¡°Nos arruinar¨¢n las vistas a todos¡±: el caso Arlington House, o c¨®mo se maltrata la arquitectura reciente (y a sus habitantes)
La torre brutalista, construida en 1963 en el sur de Inglaterra, merece un proyecto de renovaci¨®n que mantenga su est¨¦tica original. Ahora, la sustituci¨®n de sus ventanas ha desatado la indignaci¨®n de los residentes
William Turner defini¨® los cielos de Margate como ¡°los m¨¢s hermosos de toda Europa¡±. Los captur¨® en docenas de acuarelas luminiscentes y ¨®leos crepusculares, tan delicados que parec¨ªan sue?os. Un siglo despu¨¦s, un bloque de hormig¨®n y vidrio de 60 metros de altura transform¨® aquel paisaje marino con violento optimismo. Era 1963, y la Arlington House se erigi¨® como avanzadilla de un a la postre fallido proceso de transformaci¨®n de aquella localidad costera al este de Londres en un centro tur¨ªstico de renombre. Hoy, este coloso brutalista es el protagonista de una historia que ilustra en clave local problemas globales como la crisis de acceso a la vivienda, la pobre eficiencia energ¨¦tica en nuestros edificios o la falta de consideraci¨®n hacia el patrimonio arquitect¨®nico contempor¨¢neo.
La Arlington House fue un proyecto ambicioso. El arquitecto Philip Russell Diplock concibi¨® una torre de viviendas de 18 plantas forrada con paneles prefabricados de hormig¨®n blanco y s¨ªlex calcinado dise?ados para reflejar la luz del sol. Funcional y estructuralmente flexible, su ingeniosa planta en forma de diente de sierra y la banda de acristalamiento continuo en las fachadas este y oeste permitir¨ªa a todos los residentes de los 142 apartamentos del complejo disfrutar de unas vistas de infarto de las mismas playas que pronto ser¨ªan escenario de violentas peleas entre mods y rockers. La verticalidad de la torre quedar¨ªa compensada con la horizontalidad de un podio proyectado para alojar m¨¢s de medio centenar de locales comerciales y de ocio, un aparcamiento de 400 plazas, una estaci¨®n de autobuses, aseos, taquillas y una gasolinera. Era un proyecto ambicioso. Quiz¨¢ demasiado. O tal vez ¡°un poco adelantado a su tiempo¡±, tal como declar¨® un portavoz del grupo promotor en julio de 1964 para justificar que, m¨¢s de un a?o despu¨¦s de su construcci¨®n, solamente uno de los pisos y dos de los locales hab¨ªan sido ocupados.
La funci¨®n comercial del complejo nunca lleg¨® a prosperar. Hace a?os, una importante cadena de supermercados brit¨¢nica quiso establecerse en los bajos del edificio, pero las negociaciones no llegaron a buen puerto. Hoy, los locales y el aparcamiento permanecen abandonados. Sin embargo, los apartamentos gozan de gran popularidad como residencia permanente o vacacional. Este ¨²ltimo es el caso del flamante director del British Museum, Nicholas Cullinan, y el marchante de arte Mattias Vendelmans. Su refugio de fin de semana en la planta 14 de la Arlington House despliega un sistema caleidosc¨®pico de mamparas de vidrio correderas y paneles de espejo dispuestos en paredes y techos que permiten incorporar el cielo que obsesion¨® a Turner en cada rinc¨®n del apartamento. El apartamento protagoniz¨® recientemente la portada de la revista World of Interiors, la biblia mensual de la decoraci¨®n.
Dos pisos m¨¢s arriba vive David Walker, director del estudio de arquitectura William Matthews Associates. Se define como ¡°un aut¨¦ntico apasionado por la Arlington House¡±, no solo por su valor arquitect¨®nico, sino por su esp¨ªritu comunitario. ¡°Una de las cosas m¨¢s maravillosas de este edificio es la diversidad de los que vivimos en ¨¦l¡±, declara en una entrevista para ICON Design.
Ahora esta pluralidad est¨¢ en riesgo. En un edificio en el que aproximadamente la mitad de los vecinos son propietarios, la otra mitad, que reside en r¨¦gimen de alquiler, se encuentra a merced de un mercado inmobiliario agresivo. Recientemente, Freshwater Property Management Limited, la empresa titular del contrato de arrendamiento del bloque y propietaria de 36 pisos de alquiler, ha comunicado a sus inquilinos incrementos de hasta un 30%. ¡°Esto refleja una tendencia que afecta a todo el pa¨ªs, no s¨®lo a Margate¡±, lamenta Walker. ?Estamos ante un proceso de gentrificaci¨®n? ¡°No lo creo. De momento, los residentes no est¨¢n siendo expulsados y reemplazados por ricos de fuera de la ciudad. El precio de compra y alquiler sigue resultando parecido al de otras propiedades similares en la zona.¡±
Otra de las pol¨¦micas que rodean a la Arlington House tiene que ver con su estado de conservaci¨®n. En 2001 un incendio caus¨® la muerte de una persona y trece tuvieron que ser hospitalizadas. En 2019, un joven se precipit¨® al vac¨ªo mientras estaba sentado en el alf¨¦izar de la ventana fumando un cigarrillo. Adem¨¢s, durante a?os los ascensores se estropeaban con frecuencia, dejando a los residentes m¨¢s mayores atrapados en sus casas. ¡°Eran los ascensores originales de la d¨¦cada de 1960, as¨ª que el a?o pasado decidimos cambiarlos por unos nuevos¡±, explica Walker. ¡°Durante la instalaci¨®n, una subida de tensi¨®n quem¨® los motores y estuvimos sin ascensores durante un mes. Algunos residentes fueron realojados temporalmente, pero otros tuvieron que luchar para subir y bajar las escaleras. Afortunadamente, aflor¨® un fant¨¢stico esp¨ªritu de comunidad que hizo que los vecinos nos organiz¨¢remos para ayudarnos los unos a los otros. Un a?o despu¨¦s, funcionan perfectamente¡±, dice con orgullo.
