?Es posible dignificar el fen¨®meno ultra?
El fot¨®grafo belga, Alberto Palmisciano, lleva a?os conviviendo con los hooligans y retrata su realidad en su ¨²ltima publicaci¨®n
¡°Me fascina este mundo porque es un gran desconocido. ?C¨®mo es visto desde dentro? Pues hay gente con una cultura inmensa, la misma gente que despu¨¦s se da de hostias en un parque: gente dispar que hace cosas que son dif¨ªciles de entender¡±.
Alberto Palmisciano (1964, B¨¦lgica) lleva 40 a?os code¨¢ndose con ultras y hooligans, observ¨¢ndolos siempre a trav¨¦s del objetivo de su c¨¢mara. Su experiencia, que le ha llevado por docenas de campos de futbol a trav¨¦s de Europa, ha acabado tomando la forma de tres vol¨²menes, 1500 p¨¢ginas con m¨¢s de 2000 fotos, en las que aparecen gran parte de la mitolog¨ªa ultra del viejo continente.
La publicaci¨®n, que circula en petit comit¨¦, es -probablemente- la mayor aportaci¨®n jam¨¢s realizada a un universo completamente opaco, reactivo a los an¨¢lisis de cualquier tipo. Un mundo que para el profano es sin¨®nimo de problemas, fuera y dentro de las canchas: ¡°Sociol¨®gicamente es fascinante. Y es cierto, la gente no se entera. Por supuesto que hay descerebrados, pero no todos son as¨ª. El mundo del futbol engancha: la pandilla, la comunidad, esto no cambiar¨¢ jam¨¢s¡± dice Palmisciano.
El hooliganismo siempre ha sido un enemigo ac¨¦rrimo de los an¨¢lisis sesudos, la antropolog¨ªa o el propio periodismo. Impermeable a cualquier intento de ser diseccionado, solo Bill Bufford en aquel libro llamado Entre los v¨¢ndalos, pareci¨® poder hincarle el diente al fen¨®meno al habitar durante un a?o con la m¨ªtica Red army del Manchester United. M¨¢s all¨¢ de ¨¦l, y de todo ese submundo literario con gran pegada en pa¨ªses como Italia o el Reino Unido en el que veteranos capos de todas las hinchadas explicaban sus aventuras (algunos con buen trazo literario como Cass Pennant o Bill Gardner, reputados miembros de firms como la ICF del West ham).
El proyecto (autoeditado con un enorme lujo) empieza de un modo cuasi fr¨ªvolo: ¡°Tres amigos. Dos de ellos fot¨®grafos, otro dise?ador. Ninguno con experiencia editorial. Cuando ven¨ªa gente a mi casa, a Bruselas y yo sacaba cajas y cajas de fotos y mis amigos dec¨ªan ¡®joder, esto mola¡¯. Un d¨ªa nos sentamos a pensar si hacer algo con todo aquello y, casi sin darnos cuenta, ya ten¨ªamos 2000 p¨¢ginas y un mont¨®n de grupos dispuestos a colaborar. Aquello gener¨® un efecto ¡®bola de nieve¡¯, porque si est¨¢n los Boixos Nois como no van a estar los Ultras Sur, y si est¨¢n los del Ajax como no van a estar los del Feyenoord. Y as¨ª fue como un proyecto que empez¨® por casualidad, se convirti¨® en esto que ves ahora. Y encima la gente lo ha pedido, desde toda Europa, y ya preparamos un cuarto volumen, y un quinto¡±, cuenta el fot¨®grafo.
Palmisciano nunca ha tenido l¨ªos con los sospechosos habituales. Mas bien al contrario: ¡°Nos han respetado mucho siempre como fot¨®grafos, creo que porque siempre les hemos ofrecido respeto y transparencia. No nos hemos lucrado, ni llamamos la atenci¨®n, y nuestro ¨²nico inter¨¦s era captar las historias que nos contaba gente incre¨ªble. Para el italo-alem¨¢n, la contracultura hooligan ha tenido un gran impacto en la juventud europea, un impacto invisible para aquellos que solo han visto la violencia y los incidentes. ¡°Si miras a Liverpool, o a Manchester, dentro de ese mundillo queda un mont¨®n de trendsetters. Gente que lanzan modas continuamente. Ahora, con la globalizaci¨®n ya es solo cuesti¨®n de pasta, pero antiguamente, todo era complicado, hasta comprar unas zapatillas. En los a?os 80, en Italia, las gradas lanzaban modas todo el rato. Empezaban 50 tipos y al cabo de unas semanas ya todo el mundo vest¨ªa del mismo modo: ahora cualquier chaval puede tener de todo¡±, confiesa el fot¨®grafo.
Las Adidas Avenger y las zapatillas deportivas negras en general, las sudaderas de Stone island, las gorras Burberry, los abrigos de Aquascutum o la vuelta de marcas como Ellesse o Diadora. No ha habido moda de grada que no haya trascendido despu¨¦s a la calle. Pocas veces ha pasado a la inversa. Lo que llevaban los tipos que mandaban en los fondos del Camp Nou, el Bernabeu, San Ciro, Old Trafford, Einfeld o The Den, se convert¨ªa pronto en objeto de deseo. Hasta tal punto llega la cosa, que Phil Thornton teorizaba (con no pocas pruebas) en su libro Casuals: The story of terrace fashion, que el streetwear moderno no existir¨ªa sin el input que proporcionaron los grandes grupos ultras desde los a?os 70. Sin aquellos viajes de los muchachos del Liverpool a Roma hace ya medio siglo, no habr¨ªa culto a la zapa, ni locura por la ropa de abrigo made in italy, ni sudaderas de 700 euros.
Cuando se le pregunta a Palmisciano por sus recuerdos m¨¢s marcados en el ¨¢mbito ultra, el italo-alem¨¢n se lo piensa un minuto: ¡°Seguramente, un B¨¦lgica-Alemania a principios de los 90, con cuatro mil hooligans alemanes li¨¢ndola en B¨¦lgica sin que los belgas supieran qu¨¦ demonios estaba pasando; un derby de Roma hace 30 a?os, donde el espect¨¢culo estaba en las gradas, con coreograf¨ªas gigantescas y un ambiente atronador. Y claro, Heysel, porque aquello me marc¨® mucho: no hab¨ªa m¨®viles, mis padres no sab¨ªan si me hab¨ªa pasado algo, y porque fue un caos absoluto en un estadio impracticable donde nunca deber¨ªa haberse jugado un partido de f¨²tbol¡±.
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