Una de cal y otra de musgo: Julio Cano Lasso, el arquitecto de los ¡°detalles humildes¡±
Cuando muri¨® dijeron de ¨¦l que era un arquitecto racionalista, ¡°pero ten¨ªa un huerto de rosas en el jard¨ªn¡±. Este mes habr¨ªa cumplido 100 a?os y la profesi¨®n lo recuerda como un arquitecto moderno sin miedo al pasado
La segunda mitad del siglo XX abri¨® paso a una generaci¨®n de arquitectos espa?oles que navegaron entre la dictadura y la democracia de un pa¨ªs que estaba, literalmente, por hacer. Figuras como Alejandro de la Sota, Miguel Fisac o Francisco Javier S¨¢enz de O¨ªza modernizaron el paisaje de las ciudades de nuestro pa¨ªs con una arquitectura de vanguardia que no ten¨ªa nada que ver con el historicismo de exaltaci¨®n patri¨®tica de la formaci¨®n acad¨¦mica que hab¨ªan recibido. Julio Cano Lasso (Madrid, 1920 - Madrid, 1996) fue un actor clave en aquella corriente de renovaci¨®n arquitect¨®nica. Desarroll¨® una trayectoria profesional larga y llena de aciertos. Durante casi cinco d¨¦cadas construy¨® mucho y muy bien.
Quienes lo conocieron, dicen de ¨¦l que fue un hombre humilde y discreto, que no buscaba protagonismo. Sin embargo, su trabajo le brind¨® reconocimiento y las distinciones m¨¢s importantes a las que un arquitecto puede aspirar en Espa?a: fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y le otorgaron la Medalla de Oro de la Arquitectura en 1991. El pr¨®ximo 30 de octubre aquel arquitecto que de ni?o so?aba con ser marinero cumplir¨ªa 100 a?os.
Para celebrarlo, el Colegio Oficial de Arquitectos de C¨¢diz organiz¨® con motivo del D¨ªa Internacional de la Arquitectura un homenaje online que cont¨® con la participaci¨®n de compa?eros de profesi¨®n y de cuatro de sus hijos: Diego, Gonzalo y Alfonso, que dirigen Cano Lasso, la oficina que fund¨® su padre en 1949, y Luc¨ªa, que cre¨® junto a Jos¨¦ Selgas su propio estudio, SelgasCano. ¡°No queremos que este centenario sea un acto melanc¨®lico¡±, declaraba Alfonso Cano. ¡°Queremos que sea una oportunidad para que las nuevas generaciones conozcan una obra y pensamiento que siguen resultando actuales y vigentes¡±.
El apoyo de De la Sota: ¡°La piedra se defiende con pedradas¡±
Basta con sumergirse ligeramente en el universo del arquitecto para darse cuenta de que reivindicar su figura justamente ahora, cuando parece que cualquier manifestaci¨®n art¨ªstica se rinde a un esp¨ªritu de consumo r¨¢pido subordinado a la fr¨ªvola batalla por el like, no podr¨ªa resultar m¨¢s oportuno. ¡°La arquitectura tiene un valor que excede su propia utilidad inmediata y forma parte del patrimonio cultural, tanto como la literatura, la m¨²sica o la pintura. Constituye la huella f¨ªsica de los hombres en la historia¡±, declar¨® en una entrevista en 1989. ¡°?Qu¨¦ triste ser¨ªa un futuro en el que nuestro legado fuera solo cementerios de chatarra y arquitectura reciclada!¡±
La arquitectura de Cano Lasso es austera y funcional. No falta ni sobra nada, y cada estancia, hueco en fachada o pilar est¨¢n exactamente donde deben estar. Es indudablemente moderna, pero se aleja de las teor¨ªas de descontextualizaci¨®n m¨¢s radicales de algunos de sus coet¨¢neos en que mira hacia el pasado y entiende la historia y la tradici¨®n como un impulso creativo, y no como un lastre. ¡°Las influencias que se reciben a lo largo de la vida son muy diversas¡±, sintetizar¨ªa. El gusto por el ladrillo y sus cualidades expresivas lo aprendi¨® de los edificios de la Escuela de ?msterdam de principios de siglo, mientras que la severidad geom¨¦trica de su obra hunde sus ra¨ªces en el racionalismo italiano del periodo de entreguerras.
¡°La potencia de los castillos medievales me ha emocionado siempre¡±, dijo tambi¨¦n. De hecho, construy¨® varios. La central de comunicaciones por sat¨¦lite de Buitrago del Lozoya (1966-1967) se alza como una fortaleza almenada a los pies de la sierra de Guadarrama; mientras que el edificio de viviendas de la calle Bas¨ªlica de Madrid (1966) funciona como una muralla ideal llena de ventanas que la horadan con un ritmo cartesiano y musical. Otro de sus castillos, el Auditorio de Galicia (Santiago de Compostela, 1986), llev¨® su compromiso con la construcci¨®n con materiales tradicionales un paso m¨¢s all¨¢. Completamente forrado con sillares de granito tostado gallego, tuvo que defender su rotundidad con fiero convencimiento en m¨¢s de una ocasi¨®n. ¡°La piedra se defiende con pedradas¡±, le dijo Alejandro de la Sota como muestra de apoyo.
