?C¨®mo ha cambiado la muerte de la reina Isabel la relaci¨®n de los duques de Sussex con el resto de la familia real?
Los Windsor han ofrecido una imagen de distante unidad durante el funeral de la monarca. Est¨¢ por ver si se mantendr¨¢ los pr¨®ximos meses, cuando el pr¨ªncipe Enrique publicar¨¢ su libro de memorias y Carlos III intentar¨¢ mantener su popularidad como nuevo rey de Inglaterra
La muerte siempre pilla en mal momento, incluso cuando a la abuela se la ve apagada y frisa el siglo de vida. El fallecimiento de Isabel II sorprendi¨® a Enrique de Inglaterra y su esposa, la antes actriz Meghan Markle, dando charlas por Inglaterra y Europa, en lo que el peri¨®dico The Times of London calific¨® con iron¨ªa como ¡°minigira real freelance¡±. Ambos viven en Estados Unidos desde 2020, cuando renunciaron a sus funciones reales y se alejaron de los Windsor entre acusaciones de racismo, en un episodio traum¨¢tico que hizo tambalear los cimientos de la corona brit¨¢nica. Desde el Megxit, as¨ª bautiz¨® la prensa el evento, la distancia de la pareja con el resto de la familia real ha sido evidente. Pero en los ¨²ltimos d¨ªas, con motivo de los fastos por el funeral de Isabel II, se ha visto cierto acercamiento. Las se?ales parec¨ªan contradictorias, pues algunos medios brit¨¢nicos convirtieron la an¨¦cdota en noticia y los rumores en hechos. Pero a pesar de las cr¨ªticas de expertos en protocolo, gur¨²s de moda, leedores de labios y fuentes an¨®nimas, el protagonismo de los duques de Sussex en los actos oficiales dista mucho del papel secundario al que se les releg¨® este verano en los actos del Jubileo de Platino de la reina. Est¨¢ por ver si este es un primer paso en el largo camino a la reconciliaci¨®n o un paso en falso, pero lo cierto es que llegado a t¨¦rmino el duelo por la reina, se abre un nuevo cap¨ªtulo en la familia Windsor.
El relato p¨²blico empez¨® mal: con Enrique de Inglaterra viajando solo y tarde (ya se hab¨ªa anunciado el fallecimiento de la reina) al castillo de Balmoral, en Escocia. Medios brit¨¢nicos aseguraban que se le hab¨ªa ordenado dejar atr¨¢s a su mujer para no alterar al resto de la familia. Fue el ¨²ltimo en llegar y el primero en irse, pues volvi¨® r¨¢pidamente con su esposa. Informaron tambi¨¦n que el pr¨ªncipe se enter¨® de la muerte de su abuela incluso despu¨¦s que la primera ministra, Liz Truss. En una acci¨®n ins¨®lita, tanto por producirse en pleno luto como porque no suelen comentar sobre este tipo de informaciones, un portavoz de Carlos III se vio obligado a confirmar al Daily Mail que ¡°al p¨²blico solo se le inform¨® [de la muerte de la monarca] despu¨¦s de que cada miembro de la familia hubiera sido informado¡±
Las cosas cambiaron en el primer acto p¨²blico de la familia, cuando los flamantes pr¨ªncipes de Gales, Guillermo y Catalina, salieron a saludar a la multitud congregada a las afueras del palacio de Windsor y lo hicieron junto a Enrique y Meghan. Quienes fueran bautizados por la prensa como Los cuatro fant¨¢sticos volv¨ªan a unir fuerzas por primera vez en dos a?os. A pesar de la frialdad, el mensaje era claro. Apenas se miraron, solo los dos hermanos intercambiaron unas t¨ªmidas palabras, pero los cuatro llegaron y se marcharon en el mismo coche, algo que podr¨ªan haber evitado echando mano del socorrido protocolo.
Las cosas tambi¨¦n parecieron destensarse con el nuevo rey. En su primer discurso a la naci¨®n, Carlos III mencion¨® expresamente a los duques de Sussex: ¡°Quiero tambi¨¦n expresar mi amor por Enrique y Meghan mientras contin¨²an construyendo sus vidas en el extranjero¡±, dijo. Hubo otros detalles positivos, como permitir que el pr¨ªncipe Enrique vistiera de militar durante la vigilia al cuerpo de su abuela (algo que el protocolo le proh¨ªbe al haber sido despojado de honores militares con su renuncia al t¨ªtulo real). Pero tambi¨¦n hubo se?ales que indicaban cierto distanciamiento. De acuerdo con el peri¨®dico Express, el duque de Sussex no fue invitado a la cena que el rey Carlos III organiz¨® en el palacio de Balmoral la misma noche del fallecimiento de la reina en honor de su difunta madre, una informaci¨®n no confirmada por la casa real brit¨¢nica.
