Montgomery Clift, 100 a?os despu¨¦s: mitos y verdades del ¡°suicidio m¨¢s largo de la historia de Hollywood¡±
Cuando acaba de cumplirse el centenario del m¨ªtico actor, su figura parece m¨¢s viva que nunca: inspira series en Netflix (¡®Hollywood¡¯), sus pel¨ªculas son reverenciadas por las nuevas generaciones y un ¡®biopic¡¯ sobre su figura lleva a?os siendo el gran proyecto maldito de la industria

Muri¨® a los 45 a?os, la edad a la que algunos todav¨ªa tratan de hacerse un hueco en Hollywood, y dej¨® tras de s¨ª cuatro candidaturas al Oscar, una docena de cl¨¢sicos, millones de corazones destrozados y un nuevo modelo de estrella que se le acabar¨ªa atragantando a Hollywood. Al contrario que la mayor¨ªa, no necesit¨® cambiar su nombre ni mejorar unos rasgos que eran perfectos, tampoco modular su cuerpo ni su voz. Lleg¨® en un momento en el que los h¨¦roes ten¨ªan el aspecto de John Wayne o Bogart y sirvi¨® para dar paso a una generaci¨®n de actores entre los que se encontraron James Dean y Marlon Brando. Los tres eran atractivos, brutalmente Brando, morbosamente Dean, y entre los dos, los rasgos perfectos de Clift, su mirada profunda, sus cejas boscosas, rasgos cincelados con una belleza casi femenina, pero inequ¨ªvocamente masculina. Al igual que ellos, dinamit¨® las reglas interpretativas aportando unos matices in¨¦ditos en las producciones anteriores ¡ªeran seguidores de lo que se llam¨® ¡°el m¨¦todo¡±, una t¨¦cnica interpretativa especialmente autoexigente que implicaba una profunda exploraci¨®n emocional de los personajes¡ª. El gal¨¢n ya no era un h¨¦roe monol¨ªtico, pod¨ªa llorar, quebrarse y mostrar sus vulnerabilidades. ?Alguien imagina a Wayne llorando por Stella en Un tranv¨ªa llamado deseo? El Duque habr¨ªa zanjado su discusi¨®n conyugal dispar¨¢ndole a las r¨®tulas.
Montgomery Clift naci¨® el 17 de octubre de 1920 en Omaha, Nebraska, fue el segundo en un parto en el que solo se esperaba a la primera, su gemela Ethel, y siempre vivi¨® condicionado por las elevadas expectativas de una madre que tras descubrir a los 18 a?os que pertenec¨ªa a una familia de la alta sociedad, pas¨® su vida tratando de ser reconocida por ellos. Con ese af¨¢n, educ¨® a sus hijos como si perteneciesen a la aristocracia. Mientras el sueldo de su marido, un banquero bastante pr¨®spero, lo permiti¨®, viajaron por Europa y tuvieron los mejores tutores. Cuando el crack del 29 se llev¨® por delante la econom¨ªa familiar, cada uno se busc¨® la vida: mientras sus dos hermanos iban a la universidad, Montgomery, que nunca hab¨ªa sido capaz de integrarse en el colegio, se decant¨® por el teatro.
Debut¨® en Broadway y a mediados de los a?os treinta ya era una estrella indiscutible en las tablas neoyorquinas. Su talento y su belleza no pasaron desapercibidos para un Hollywood dispuesto a pagarle un billete a cualquiera con un perfil bueno y la capacidad de memorizar tres frases, pero ¨¦l no se mor¨ªa por las luces brillantes de la industria de la costa oeste y prefiri¨® dar largas al cine.
Cuando finalmente lleg¨® a Hollywood se neg¨® a firmar un contrato de larga duraci¨®n, no quer¨ªa atarse al estudio por cinco o siete a?os ¡ªque era lo que se estilaba entonces¡ª, lo que le habr¨ªa obligado a aceptar proyectos que no deseaba o permanecer en el ostracismo. Se arriesg¨® y gan¨®: Paramount quer¨ªa aquello que Broadway adoraba y sent¨® un precedente que comenz¨® a se?alar las grietas de un sistema de estudios que empezaba a desmoronarse.

