No es malo, es peor
Hace unas semanas relanzamos nuestra newsletter. Un boleti?n donde, cada mie?rcoles, adema?s de recopilar los e?xitos de la semana en la web de ICON, nuestro compan?ero Guillermo Alonso se pregunta ¡ªy nos pregunta¡ª que? hacer, que? ver y que? leer para entender lo que pasa, o para refugiarnos de ello. En uno de los primeros boletines, Guillermo citaba el te?rmino doomscrolling: el vicio de refrescar el mo?vil compulsivamente en un bucle de noticias tra?gicas. Una enfermedad posmoderna, pero no por obvia menos comprensible. Yo he desarrollado un vicio alternativo: leer sobre oligarcas, sus yates varados y su nuevo rango de problemas. Por ejemplo Mijai?l Fridman, financiero y actual duen?o de los supermercados DIA, que se enfrenta al mantenimiento de su mansio?n londinense de 90 millones de euros con una paga de 3.000 euros al mes del Estado brita?nico.
Su caso tiene aristas: es ucranio y crecio? en Lviv, donde sus padres vivi?an a tiempo parcial hasta hace poco; ha dicho que el conflicto es una ¡°tragedia¡±, aunque sin criticar abiertamente a Putin, y ha anunciado donaciones millonarias a asociaciones de refugiados. Fridman piensa que sancionarle a e?l y a sus conge?neres no sirve para nada: ¡°Si la gente que toma decisiones en la UE cree que yo puedo llamar a Putin y pedirle que pare la guerra, me temo que tenemos un problema. No tienen ni idea de co?mo funciona Rusia¡±, declaro? a Business Week a los 15 di?as de la invasio?n.
Como indica Miguel A?ngel Garci?a Vega en su reportaje de la pa?gina 68 del n¨²mero de abril de ICON, comenzada la guerra, el poder blando ruso se ha congelado. Y ma?s todavi?a el que representaban opulentos caballos de Troya como el equipo de fu?tbol de Roman Abramovich. O el jardi?n de Dmitri Lebedev ¡ªotro magnate ruso con casa en Londres¡ª, estrella del nuevo nu?mero de World of Interiors y u?ltimo testigo impreso, por ahora, de una e?poca en la que unos setos bien podados engrasaban tu entrada en el mundo libre.
Cai?dos los velos de la informacio?n amable, soy incapaz de hacer doomscrolling con reportes be?licos. Pero reconozco que estoy enganchado a la propaganda y las manifestaciones, digamos, warholianas de esta situacio?n terrible. La camiseta de Zelenski y la ero?tica de la sudadera de Emmanuel Macron. La mesa largui?sima de Putin, la Super Bowl coreografiada que organizo? en un estadio para dirigirse a sus seguidores y las ima?genes aleatorias que circulan del auto?crata, ya sea con aires imperiales, masculinidad agreste o pretendidamente revestidas de dignidad. El presidente ruso se ha convertido en el meme de un supervillano, en una suerte de si?mbolo del mal: si hubiera estado en el poder hace 40 an?os, tendri?a su lugar en una obra tan llena de iconos y violencia como la del propio Warhol.
Es exagerado el contraste entre horror y ridi?culo, entre el ruido y lo difi?cil que nos resulta entender la realidad de una guerra. Algo que no llegue? a decirle a Guillermo para la newsletter, pero que me ayudo? tanto a evadirme como a comprender, fue leer Ellis Island, el librito que Georges Perec escribio? en 1980 sobre esta isla que funciono? como puerta de entrada y estacio?n de control para los inmigrantes a Estados Unidos. Entre verso y prosa, Perec habla de desamparo y de desarraigo, dos ideas fundamentales para empatizar con cualquier desplazado. Tambie?n menciona dos ma?s, errancia y esperanza. Es esta u?ltima con la que me gustari?a quedarme en medio de tanta confusio?n.
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