El misterio de Yul Brynner, la estrella que convirti¨® la calva en el rasgo m¨¢s deseable del mundo
El actor ruso, que construy¨® su propia biograf¨ªa con tanta dedicaci¨®n como su seductor aspecto, se convirti¨® en un mito cuando hizo algo tan aparentemente intrascendente como raparse la cabeza para un papel teatral. Su fascinante vida es objeto de un documental en Movistar+, ¡®Yul Brynner, el magn¨ªfico¡¯

El mejor papel que Yul Brynner interpret¨® en vida fue el de Yul Brinner. El actor, tras d¨¦cadas fumando cinco paquetes de cigarrillos al d¨ªa, falleci¨® el 10 de octubre de 1985 de un c¨¢ncer de pulm¨®n. Ten¨ªa 65 a?os. Aunque lo llamativo es que, pese a su incuestionable fama, por aquel entonces nadie sab¨ªa cu¨¢les eran sus or¨ªgenes o qu¨¦ hab¨ªa de cierto o no en su fantasiosa biograf¨ªa. Adrede, nutri¨® de un aura de misterio todas y cada una de sus entrevistas. Dec¨ªa a la prensa que su padre era mongol y su madre una gitana c¨ªngara que hab¨ªa muerto en el parto o que luch¨® junto a las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil espa?ola. Cuando el presentador Bill Boggs le interrog¨® acerca de esto, se limit¨® a contestar con sorna: ¡°Son cosas que nunca he dicho, que se han dicho de m¨ª y que simplemente nunca he negado. Y todav¨ªa no lo har¨¦. Todo lo que han dicho es absolutamente cierto¡±.
En realidad, hasta que su hijo Rock no public¨® en 1989 las memorias Yul: The Man Who Would Be King, (¡±Yul: el hombre que pudo reinar¡±, no editadas en Espa?a) no se destap¨® la verdad. Entre otras cosas, gracias a aquellas p¨¢ginas se supo que hab¨ªa nacido en 1920 al este de Siberia, concretamente en Vladivostok. Y, a su vez, que su progenitor fue un ingeniero germano-suizo y su madre una rusa de pura cepa que hab¨ªa estudiado canto e interpretaci¨®n. El libro tambi¨¦n desvel¨® que, sin apenas hablar ingl¨¦s, una de las primeras cosas que hizo al llegar a Estados Unidos en 1940 fue tomar clases de interpretaci¨®n con el c¨¦lebre Michael Chekhov. Pero independientemente de estas clarificaciones, lo que nadie puede discutir es que el mito de Yul Brynner realmente empez¨® el 29 de marzo de 1951.
Aquel d¨ªa se estren¨® en el St. James Theatre de Broadway el musical El Rey y Yo. En un primer momento la gran estrella, el aut¨¦ntico reclamo, era su compa?era Gertrude Lawrence. Sin embargo, tan pronto se levant¨® el tel¨®n, todos los ojos de la platea se clavaron de inmediato en el personaje secundario del rey Mongkut de Siam. Su ¨¦xito fue una sorpresa para todos. Tambi¨¦n para el propio Brynner. Por mucho que con anterioridad hubiera hecho sus pinitos como actor, en ese preciso instante ¨¦l era m¨¢s conocido por ganarse la vida como realizador en la CBS que por sus dotes interpretativas. ?Qu¨¦ fue lo que cautiv¨® al p¨²blico de aquel ruso engalanado con extravagantes ropajes? La respuesta es sencilla: su pelo. O, mejor dicho, la ausencia de ello.
Dato importante: Yul Brynner no era calvo. De hecho, cuando en 1942 pos¨® desnudo ante George Platt Lynes, el pionero de la fotograf¨ªa homoer¨®tica, as¨ª como en su debut cinematogr¨¢fico de 1949, Puerto de Nueva York, luc¨ªa su cabello original con entradas. No ser¨ªa hasta finales de 1950, justo durante los ensayos de El Rey y Yo, que a la oscarizada dise?adora de vestuario Irene Sharaff se le ocurri¨® que su personaje ganar¨ªa credibilidad si se rapara la cabeza. Al principio no lo vio claro, pero a rega?adientes accedi¨®. La jugada no pudo salirle mejor. Tal es as¨ª que, desde entonces, esa ha sido su ic¨®nica se?a de identidad. ¡°Fue la mujer que dise?¨® esos trajes la que me sugiri¨® que me afeitara el pelo. Y me alegr¨® mucho la vida porque fue liberador. Es sencillamente estupendo, s¨ª. Te hace la vida muy sencilla¡±, confiesa en el documental Yul Brynner: El Magn¨ªfico, que desde este 25 de abril puede verse en Movistar+.
¡°Que se atreviera a hacer algo as¨ª ayud¨® a que otros actores y hombres de a pie lo imitaran y ganaran seguridad en s¨ª mismos. La falta de pelo dej¨® de ser un tab¨² o algo que atentaba contra la hombr¨ªa. Fue un pionero. Y m¨¢s teniendo en cuenta que no sufr¨ªa problemas de alopecia. Posteriormente est¨¢ el caso de Telly Savalas. Y, sobre todo, el de Bruce Willis, por mucho que le costara abandonar esos peluquines que dol¨ªan a la vista. En los ochenta y los noventa hab¨ªa el estigma de que el h¨¦roe de acci¨®n no pod¨ªa ser calvo, pero Yul Brynner demostr¨® justo lo contrario d¨¦cadas antes¡±, opina el cr¨ªtico de cine Xavi S¨¢nchez Pons.