Ahora, son las ventanas las que est¨¢n dando problemas. Algunos vecinos se quejan de que son muy viejas, que ¡°traquetean, a¨²llan y tiemblan¡±, y denuncian que las facturas de calefacci¨®n resultan escandalosas. ¡°Se trata de unas hermosas ventanas correderas de aluminio anodizado dispuestas para crear bandas horizontales continuas que se alternan con los antepechos de hormig¨®n. Pueden abrirse en toda su anchura, y los marcos son muy delgados, lo cual nos permite disfrutar de unas incre¨ªbles vistas panor¨¢micas¡±, detalla Walker. ¡°Sin embargo, no se han mantenido adecuadamente, por lo que los a?os y el ambiente marino las han deteriorado. Solamente tienen una hoja de vidrio, no se deslizan tan suavemente como deber¨ªan y permiten la entrada de corrientes de aire, as¨ª que los pisos pueden ser fr¨ªos en invierno¡±.
Hace unos meses, la empresa gestora present¨® un proyecto de sustituci¨®n de las ventanas originales por unas con doble acristalamiento ¡°acorde con la normativa y los est¨¢ndares modernos¡±, seg¨²n declararon sus responsables. La intervenci¨®n se enmarcar¨ªa en ¡°un plan m¨¢s amplio de reparaci¨®n y renovaci¨®n que, una vez completado, contribuir¨¢ a restaurar este edificio emblem¨¢tico¡±. La propuesta desat¨® la indignaci¨®n de los residentes, que respondieron al anuncio con m¨¢s de 150 cartas de protesta.
¡°Las ventanas tienen m¨¢s de sesenta a?os y sabemos que tendremos que reemplazarlas tarde o temprano. Por tanto, la cuesti¨®n no es si se deben cambiar o no, sino cu¨¢les se pondr¨¢n en su lugar¡±, matiza Walker. Y contin¨²a: ¡°El objetivo deber¨ªa ser encontrar un modelo que se adapte al esp¨ªritu del dise?o original y que cumpla con las regulaciones vigentes. Es posible instalar ventanas nuevas con doble acristalamiento que resulten similares a las que tenemos, es decir, correderas y con un marco delgado de aluminio anodizado. Sin embargo, la gestora pretende sustituirlas por unas ventanas oscilobatientes. Es una soluci¨®n p¨¦sima, que tendr¨¢ un gran impacto negativo tanto en la imagen exterior como en la percepci¨®n interior de los apartamentos. Los marcos originales fueron dise?ados para minimizar cualquier interferencia visual con el paisaje. Los que proponen son mucho m¨¢s gruesos y toscos, completamente inapropiados para este edificio. Nos arruinar¨¢n las vistas a todos¡±, sentencia el arquitecto.
M¨¢s all¨¢ de criterios arquitect¨®nicos, energ¨¦ticos y est¨¦ticos, existen otras razones de ¨ªndole econ¨®mico que motivan la negativa de los vecinos. ¡°Sospechamos que la decisi¨®n de cambiar las ventanas no s¨®lo tiene que ver con aumentar la eficiencia energ¨¦tica del edificio y reducir los costes de calefacci¨®n. Los paneles de revestimiento de la fachada tambi¨¦n se est¨¢n deteriorando. Estos trabajos de reparaci¨®n y limpieza exigen la colocaci¨®n de andamios, lo que resulta caro y muy molesto. El arrendatario principal tom¨® la decisi¨®n de hacer todos los trabajos al mismo tiempo, lo que podr¨ªa costar m¨¢s de 40.000 libras (unos 47.000 euros) por apartamento. Es un precio que muchos de los residentes actuales no podr¨¢n asumir¡±.
Conservar un edificio resulta caro. A este respecto, conviene no ser ingenuos: las grandes obras de la historia de la arquitectura no siguen en pie solamente porque se construyeron maravillosamente. Nos gastamos much¨ªsimo dinero en trabajos de restauraci¨®n para mantenerlos en un estado lo m¨¢s fiel posible al original. Que un proyecto sea o no merecedor de estos recursos puede ser bastante subjetivo. En 2011, los residentes de la Arlington House intentaron incluir su hogar en el registro de monumentos nacionales de la English Heritage, un reconocimiento que le habr¨ªa otorgado cierto grado de protecci¨®n para defenderse de actuaciones como las que denuncian Walker y sus vecinos. Sin embargo, la solicitud fue rechazada por considerar que ¡°la importancia local del proyecto, que marca una fase especialmente ambiciosa del desarrollo de la ciudad costera en la posguerra, no se traduce en un inter¨¦s hist¨®rico a escala nacional¡±.
El caso de la Arlington House protagoniza otro cap¨ªtulo m¨¢s en el candente debate de la restauraci¨®n de la arquitectura moderna. Y es que adaptar edificios que fueron construidos hace d¨¦cadas a las normativas y a las exigencias medioambientales del siglo XXI puede ser una misi¨®n imposible. ?Es realmente necesario? Si nunca permitir¨ªamos que los muros de m¨¢rmol de Carrara, Prato y Siena de la catedral de Santa Mar¨ªa del Fiore se forraran con planchas de poliestireno para reducir las p¨¦rdidas por transmisi¨®n t¨¦rmica, la pregunta es: ?por qu¨¦ somos tan transigentes cuando se trata del legado arquitect¨®nico reciente?
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