Cuando Howard Hawks estaba a punto de empezar a rodar R¨ªo rojo con John Wayne, el representante de Clift le dijo que ten¨ªa al coprotagonista ideal. El rodaje fue infernal, en medio del desierto de Arizona y durante seis lluviosas semanas, Clift no lleg¨® a sentirse nunca c¨®modo con Wayne y con el tipo de masculinidad que aquel equipo destilaba: no participaba de sus chistes soeces ni de las partidas de p¨®ker en las que se enzarzaban durante horas. La hostilidad fue mutua: en una entrevista con la revista Life, Wayne defini¨® a Clift como un ¡°peque?o bastardo arrogante¡±. La rivalidad en el set era evidente y Clift part¨ªa con desventaja: no estaba en su h¨¢bitat, pero dej¨® claro que estaba dispuesto a todo por lograr una buena interpretaci¨®n. Sin ning¨²n conocimiento de equitaci¨®n previo, dedic¨® horas y horas a trotar a caballo por montes escarpados para no desmerecer al lado del vaquero por antonomasia. Ese af¨¢n de superaci¨®n fue una constante en su carrera.
La pel¨ªcula fue un ¨¦xito y tanto p¨²blico como cr¨ªtica pusieron sus ojos en aquel muchacho fr¨¢gil de mirada infinita que no se hab¨ªa arrugado ante el gran h¨¦roe de Am¨¦rica.
Su segunda pel¨ªcula, Los ¨¢ngeles perdidos, le report¨® su primera nominaci¨®n al Oscar; y la tercera, La heredera, lo convirti¨® en un h¨¦roe rom¨¢ntico. Cary Grant hab¨ªa suspirado por el papel y Olivia de Havilland, motor de la producci¨®n tras quedar deslumbrada por ella en Broadway, hab¨ªa recomendado a su amigo Errol Flynn, con el que ya hab¨ªa formado pareja dos veces, pero Wyler cre¨ªa que el estilo interpretativo de Clift se ajustaba m¨¢s al del ambiguo Morris Townsend. Al igual que antes hab¨ªa aprendido a montar a caballo en tiempo record, para interpretar al arribista pretendiente de De Havilland, cuyo car¨¢cter fue dulcificado en la adaptaci¨®n para que el p¨²blico no sintiese animosidad ante su nueva estrella favorita, aprendi¨® a tocar el piano. Teniendo en cuenta que una de las maledicencias favoritas de Hollywood es que Flynn lo tocaba con una parte de su anatom¨ªa poco apropiada, tal vez la historia habr¨ªa ganado con el protagonista de El capit¨¢n Blood al frente.
La pel¨ªcula de Wyler le encumbr¨®, pero ¨¦l la aborrec¨ªa, consideraba que el director hab¨ªa beneficiado a De Havilland ¡ªa la que cre¨ªa escasa de talento¡ª, tanto que se fue precipitadamente del estreno. El resultado fue agridulce, le convirti¨® en un h¨¦roe rom¨¢ntico y en el gal¨¢n so?ado, pero de las siete nominaciones que recibi¨® la pel¨ªcula ninguna fue para ¨¦l y tuvo que ver c¨®mo De Havilland se llevaba la suya a casa.
La Academia no tardar¨ªa en fijarse en ¨¦l nuevamente, pero esta vez su partenaire no solo no ser¨ªa hostil, sino que se convertir¨ªa en su mejor amiga y en la mujer que a?os despu¨¦s le salvar¨ªa la vida. Elizabeth Taylor y Clift trabajaron juntos por primera vez en Un lugar en el sol y el reto al que el actor del m¨¦todo se someti¨® esta vez fue pasar una noche en la c¨¢rcel para poder penetrar psicol¨®gicamente en su personaje. La pel¨ªcula los convirti¨® en la nueva pareja de moda de Hollywood y los medios trataron de inventar una relaci¨®n que era inexistente en lo amoroso, pero profundamente s¨®lida en lo personal.

