Ya no queremos parecer listos, sino ricos y guapos: as¨ª muri¨® la figura del ¡®gafapasta¡¯ y naci¨® el imperio del emprendedor ¡®trap¡¯
Ha pasado casi una d¨¦cada desde que declaramos la muerte del cultureta, adicto a la filmoteca y a conocer a todos los grupos antes de que se hiciesen famosos. En este tiempo, su figura ha sido sustituida por el del ¡®trapero¡¯, el macarra, el ¡®instagramer¡¯, el emprendedor o el que lo es todo a la vez. ?Hemos mejorado? No est¨¢ muy claro
El gafapasta, el cultureta, era aquella persona que se iba a la Filmoteca a ver un ciclo de cine iran¨ª, que devoraba las obras completas de Faulkner, que siempre pon¨ªa sobre la mesa a un grupo de m¨²sica a¨²n m¨¢s desconocido y que, por supuesto, era mejor que el tuyo. El gafapasta hac¨ªa estas cosas, pero sobre todo las contaba luego en la barra del bar (porque, ?acaso no es la cultura aquello que antecede a las ca?as?). El ¡°pedante¡± en la antigua Grecia era el maestro que ense?aba a los ni?os (la palabra tiene la misma ra¨ªz que pedagog¨ªa) y, en efecto, el gafapasta, mezcla perfecta entre pedanter¨ªa y modernidad hipster, te trataba como si fueras menor de edad, al menos en cuestiones culturales.
Los tiempos han cambiado y la cultura sofisticada no parece ocupar un papel tan central en la distinci¨®n. El soci¨®logo franc¨¦s Pierre Bourdieu estudi¨® (v¨¦ase su libro La distinci¨®n) c¨®mo se forman y se relacionan eso que llamamos buen gusto y mal gusto, y c¨®mo ese gusto sirve para que unas clases sociales se distingan de otras. El gafapasta trata de diferenciarse y ser especial mostrando unos gustos culturales que est¨¦n fuera del alcance de los dem¨¢s, del sucio hocico de las masas: entiende las performances m¨¢s sangrientas y est¨¢ orgulloso de asistir a plomizas obras teatrales de seis horas en salas alternativas.
Hablamos en pasado porque no est¨¢ claro que el cultureta siga existiendo, al menos como tendencia sociol¨®gica rese?able. No parece que la gente trate de diferenciarse ya por sus gustos culturales, y, de hecho, llevar gafas de pasta ya es la norma y dice poco de quien las porta (ahora, de hecho, es casi m¨¢s mol¨®n llevar gafas que no sean de pasta, a poder ser de corte setentero). Hasta uno de los buques insignia del gafapastismo militante, la revista Rockdelux, ha dejado ¨Ctristemente¨C de publicarse. Programas televisivos que entrar¨ªan dentro del concepto de telebasura, como S¨¢lvame o La isla de las tentaciones, ya no generan estigma en aquellos que los siguen, y su comentario p¨²blico puede otorgar hasta un aura de molonitud. ?Qu¨¦ fue del gafapasta?
Internet killed the ¡®cultureta¡¯ star
La primera explicaci¨®n que viene a la cabeza es la que explica casi todos los cambios sociales que vivimos en estos tiempos acelerados: Internet. Si el gafapastismo implica un acceso privilegiado a la cultura, Internet la ha democratizado. Ya no hace falta transitar escondidas librer¨ªas de viejo, conocer tiendas de vinilos escondidas en s¨®tanos londinenses o viajar al festival de cine de Tombuct¨². Ahora todo est¨¢ en Internet, al alcance de todos, en plataformas de m¨²sica o cine, o a trav¨¦s de Amazon. De hecho, las fronteras entre lo underground o alternativo (propio del cultureta) y lo mainstream (aquello que consume la masa) se han difuminado bastante, pues la posibilidad de competir en igualdad de condiciones por la atenci¨®n del p¨²blico ha crecido en Internet.
La informaci¨®n fluye por todos los poros de la sociedad, rebosa de las pantallas y quiz¨¢s lo importante ya no es acumular informaci¨®n (el acopio de informaci¨®n, la erudici¨®n, es condici¨®n sine qua non del cultureta) sino saber buscarla y relacionarla. Hoy, adem¨¢s, cualquier hijo de vecino tiene su espacio en Internet para expresarse libre y creativamente. Ni siquiera ser un creador tiene la p¨¢tina de distinci¨®n que ten¨ªa cuando uno necesitaba editoriales o galer¨ªas de arte para mostrar su mundo interior. Entonces, si cualquiera puede acceder a la cultura sofisticada a trav¨¦s de Internet (e incluso generarla), si Spotify y Netflix nos igualan a todos, ?c¨®mo va a seguir siendo la cultura de la ceja alta una forma de distinci¨®n social?
