oasis fresco. Qu¨¦ maravilla de inesperado protagonismo. Es como si el Gordo de la Loter¨ªa hubiera entero ca¨ªdo all¨ª, en ese privilegiado entorno de pinos, aguas fr¨ªas, marisco pleno de sabor. ?Em¨¦rito, tenga cuidado, que el cuerpo no entiende de explicaciones ni excusas y despu¨¦s de casi dos a?os de abstinencia y alimentaci¨®n fundamentalista no es recomendable pasarse con el jam¨®n, el Albari?o, las n¨¦coras, percebes y lo dem¨¢s! Mi mam¨¢ dec¨ªa que en Espa?a no solo se come bien sino que se come bien todos los d¨ªas. Con la euforia por el regreso, es casi seguro que pueda producirse un cierto exceso de adrenalina en Sanxenxo comparable a la sobredosis de harinas en la boda del hijo de Carmen Borrego, la hija menor de Mar¨ªa Teresa Campos. ?Por qu¨¦ esa boda coincidi¨® tanto con el triunfo de Chanel en Eurovisi¨®n como con el retorno del em¨¦rito? Recuerdo, como nunca, a B¨¢rbara Rey cuando dec¨ªa aquello de que ¡°una mano negra torc¨ªa las cosas¡± en su contra. Esa mano negra consigui¨® eclipsar toda una boda espa?ola ejemplo de neocasticismo sincero, con frufr¨² de sedas, escotes, plumas, redondeces, zapatos con pulsera tobillera y cientos de panes de harina blanca convertidos en centros de mesa, s¨ªmbolos perecederos de prosperidad.
Es todo un desorden de conductas desordenadas. Tanto privilegio no puede ser bueno. Mientras el rey em¨¦rito vuela a Vigo, en un jet privado con matr¨ªcula de Aruba, propiedad de una empresa de Angola, la reina em¨¦rita est¨¢ en Miami para recibir al buque escuela Juan Sebasti¨¢n Elcano, consciente de que su destino es regresar a Espa?a en un vuelo comercial para cambiarse y fotografiarse junto al em¨¦rito, al que no huele desde hace dos a?os. Sin m¨¢s explicaci¨®n que cumplir.
Por todo esto, desear¨ªa que el rey, aunque desentrenado, como confes¨® antes de viajar, ganase la regata. Sin m¨¢s explicaciones, realmente por cojones.
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