Las mujeres de la semana
Samantha Hudson desarma sin prisas pero avanza sin pausa; ha probado el sabor de la televisi¨®n comercial comport¨¢ndose todo lo alternativo que la tele en abierto puede soportar
Gracias a los premios Alan Turing en homenaje al extraordinario cient¨ªfico gay, que se entregan en el festival Culture & Business Pride en Tenerife, he compartido escenario con ese nuevo icono de la diversidad que es Samantha Hudson. No es la primera vez que coincidimos, pero s¨ª la primera en que hablamos y profundizamos un poco m¨¢s. Olvid¨¦ comentarle que ambos nos perdimos el desfile de Dior en Sevilla para encontrarnos en esta estimulante charla.
El debate que nos reuni¨® trat¨® sobre los l¨ªmites entre la creatividad y el mercado, hasta d¨®nde puedes ser t¨² mismo cuando el ¨¦xito comercial llama a tu puerta y a qu¨¦ coste. Esa encrucijada en la que tienes que escoger entre tirar por la polvorienta senda de lo masivo o reinar atrincherado en lo alternativo. Algo que puede ocurrirle a la joven Samantha, plenamente incorporada al paisaje underground pero tentada por el engranaje de la cultura de masas. Eso puede verse como una oportunidad. En mi caso, cuando eso sucedi¨® ¡ªlo reconoc¨ª en el debate¡ª me abr¨ª de piernas y me entregu¨¦ para ser fagocitado todo lo que esa maquinaria quisiera. No tengo todav¨ªa claro qu¨¦ perd¨ª en el proceso, pero sent¨ª que era mi obligaci¨®n transmitirle a Samantha la idea de que hiciera lo mismo. Ella, que todav¨ªa prefiere mantener la pureza, me mir¨® de soslayo y solt¨® un: ¡°Vendida¡±. Re¨ª tan aliviado como agradecido de que alguien hubiera sintetizado mi verdad en p¨²blico.
Samantha Hudson desarma sin prisas pero avanza sin pausa. Ha probado el sabor de la televisi¨®n comercial participando en MasterChef Celebrity y acudiendo a S¨¢lvame Fashion Week, comport¨¢ndose en ambas ocasiones todo lo alternativo que la tele en abierto puede soportar. Su deliberado aspecto, un glamur m¨¢s Mad Max que My Fair Lady, desconcierta a algunos mientras ella discute consigo misma cu¨¢nto tiempo m¨¢s sostener ese tira y afloja. Cuando hab¨ªamos entrado en este meollo existencial, se unieron a nuestra charla las integrantes del colectivo pol¨ªtico musical Pussy Riot, las primeras mujeres rusas que se enfrentaron a Putin en su deriva totalitaria y ense?aron al resto del mundo el peligro que implicaba. Al igual que Alan Turing, fueron condenadas y encarceladas; una de ellas, Maria Alyokhina (Masha), lleva todav¨ªa una pulsera tobillera electr¨®nica. En una improvisada mezcla de espa?ol, ingl¨¦s y ruso, ellas consiguieron abrirnos los ojos acerca de lo importante que es la libertad, algo que no valoras bien hasta que la pierdes. Ya seas superalternativo o supercomercial, sin ella eres poco.
Vivir en una ciudad tan materialista y seca como Madrid me ha cambiado la vida y me ha convertido en lo que LOC llama ¡°el rey de los photocall¡±, al igual que el rey em¨¦rito no considero necesaria dar ninguna explicaci¨®n. El martes vi a una m¨¢rtir, Juana de Arco en el Teatro Real, con una espl¨¦ndida interpretaci¨®n de Marion Cotillard, un ¨¦xito de la programaci¨®n de Joan Matabosch. Al d¨ªa siguiente no pude perderme la exposici¨®n de Alex Katz en el museo Thyssen, donde recib¨ªan como nuevos anfitriones Borja Thyssen y Blanca Cuesta, ambos vestidos como si hubieran salido de uno de los cuadros. El photocall me record¨® que no han pasado dos meses de mi intervenci¨®n cardiovascular. De eso tambi¨¦n convers¨¦ con Carolina Herrera mientras cen¨¢bamos. A la salida del restaurante nos esperaban por sorpresa las c¨¢maras de unos reporteros, que recogieron las perfectas declaraciones de la se?ora Herrera. El momento fue un m¨¢ster de comunicaci¨®n social en una acera de Madrid, en el que Carolina se defendi¨® con precisi¨®n y manos en los bolsillos de la inquisitiva prensa rosa. Me habr¨ªa gustado espolvorear y compartir un poco de ese charme con Samantha y las Pussy Riot durante nuestro debate en Tenerife. De c¨®mo la buena educaci¨®n puede hacer mas f¨¢cil y certero surfear las erizadas olas de la libertad de empresa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.