Una de las dudas era si Guillermo de Inglaterra y Catalina compartir¨ªan banco y rezos con Enrique y Meghan Markle en el funeral de Estado en la abad¨ªa de Westminster. Finalmente, se opt¨® por sentarlos en extremos opuestos de la nave principal, con los pr¨ªncipes en primera fila a la izquierda y los duques, en la segunda a la derecha. La opci¨®n ten¨ªa sentido desde el punto de vista del protocolo, pero el orden en estos casos se puede romper por razones de parentesco, como se hizo con los reyes Felipe VI y Letizia, que se sentaron junto a los reyes em¨¦ritos. En la ceremonia posterior celebrada en Windsor, en acto religioso m¨¢s ¨ªntimo, s¨ª se sentaron juntos en la misma fila. De nuevo, distanciamientos y acercamientos.
Y a partir de ahora, ?qu¨¦?
Enrique y Meghan son lo m¨¢s parecido a la realeza que hay en EE UU, un pa¨ªs republicano en el que la fama es la aut¨¦ntica soberana. Y ellos son muy famosos. Ella tiene un nuevo podcast, ¨¦l da charlas en la sede de la ONU. Juntos producen series en Netflix y han fundado Archewell, una combinaci¨®n de empresas con y sin ¨¢nimo de lucro que pretende ¡°liberar el poder de la compasi¨®n para impulsar un cambio cultural sist¨¦mico¡± y generar dinero. En una reciente y aduladora entrevista, la revista The Cut bautizaba a quien pudo ser Meghan de Inglaterra como Meghan de Montecito, en honor a la exclusiva urbanizaci¨®n californiana donde vive la pareja junto a sus dos hijos, en una mansi¨®n de 14,65 millones de d¨®lares (cifra similar al cambio en euros).
Es la principal diferencia entre los duques de Sussex y la familia real brit¨¢nica. Los primeros pueden dar entrevistas y controlar la narrativa (o intentarlo, pues el reportaje de Markle no consigui¨® reforzar su figura, sino reavivar las cr¨ªticas en Inglaterra). Carlos III no puede dar entrevistas ahora que es rey. Tampoco lo hace Guillermo, que ha mantenido una figura mucho m¨¢s herm¨¦tica y distante estos a?os, tal como hizo su abuela. El espejo en el que se mira su hermano peque?o ¡ªy su mujer¡ª se parece m¨¢s al de su madre, Lady Di, cuyo enfrentamiento con los Windsor elev¨® su figura a la vez que hund¨ªa a la corona. Y eso supone un problema.
Despu¨¦s de 17 d¨ªas fuera, los duques de Sussex cogieron este mi¨¦rcoles un avi¨®n rumbo a Montecito. Queda en el aire si su reconciliaci¨®n con la familia real es, tambi¨¦n, real. Y si esto tendr¨¢ alguna consecuencia. Los funcionarios del palacio de Buckingham no han aclarado hasta ahora si los hijos de Enrique y Meghan, Archie y Lilibet, de uno y dos a?os, recibir¨¢n el tratamiento de pr¨ªncipe y princesa, como el protocolo suele permitir a los nietos del soberano. Todo parece indicar que no, pues su estatus no ha cambiado en la web oficial, como s¨ª lo ha hecho el de otros miembros de la casa real.
Por otro lado, lo que queda del a?o se presenta movidito. A finales de 2022 se van a publicar las memorias del pr¨ªncipe Enrique, en un libro que Penguin Random House (que habr¨ªa pagado 20 millones de d¨®lares por los derechos) describe como ¡°¨ªntimo y sincero¡±. ¡°El rey tendr¨¢ que decidir si pide ver las pruebas previas a la publicaci¨®n o si recurre a los abogados para amenazar con acciones que impidan que se impriman secretos familiares sensibles o acusaciones controvertidas¡±, advert¨ªa The Guardian la semana pasada.
Carlos III no goza de la popularidad de su madre. No se puede permitir otro Megxit. Sin embargo, una reciente encuesta de YouGov mostraba que la corona lo favorece: el 63% de los brit¨¢nicos cree ahora que ser¨¢ un buen monarca, un aumento del 30% desde la anterior encuesta, de mayo. Entonces fue el s¨¦ptimo miembro de la realeza m¨¢s popular. Enrique estaba en el puesto n¨²mero 11. Meghan en el 14, solo por delante del pr¨ªncipe Andr¨¦s, acusado de abusar sexualmente de una menor.
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