El giro economicista
En 2014 el periodista V¨ªctor Lenore cre¨® un buen revuelo con su libro Indies, h¨ªpsters y gafapastas. Cr¨®nica de una dominaci¨®n cultural (Capit¨¢n Swing), donde denunciaba el clasismo inherente al gafapastismo y lo hipster, que desprecia los gustos culturales populares. Ahora reconoce que las cosas han cambiado: ¡°Tengo la sensaci¨®n de que el gafapastismo no es lo que era¡±, explica. ¡°Por poner un ejemplo: tener los discos m¨¢s oscuros y limitados del DJ de moda ya no te convierte en cool, ahora eso pasa por estar en todas las zonas VIP del S¨®nar o de los festivales de moda. Ya no hay ese impulso de emular a las ¨¦lites culturales, sino que se ha impuesto codearse con las ¨¦lites econ¨®micas¡±.
Ese cambio de lo cultural por lo econ¨®mico que se?ala el periodista tambi¨¦n podr¨ªa detectarse en la actual veneraci¨®n por el emprendizaje y la innovaci¨®n, que se han revelado como nuevos mitos contempor¨¢neos: ya no es tan guai tener unas lecturas profundas y eruditas como montar una start up en bermudas y venderla a un gigante tecnol¨®gico. La fresca cultura del coworking con tazas de Mr. Wonderful.
¡°El gafapastismo ya no es exactamente cool, sino m¨¢s bien nerd¡±, continua Lenore. ¡°No creo que Joaqu¨ªn Reyes o Quique Peinado se vean como algo pasado de moda, por ejemplo. Aunque he escrito bastante contra el gafapastismo, sus representantes ya no me parecen tan estirados, sino m¨¢s bien personas entra?ables¡±.
?A qu¨¦ se debe este giro economicista? ?Hemos pasado de Guatemala o Guatepeor? ¡°Lo achaco a que la cultura del dinero y del exhibicionismo se ha ido imponiendo¡±, dice Lenore, ¡°creo que los gafapastas ten¨ªamos criterios culturales malsanos, basados en una especie de distinci¨®n bourdeiana de baratillo y un poco panoli, pero eran criterios que ten¨ªan que ver con la cultura. Eso se ha disuelto en la adoraci¨®n del dinero, el sex-appeal y una buena agenda de contactos¡±. La red social Instagram, ese territorio sin conflicto pol¨ªtico o pand¨¦mico, principalmente dedicado al postureo y al porno soft, puede ser una muestra ¨Co una causa¨C de las nuevas formas de molar. Es notorio que sea una red que prima la imagen, a poder ser con filtro, al texto.
¡°Ya no cuenta ofrecer nuevas perspectivas est¨¦ticas o existenciales, sino estar en lo alto de la pir¨¢mide social o fingir en Instagram que est¨¢s ready para trepar esa escalera¡±, se?ala Lenore, quien tambi¨¦n le ve alguna cosa buena al asunto: ¡°Al menos, el hedonismo no se ve tan mal como se ve¨ªa en c¨ªrculos gafapastas. Ahora se baila sin complejos y se intenta disfrutar m¨¢s la vida. Grupos tan depresivos como Radiohead o Nirvana ahora lo tendr¨ªa casi imposible para ser cool¡ aunque tambi¨¦n hay bastantes letras de baj¨®n en el perreo¡±.
La v¨ªa macarra
Otra derivaci¨®n del gafapastismo podr¨ªa haber ido en la direcci¨®n justo contraria. Lo aspiracional no estar¨ªa en este caso en las ¨¦lites econ¨®micas, sino en el lumpen macarrilla, un poco a rebufo del auge del trap. Es lo que piensa I?aki Dom¨ªnguez, autor de Sociolog¨ªa del moderneo (Melusina), donde tambi¨¦n analizaba el hipsterismo gafapasta y, m¨¢s recientemente, Macarras interseculares (Melusina), donde recupera la cultura macarra madrile?a, esa a la que dice que volvemos.
¡°Por supuesto que el gafapastismo ha muerto en el seno del moderneo¡±, se?ala Dom¨ªnguez, ¡°ahora se lleva la est¨¦tica de la pobreza y de la incultura, entendiendo la cultura en t¨¦rminos acad¨¦micos, librescos, de cultura pop tradicional, en favor de un simulacro de vida callejera y de barrio¡±. LO que toca ahora es el ch¨¢ndal, el tatuaje en la cara, la m¨²sica urbana, alg¨²n delito menor del que presumir, m¨¢s que salir cargado de libros de los grandes almacenes FNAC (hubo un momento en el que la FNAC era gafapasta).
Dom¨ªnguez se?ala otras posibles causas del declive del gafapastismo: la decadencia de la educaci¨®n, el uso de Internet como cerebro compensatorio, la merma del coeficiente intelectual de las personas (est¨¢ cayendo desde 1975), las interpretaciones dogm¨¢ticas de la realidad, o la romantizaci¨®n de la pobreza y la locura, ambos elementos tradicionalmente desligados del academicismo, la raz¨®n y el pensamiento eficiente.
El gafapastismo pod¨ªa parecer una cosa muy elitista y odiosa, pero sus alternativas y derivaciones no parecen m¨¢s halag¨¹e?as. En definitiva: si usted quiere molar de verdad en los tiempos modernos, deje de leer este art¨ªculo, deje de leer en general, corra a ganar dinero e innovar, a hacer el macarra y a mirar el Instagram. La cultura est¨¢ volviendo a la marginalidad, el que tal vez sea su lugar natural.
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