El maestro generoso
A pesar de la cantidad de encargos que llegaban a su tablero de dibujo, Cano Lasso siempre mantuvo una estructura de estudio peque?a que, sin embargo, se enriquec¨ªa con la constante aportaci¨®n de colaboraciones puntuales. Como un taller renacentista en el que varias generaciones de maestros y aprendices trabajan juntas, el arquitecto sent¨ªa predilecci¨®n por los j¨®venes reci¨¦n egresados que hab¨ªan sido destacados alumnos suyos en sus a?os como profesor en la Escuela de Arquitectura de Madrid. ¡°Era un verdadero maestro¡±, dice de ¨¦l Alberto Campo Baeza. ¡°Y muy generoso. Demasiado, incluso. ?ramos unos ni?os, y nos llamaba para trabajar en su estudio¡ ?y firm¨¢bamos los proyectos a medias y cobr¨¢bamos lo mismo que ¨¦l!¡±.
Campo Baeza inici¨® su trayectoria profesional en la d¨¦cada de 1970 junto a Cano Lasso, con el que proyectar¨ªa los Centros de Formaci¨®n Profesional de Vitoria, Pamplona y Salamanca, o la Universidad Laboral de Almer¨ªa, una de sus obras m¨¢s celebradas. La organizaci¨®n rigurosa de un programa vasto y el tratamiento de la luz natural la convierten un proyecto soberbio: aulas, laboratorios y despachos encajados en vol¨²menes de distintas alturas e iluminados por lucernarios se conectan en una trama flexible de calles interiores y patios ajardinados que diluyen los l¨ªmites entre el dentro y el fuera. El resultado es un conjunto abstracto y vibrante, una especie de alcazaba blanca que se perfila n¨ªtida sobre el cielo de la elegante nada almeriense.
El difuso l¨ªmite entre la arquitectura y la vida familiar
¡°Menos cine y m¨¢s trabajar¡±, sol¨ªa decir a sus hijos. ¡°As¨ª que con 12 a?os ya nos pas¨¢bamos por el estudio a dar color a los planos¡±, recuerda Gonzalo Cano entre risas. ¡°Para mi padre, la arquitectura era uno m¨¢s en casa¡±, apunta su hermana Luc¨ªa. De hecho, la residencia familiar y el estudio del arquitecto en el barrio madrile?o de La Florida se integran en una obra que revela aspectos fundamentales de la personalidad de Cano Lasso.
A primera vista y desde fuera, se percibe como una construcci¨®n sencilla y de geometr¨ªa dura de color blanco que ¨¦l mismo encalaba todos los a?os. En el interior, sin embargo, se descubren multitud de ambientes, texturas y colores. ¡°Detalles humildes¡±, como ¨¦l mismo dec¨ªa, permit¨ªan una c¨¢lida colaboraci¨®n de la arquitectura con la naturaleza y el paso del tiempo. El cambio de estaciones era muy importante para ¨¦l, as¨ª como escuchar el canto de los ruise?ores. Trenzaba emparrados entre las vigas para crear veladuras y dirigi¨® un sauce para dar sombra en el comedor exterior de verano.
Aunque adoraba la jardiner¨ªa, no le gustaba podar. En aquella selvita a las afueras de Madrid, las flores encontraron un hogar entre las grietas de los ladrillos de los muros de la casa, y la cubierta se llen¨® de plantas que germinaron de las semillas que el viento hab¨ªa arrastrado all¨ª arriba. El musgo crec¨ªa libre en los pavimentos de ladrillo de los patios, urdiendo una alfombra vegetal que, para el arquitecto, era m¨¢s valiosa que el m¨¢s caro de los tapices tejidos a mano. ¡°La casa puede ser un ejemplo te¨®rico, casi como un manifiesto, de su sensibilidad hacia el entorno y la naturaleza¡±, sintetiza Diego Cano.
Aunque adoraba leer literatura cl¨¢sica de fantas¨ªa y hablar de c¨ªclopes y lestrigones, Cano Lasso fue un hombre hogare?o y poco dado a la aventura. En alguna ocasi¨®n, sus hijos le oyeron decir que si su vida fuera novelada, ser¨ªa la novela m¨¢s aburrida que se hubiera escrito nunca. Su obra, sin embargo, constituye un cap¨ªtulo vibrante de la historia de la arquitectura espa?ola del siglo XX. Es rigurosa y sobria, s¨ª, pero es mucho m¨¢s que eso. Sus edificios est¨¢n llenos de detalles emocionantes que dejan claro que, sin sensibilidad y po¨¦tica, el estricto lenguaje de la raz¨®n no es suficiente.
Eterna y universal, la arquitectura bien hecha de Julio Cano Lasso permanece bella y ajena a modas, grafitis y hashtags. Porque Cano Lasso ni atend¨ªa ni entend¨ªa de etiquetas. Y quienes mejor lo conoc¨ªan, lo saben muy bien. Al d¨ªa siguiente de su fallecimiento, sus hijos recibieron una tarjeta de un buen amigo, el escultor y pintor Gustavo Torner. ¡°He le¨ªdo en el peri¨®dico que ¡®Ha muerto Julio Cano Lasso: un arquitecto racionalista¡¯. S¨ª, pero vuestro padre ten¨ªa un huerto de rosas en el jard¨ªn¡±.
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