Tras el triunfo en Broadway de El Rey y Yo, Hollywood no tard¨® en picar a su puerta. En apenas 18 meses particip¨® en tres de sus t¨ªtulos m¨¢s memorables. Curiosamente, todos ellos llegaron a las salas en 1956: Los Diez Mandamientos, de Cecil B. DeMille, donde interpret¨® a Rams¨¦s II; Anastasia, de Anatole Litvak, y bajo las ¨®rdenes de Walter Lang, la adaptaci¨®n a la gran pantalla de El Rey y Yo. Precisamente, meti¨¦ndose en la piel de ese rey de Siam que tantas alegr¨ªas le hab¨ªa dado sobre las tablas (en total lo interpret¨® durante 4.625 noches), el 27 de marzo de 1957 obtuvo su ¨²nico ?scar en la categor¨ªa de Mejor Actor. Le arrebat¨® la estatuilla a Kirk Douglas, James Dean, Rock Hudson y Laurence Olivier.
Como ocurri¨® a principios del siglo pasado con Rodolfo Valentino, de la noche a la ma?ana Yul Brynner se convirti¨® en un sex symbol, una figura que se col¨® en los pensamientos m¨¢s t¨®rridos de millones de mujeres y de hombres. Su profunda mirada y su atl¨¦tico porte tienen buena culpa de ello. Pero no cabe duda de que su cabeza rapada fue la que le llev¨® a alcanzar el estatus incontestable de icono sexual mucho antes de que Vin Diesel o Jason Statham tomaran su relevo. En aquella ¨¦poca, los Elvis, James Dean y Paul Newman de turno tuvieron que batirse con un nuevo y rudo modelo de masculinidad muy diferente al de los c¨¢nones prestablecidos.
¡°Aunque a Hollywood siempre le ha encantado el exotismo de los actores que provienen de Europa o de tierras m¨¢s remotas, Brynner es una anomal¨ªa digna de an¨¢lisis. Las mujeres de clase media americanas de los cincuenta le ve¨ªan como una fantas¨ªa. Hipnotizaba a todo el mundo. Por supuesto, tambi¨¦n a los hombres. ?l sab¨ªa muy bien los sentimientos que generaba. Y los grandes estudios se aprovecharon de ello, en el buen sentido. A nadie sorprendi¨® en 1960 que, siendo ruso, protagonizara Los Siete Magn¨ªficos, uno de los mejores westerns de la historia. Y en 1973, asimismo, encarn¨® a un pistolero asesino en Almas de Metal, un claro precursor de Terminator que contin¨²a siendo de culto entre los amantes de la ciencia ficci¨®n. Puede parecer que no, pero como todos los grandes supo reinventarse. Por algo Stan Lee se inspir¨® en ¨¦l para crear al Profesor X de los X-Men¡±, a?ade S¨¢nchez Pons.
Nunca est¨¢ de m¨¢s recordar que Brynner recurri¨® a los postizos en dos ocasiones; siempre por exigencias del gui¨®n. En Madrid, durante la filmaci¨®n en 1959 de Salom¨®n y la Reina de Saba, no le qued¨® otra que ponerse un rid¨ªculo biso?¨¦ porque el cineasta King Vidor quiso aprovechar algunas de las escenas que anteriormente hab¨ªa grabado con Tyrone Power, a quien sustituy¨® tras fallecer en pleno rodaje. Diez a?os despu¨¦s volvi¨® a hacerlo en un breve cameo en The Magic Christian (estrenada en Espa?a bajo el nombre de Si Quieres Ser Millonario, No Malgastes El Tiempo Trabajando), de Joseph McGrath. A sabiendas de que su virilidad era archiconocida en el mundo entero, no dud¨® en transformarse en una drag queen por un par de minutos para tratar de conquistar, sin ¨¦xito, al mism¨ªsimo Roman Polanski. Sentido del humor no le faltaba.
A pesar de su retah¨ªla de logros, en sus ¨²ltimos d¨ªas Brynner ten¨ªa sentimientos encontrados sobre la fama. Tampoco llevaba bien las cr¨ªticas, que en sus inicios parte de la prensa se riera de su caracter¨ªstico look o que algunos se atrevieran a reducir su carrera a su papel en El Rey y Yo. ¡°De repente me convert¨ª en una figura p¨²blica. Y eso fue dif¨ªcil de sobrellevar. No iba con toda mi personalidad, con todo mi ser. Yo era una persona que valoraba mi intimidad; todav¨ªa lo soy. Y, de repente, fui objeto de burla en las columnas de cotilleos. Ten¨ªa miedo de convertirme en una eterna Jayne Mansfield. Ante las interminables preguntas sobre mi pelo: ¡®?a qu¨¦ hora te afeitas?¡¯, ¡®?cu¨¢ntas veces al d¨ªa te afeitas?¡¯... una vez me enfad¨¦ tanto que le dije a un periodista: ¡®Si creyera que mi ¨¦xito se debe a que me afeito, me cortar¨ªa la cabeza¡±, declar¨® el 23 de diciembre de 1984 en The New York Times. Al fin y al cabo, premeditadamente o no, el personaje que ¨¦l mismo aliment¨® termin¨® devor¨¢ndolo.
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