Taylor disfrutaba compartiendo plat¨® con su amigo, pero pocos compart¨ªan su opini¨®n: sus problemas en los rodajes empezaron a ser habituales. A su af¨¢n de perfecci¨®n ¡ªque inclu¨ªa reescribir sus di¨¢logos y los de sus coprotagonistas¡ª se sumaron sus cada vez m¨¢s evidentes adicciones. Durante el rodaje de Yo confieso, Hitchcock, que detestaba a los actores del m¨¦todo, se hab¨ªa decantado por sus habituales James Stewart y Cary Grant, pero la pol¨¦mica que implicaba la pel¨ªcula ¡ªun cura con un pasado cuestionable¡ª les apart¨® del proyecto y permiti¨® que Clift realizase una de las mejores interpretaciones de su carrera. Pero todav¨ªa fue capaz de superarse en la siguiente, De aqu¨ª a la eternidad. Tal vez lo primero que viene a la mente cuando se piensa en el cl¨¢sico de Zinnemann sea la apasionada escena entre Burt Lancaster y Deborah Kerr, pero lo que la vertebra son unas actuaciones pocas veces superadas, entre las que destaca el sargento Prewitt interpretado por Clift, uno de los papeles m¨¢s opuestos a su verdadera personalidad. En el et¨¦reo Clift no hab¨ªa nada que en principio hiciese pensar en un boxeador retirado, pero como era de esperar, aprendi¨® a boxear con soltura y hasta a tocar la corneta. La Academia le premi¨® con otra nominaci¨®n y ¨¦l decidi¨® que era un buen momento para tomarse un descanso. Estaba en lo m¨¢s alto de su carrera, pero sus problemas de adicci¨®n eran cada vez m¨¢s evidentes. Volvi¨® a Nueva York y se mantuvo fuera de la industria tres a?os, hasta que la posibilidad de volver a trabajar con Elizabeth Taylor le hizo sumarse al reparto de El ¨¢rbol de la vida, una copia barata de Lo que el viento se llev¨® sin ning¨²n aliciente para ¨¦l m¨¢s que pasar tiempo con Liz.
Se suele decir que Montgomery Clift muri¨® dos veces y la primera fue el 12 de mayo de 1956, durante un descanso en el rodaje de El ¨¢rbol de la vida. Los datos del accidente son tan ¨¦picos que costar¨ªa creerlos si no lo hubiese narrado el actor Kevin McCarthy, protagonista de La invasi¨®n de los ladrones de cuerpos y gran amigo de Clift. ?l estaba en aquella fiesta que cambi¨® la vida del actor para siempre y en la que estaba tambi¨¦n Rock Hudson y su esposa (por contrato) Phyllis Gates. Una fiesta a la que Clift no quer¨ªa asistir y a la que solo acudi¨® por la insistencia de Taylor. Aquella noche iba a visitarla un sacerdote amigo que adoraba la interpretaci¨®n de Clift en Yo confieso y quer¨ªa present¨¢rselo. Clift tem¨ªa que realmente solo fuese una excusa de su amiga, que cada d¨ªa quer¨ªa pasar menos tiempo a solas con su segundo marido, el actor Michael Wilding, pero acudi¨®. Seg¨²n el Rashomon en el que se ha convertido la historia en funci¨®n de la fuente, Clift bebi¨® demasiado, no bebi¨® nada o tom¨® s¨®lo una copa de Jerez, pero en lo que coinciden todos los narradores es en que estuvo taciturno y recostado en la alfombra del sal¨®n durante toda la velada. Cansado y aburrido abandon¨® la fiesta, su amigo McCarthy se fue con ¨¦l con la idea de conducir unos metros por delante para mostrarle un atajo, hasta que repentinamente le perdi¨® de vista en el retrovisor y un estruendo seguido de una llamarada le hizo temer lo peor.
