El diablo no viste de Prada
Peor a¨²n que los demonios de gama alta son sus esbirros, los que mantienen encendidos los hornos del infierno
El diablo no suele vestir de Prada. Doy fe de ello porque una vez me toc¨® encarnar a un demonio ¨Cdesde luego la frase suena a El exorcista¨C e iba hecho una facha. Me enfund¨¦ en una especie de mono grueso de lana con capucha rematada por dos cuernecillos y por detr¨¢s me colgaba una cola rematada en punta de flecha.
Caracterizarte de diablo te hace albergar malos pensamientos (¡°Better to reign in Hell than serve in Heav¡¯n!¡±, mejor reinar en el Infierno que servir en el Cielo, como dec¨ªa el poeta John Milton), incluso algunos pensamientos impuros que son bastante m¨¢s entretenidos que el odio a Dios y tal. Pero a m¨ª, sobre todo, me dio mucha verg¨¹enza.
Fue, y valga la paradoja, por una buena acci¨®n: colaborar con el grupo de teatro Comediants en la celebraci¨®n de su 40? aniversario en 2013. Se les ocurri¨® disfrazar de sus famosas y pirot¨¦cnicas huestes infernales a algunos amigos, y ah¨ª estaba yo, a mano. Aprovech¨¦ la experiencia para tentarme a m¨ª mismo. ¡°Jacinto, s¨ªrveme¡±, me dije. Y me serv¨ª un gin tonic.
En realidad no me gustan los tratos con el diablo. Me impresiona mucho la gama alta, Lucifer, Satan¨¢s, Belceb¨², Astaroth (el de Fausto), Mamm¨®n (sic), Adrammelech (gran canciller del infierno y que a veces se aparece en la forma de pavo real, el t¨ªo, ves a saber por qu¨¦). Es imaginar que surgen ah¨ª delante en medio de un pentagrama o un aquelarre y sentir el impulso de salir pitando, arrojando mi alma para que se entretengan con ella y no me pillen. Pero con lo que tengo un verdadero trauma es con las jerarqu¨ªas inferiores, los currantes del Averno, por as¨ª decirlo, los que mantienen encendidos los hornos. De peque?o, cuando me llevaban al parque de atracciones del Tibidabo, en Barcelona, huyendo de la noria, acababa indefectiblemente abismado ante un diorama en la sala de los aut¨®matas que mostraba el infierno.
Echabas una moneda, te asomabas por una mirilla y se encend¨ªan las luces para revelar el abismo del T¨¢rtaro en todo su espanto. Era tal y como dec¨ªan los curas. Las acongojadas figuritas de los condenados descend¨ªan desnudas en una fila incesante impulsadas por un mecanismo. Abajo aguardaban las ollas donde ya purgaban su pena eterna los desdichados. ?Qu¨¦ miedo! Carne de gallina se me ha puesto, ?j¡ Pedro Botero!
Con eso, El diablo en la botella de Robert Louis Stevenson, y Linda Blair-la-ni?a-es-m¨ªa-qu¨¦-gran-d¨ªa-para-un-exorcismo-padre Karras-que-salgas-de-ah¨ª-te-digo-Pazuzu, ya no duermo.
Para exorcizarlos y conciliar el sue?o me pongo Tubular bells y cuento demonios, pasando revista a los mejores que ha dado el cine, el Louis Ciphre de Robert de Niro en El coraz¨®n del ¨¢ngel, el John Milton (!) de Al Pacino en El abogado del diablo, el rijoso Daryl Van Horne (!!) de Jack Nicholson en Las brujas de Eastwick, el Sat¨¢n de traje blanco de Peter Stormare en Constantine¡
Flam¨ªgera pasarela. Si eso no es un gran desfile de moda, que venga Lucifer y lo vea. Ojo: espero que esto no valga como conjuro.Estar¨ªamos buenos. Es decir, malos.
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