¡°Estaba debajo del tablero, estaba aplastado, arrugado, era horrible. Millones de personas adoraban a ese hombre maravilloso, y yo estaba ah¨ª solo e indefenso, ni siquiera pod¨ªa abrir las puertas. Volv¨ª cuesta arriba a la casa de Elizabeth, salt¨¦ de mi coche y golpe¨¦ violentamente la puerta de entrada. Llamamos a una ambulancia, volvimos inmediatamente al auto destrozado y pudimos abrir la puerta trasera. Tanto Liz Taylor como yo logramos trepar y llegar al asiento delantero. Su rostro y su cuero cabelludo estaban empapados de sangre, su cabeza comenzaba a hincharse. Con una voz extra?a, le dijo que se le hab¨ªan arrancado los dientes delanteros y que estaban atascados en la garganta, asfixi¨¢ndolo, y le pidi¨® que se los sacara de la boca. Muy suavemente y de la manera m¨¢s natural, ella meti¨® los dedos en su garganta y se los sac¨®. Luego llegaron el m¨¦dico y la ambulancia¡±, declar¨® el actor a Film Talk.
?Demasiado cinematogr¨¢fico? Pues no acaba ah¨ª. Cuando los fot¨®grafos, que no tardaron en llegar por docenas, se arremolinaron sobre el cuerpo destrozado del actor, Taylor se enfrent¨® a ellos y les jur¨® que se arrepentir¨ªan de inmortalizar aquel momento. Jam¨¢s ha trascendido ninguna foto de ese accidente.
Aquel suceso modific¨® la cara de Clift, su carrera y su manera de relacionarse con el exterior. La amistad con su amigo McCarthy, que ya hab¨ªa comenzado a deteriorarse por el err¨¢tico comportamiento al que le hab¨ªa llevado el abuso de sustancias, se rompi¨®. ¡°Se recuper¨®. Lo lamentable fue que, a partir de ese momento, dio un giro de ciento ochenta grados, para beber, tomar pastillas, qui¨¦n sabe qu¨¦. Iba cuesta abajo, era como ver la desintegraci¨®n de una gran estructura¡±.

Tras dos meses de rehabilitaci¨®n, Clift volvi¨® para terminar el rodaje. En contra de lo imaginable, aquella endeble producci¨®n que solo se iba a sustentar en el nombre de sus protagonistas, se convirti¨® en un ¨¦xito inesperado, todo el mundo quer¨ªa ver el rostro destrozado del actor. A pesar de las cirug¨ªas, de los dobles y de la cuidada iluminaci¨®n, eran evidentes los cambios en la fisonom¨ªa de Clift. Su lado izquierdo hab¨ªa quedado pr¨¢cticamente paralizado, su rostro se ve¨ªa abotargado, aquel hombre guap¨ªsimo que no llegaba a los 40 parec¨ªa ahora un anciano. El dolor cr¨®nico, sumado a la profunda depresi¨®n que sent¨ªa al mirarse al espejo aument¨® la adicci¨®n al alcohol. Seg¨²n cuenta Anne Helen Petersen en Scandals of Classic Hollywood, ¡°en el set de El ¨¢rbol de la vida, el equipo hab¨ªa designado palabras para comunicar lo borracho que estaba Clift: lo malo era Georgia, lo muy malo Florida y lo peor de todo era Zanz¨ªbar¡±. Tambi¨¦n ten¨ªa una fuerte dependencia de los muchos f¨¢rmacos que tomaba desde que le hab¨ªan diagnosticado disenter¨ªa amebiana tras ingerir comida en mal estado en un viaje a M¨¦xico, raz¨®n por la que no hab¨ªa podido alistarse en el ej¨¦rcito y por la que llevaba una extra?a dieta que consist¨ªa en comer una o dos veces al d¨ªa ¨²nicamente filetes, huevos y zumo de naranja.
Seg¨²n la citad¨ªsima frase de su profesor de teatro Robert Lewis, ese d¨ªa comenz¨® el ¡°suicidio m¨¢s largo en la historia de Hollywood¡±. Lo cierto es que su personalidad hab¨ªa sido siempre compleja, pero su desmesurado talento hab¨ªa hecho pasar por alto excentricidades como que alguna vez sirviese a sus amigos la comida directamente en el suelo, que la ¨²nica decoraci¨®n que hab¨ªa en su apartamento de Nueva York fuese la radiograf¨ªa de un cr¨¢neo, que condujese un coche destartalado y que s¨®lo tuviese un traje. Pero tras el accidente su delicado equilibrio mental se hizo evidente. En una ocasi¨®n sali¨® a cenar con un par de amigos y tras ser reconocido y verse rodeado por extra?os que coreaban su nombre, se refugi¨® debajo de la mesa y comenz¨® a cubrir su cara con mantequilla.
A pesar de todo, su talento segu¨ªa inc¨®lume y sigui¨® trabajando. Para muchos cr¨ªticos, y para ¨¦l mismo, las pel¨ªculas posteriores al accidente son las mejores de su corta carrera. Obviamente era otra persona, tanto f¨ªsica como emocionalmente. Su amiga Elizabeth Taylor lo rescat¨® para coprotagonizar De repente, el ¨²ltimo verano, rodada en Espa?a pero prohibida por la censura hasta 1980. El rodaje fue un infierno para un Clift muy deteriorado, ya que se ve¨ªa obligado a dividir sus secuencias porque era incapaz de recordar los di¨¢logos. El director, Joseph Leo Mankiewicz, trat¨® de reemplazarlo, pero tanto Taylor como Katharine Hepburn se negaron y fue tan duro con ¨¦l que al final del rodaje Katharine Hepburn le escupi¨® en la cara. En nuestro pa¨ªs la censura se debi¨® a una escena de canibalismo que, seg¨²n los observadores patrios, reflejaba a los espa?oles como un pueblo atrasado. Pero la verdadera controversia de la pel¨ªcula ven¨ªa de su manera descarnada de abordar la homosexualidad, nada casual teniendo en cuenta que sus guionistas eran Tennessee Williams y Gore Vidal.

Para muchos, la homosexualidad de Clift era el motivo real de su angustia existencial y durante a?os se le ha atribuido cierto aura de martir gay, sin embargo lo cierto es que vivi¨® sus relaciones con bastante naturalidad. Se neg¨® a que los estudios le buscasen una pareja a la que lucir para despistar a los tabloides que amenazaban a otras estrellas homosexuales, como Rock Hudson, y tampoco se escondi¨®. En su apartamento de Nueva York vivi¨® con varias de sus parejas, entre ellos Jack Larson, el Jimmy Olsen de la primera versi¨®n televisiva de Superman. En el documental Making of Montgomery Clift, este desvela que Clift le bes¨® en la boca la primera vez que se vieron y que jam¨¢s vivi¨® atormentado por su sexualidad. Unas declaraciones que contrastan con el discurso oficial sobre el actor, cimentado sobre un par de biograf¨ªas escritas con m¨¢s prejuicios que documentaci¨®n. Para evitar que la m¨ªstica ante el tormento que le provocaba su homosexualidad siga oscureciendo su legado, su sobrino Robert Clift y su mujer Hillary Demmon recopilaron durante cinco a?os material in¨¦dito del actor en el que se puede vislumbrar a un hombre con mucho sentido del humor que contaba con el apoyo de sus seres queridos, incluso se puede ver a su madre hablar de c¨®mo sab¨ªa que su hijo era homosexual desde los 12 a?os.
Pero Hollywood necesit¨® esperar al a?o 2000 para eliminar la palabra rumores o presunci¨®n para hablar del tema, y de nuevo fue gracias a su amiga Elizabeth Taylor, que durante una entrega de premios de Glaad no tuvo reparo en empezar su discurso con un ¡°Toda mi vida he pasado mucho tiempo con hombres homosexuales ¡ª Montgomery Clift, Jimmy Dean, Rock Hudson¡ª que son mis colegas, compa?eros de trabajo, confidentes, mis amigos m¨¢s cercanos, ?pero nunca pens¨¦ en con qui¨¦n se acostaron! Eran simplemente las personas que amaba¡±. As¨ª se termina con las especulaciones.
Sea cual fuese la causa de su tormento, su deterioro era m¨¢s que evidente durante el rodaje de Vidas rebeldes, el western crepuscular de John Huston que se convirti¨® en la ¨²ltima pel¨ªcula de Marilyn Monroe y Clark Gable, aunque cualquiera que hubiera estado en el rodaje habr¨ªa podido jurar que el que primero recibir¨ªa la llamada de la parca ser¨ªa Clift. Monroe, que atravesaba uno de sus peores momentos, defini¨® a Clift como: ¡°La ¨²nica persona que conozco que est¨¢ en peor forma que yo¡±.
Con un evidente deterioro f¨ªsico y mental, consigui¨® un nueva nominaci¨®n al Oscar, esta vez por apenas 12 minutos de interpretaci¨®n, y eso que era incapaz de recordar sus l¨ªneas. Seg¨²n recoge el director Stanley Kramer en sus memorias, le pidi¨® que se olvidase del guion y dijese cualquier cosa. Todo podr¨ªa encajar: interpretaba a un discapacitado mental castrado por los nazis que declara en un estrado al borde del colapso. Lo hizo y esos 12 minutos son una de las interpretaciones m¨¢s celebradas de su carrera. Era el mejor incluso cuando no sab¨ªa lo que estaba haciendo.
Durante su siguiente pel¨ªcula, una biograf¨ªa de Freud dirigida por John Huston, sus adicciones provocaron constantes parones en la grabaci¨®n y fue demandado por la Universal. A partir de ah¨ª nadie se atrevi¨® a contratarlo. Y eso que para mostrar su buen estado realiz¨® una de sus escasas entrevistas televisivas en la que mostr¨® un gran sentido del humor y habl¨® abiertamente de su grave accidente. De nuevo fue su querida Taylor quien acudi¨® al rescate y, poni¨¦ndose a ella misma como aval, consigui¨® incluirlo en su siguiente proyecto, la adaptaci¨®n de la obra de Carson McCullers Reflejos en un ojo dorado.
Pero nunca lleg¨® a grabar ni una secuencia. El 23 de julio de 1966 su ¨²ltima pareja, Lorenzo James, enfermero, secretario, confidente, amante y ¡ªseg¨²n sus amigos¡ª el ¨²nico hombre con el que tuvo una verdadera conexi¨®n emocional adem¨¢s de sexual, lo encontr¨® muerto en su habitaci¨®n del apartamento 217 de la calle 61 de Nueva York. La noche anterior hab¨ªan emitido Vidas rebeldes por televisi¨®n, pero no hab¨ªa querido verla, hab¨ªa preferido irse a la cama a leer.
La autopsia revel¨® que no hab¨ªa sido un suicidio, ni siquiera un largo suicidio. Su organismo estaba muy deteriorado por el alcohol y las drogas, pero tambi¨¦n por la disenter¨ªa, la colitis cr¨®nica y la tiroides hipoactiva. Siempre hab¨ªa sido un hipocondr¨ªaco, pero lo cierto es que su mala salud hab¨ªa sido probablemente mucho m¨¢s determinante a la hora de forjar su car¨¢cter que la inexistente verg¨¹enza por su homosexualidad. Su amiga Liz Taylor, que estaba rodando en Europa, no pudo salvar su vida por segunda vez. Destrozada, envi¨® un gran ramo de rosas a un funeral al que s¨ª asistieron compa?eros como Frank Sinatra y Lauren Bacall. Reflejos en un ojo dorado acabar¨ªa rod¨¢ndose un a?o despu¨¦s y ser¨ªa otro bello y atormentado actor del m¨¦todo quien interpretase al comandante Penderton, Marlon Brando. Puede que la historia personal y familiar de Brando no fuese ni un poco menos tr¨¢gica que la de Clift, pero al menos vivi¨® m¨¢s tiempo para contarla.
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