La izquierda busca su lugar en el mundo
El socialismo, a diferencia del ecologismo y el feminismo, tiene dificultades para identificar el contenido concreto de sus reivindicaciones. El debate sobre qu¨¦ debe ser en este nuevo mundo est¨¢ abierto
Hacia finales de los a?os sesenta del pasado siglo, el responsable del PSUC en la Facultad de Filosof¨ªa y Letras de la Universidad de Barcelona ¡ªque hac¨ªa proselitismo entre los estudiantes reci¨¦n llegados para que se incorporaran a las filas de su partido¡ª utilizaba, entre otros, un argumento de car¨¢cter hist¨®rico en apariencia concluyente. Sol¨ªa decir que si en los poco m¨¢s de cincuenta a?os que hab¨ªan transcurrido desde la revoluci¨®n rusa un tercio de la humanidad era socialista, a poco que se le ...
Hacia finales de los a?os sesenta del pasado siglo, el responsable del PSUC en la Facultad de Filosof¨ªa y Letras de la Universidad de Barcelona ¡ªque hac¨ªa proselitismo entre los estudiantes reci¨¦n llegados para que se incorporaran a las filas de su partido¡ª utilizaba, entre otros, un argumento de car¨¢cter hist¨®rico en apariencia concluyente. Sol¨ªa decir que si en los poco m¨¢s de cincuenta a?os que hab¨ªan transcurrido desde la revoluci¨®n rusa un tercio de la humanidad era socialista, a poco que se le diera un empujoncito al proyecto el planeta por entero vivir¨ªa bajo ese r¨¦gimen. Tal vez el argumento ahora les sorprenda a algunos, pero hay que decir, en honor a la verdad, que eran muchos los que por aquel entonces hac¨ªan semejante tipo de planteamientos. Es m¨¢s, tenemos constancia de que todav¨ªa en los a?os ochenta no escaseaban los que se atrev¨ªan con estas prospectivas macrohist¨®ricas.
Eran aquellos, ciertamente, tiempos en los que emitir juicios acerca de la deriva pasada y previsiblemente futura de la historia parec¨ªa una tarea perfectamente plausible. El devenir de las cosas iba dejando a su paso rastros de sentido que bastaba con recoger para ir construyendo con ellos marcos de inteligibilidad global. As¨ª, Manuel Sacrist¨¢n (para m¨ª, sin el menor g¨¦nero de dudas el fil¨®sofo marxista m¨¢s importante que ha dado este pa¨ªs) en los a?os setenta se atrev¨ªa a hablar de c¨®mo evolucionar¨ªa el socialismo y afirmaba que su futura bandera ser¨ªa la tricolor con los colores del ecologismo, del feminismo y del socialismo.
Ciertamente, a primera vista parec¨ªa razonable pensar que, en lo tocante al verde de la reivindicaci¨®n ecologista, la coincidencia entre los diversos sectores de la izquierda o terminar¨ªa siendo completa (fuera de algunos matices) o no deber¨ªa resultar muy dif¨ªcil de alcanzar. Algo similar creo que parec¨ªa poder sostenerse respecto al violeta de la reivindicaci¨®n de igualdad real entre hombres y mujeres. De esta fluida coincidencia algunos, como el mencionado Sacrist¨¢n, extra¨ªan como conclusi¨®n irrebatible y que parece haber hecho fortuna con los a?os, que el futuro del socialismo pasaba en gran medida por hacer suyas las reclamaciones del feminismo y del ecologismo (por mi parte, empec¨¦ a referirme a este asunto en un art¨ªculo period¨ªstico: ¡°?Casa com¨²n o causa com¨²n?¡±, El Peri¨®dico de Catalu?a, 18 de diciembre de 2019).
Reivindicaciones verde y violeta
Pero tal vez la conclusi¨®n, aceptable en principio en s¨ª misma, no resulte tan enormemente satisfactoria como algunos (bastantes, dicho sea de paso) parecen pensar. A efectos de evitar malentendidos in¨²tiles, me apresuro a precisar que, por formularlo con terminolog¨ªa escol¨¢stica, una cosa es que en el presente momento hist¨®rico asumir las reivindicaciones verde y violeta constituya una condici¨®n necesaria para desarrollar un programa de izquierdas, y otra que la constituya suficiente ¡ªesto es, en definitiva, lo que estoy intentando plantear aqu¨ª¡ª. Porque del hecho de que hoy pueda existir una coincidencia estrat¨¦gica entre los tres sectores todav¨ªa no se desprende que haya que someter a reconsideraci¨®n el contenido de la idea de socialismo heredada y pasar a entender dichos sectores como tres dimensiones de un mismo proyecto.
Para poder hacerlo, para llevar a cabo esta refundaci¨®n te¨®rica, se requiere la existencia de una argamasa o, si se prefiere, de un denominador com¨²n que las cohesione. Si no disponemos de ¨¦l, cualquiera podr¨ªa acusar a un planteamiento como el se?alado de andar pensando el socialismo del futuro en t¨¦rminos de una mera yuxtaposici¨®n de tres tipos de reivindicaciones. La acusaci¨®n no carece de sentido. Solo estableciendo el v¨ªnculo existente entre los tres dispondremos del criterio que nos permita establecer prioridades en el momento en que las urgencias que se vayan planteando nos obliguen a ello. Y es obvio que la realidad nos va a colocar de manera constante en la tesitura de tener que decidir qu¨¦ opci¨®n hacemos pasar por delante.
De no ser capaces de establecer el criterio, corremos el riesgo de que la incorporaci¨®n de nuevos invitados (ecologismo y feminismo) a la causa de la izquierda termine por operar a modo de cortina de humo que oculte el desdibujamiento y la consiguiente debilidad de lo que hasta el momento hab¨ªa constituido el nervio de su proyecto. No estamos hablando de peligros imaginarios, ni suscitando debates puramente acad¨¦micos. El ingente n¨²mero de p¨¢ginas escritas desde hace ya tiempo sobre el futuro del socialismo acredita que lo que est¨¢ en juego va mucho m¨¢s all¨¢. Dicho apenas de otra forma, parece estar m¨¢s claro el significado del verde ecologista y el violeta feminista que el del rojo, que con dificultad podr¨ªamos especificar a qu¨¦ lo hacemos equivaler. O, lo que viene a ser pr¨¢cticamente lo mismo, nos costar¨ªa precisar el contenido concreto que le atribuimos a la gen¨¦rica reivindicaci¨®n de justicia social, habitual en los programas y en las proclamas de las formaciones que se tienen por socialistas o, m¨¢s gen¨¦ricamente, de izquierdas.
Precisamente por ello, para avanzar en este esclarecimiento resulta obligado intentar definir previamente, aunque sea de manera tentativa, el marco de lo que entendemos en general por socialismo hoy. Excluyendo de partida respuestas del tipo ¡°socialismo es lo que hacen los socialistas¡±, que, aunque nadie se atreva a plantear expl¨ªcitamente, demasiados parecen dar por supuesta. Claro que, frente a esto, tampoco basta con postular el planteamiento inverso, esto es, el de que son socialistas aquellos que comparten el ideario del socialismo. Para que esta otra respuesta ¡ªla correcta desde el punto de vista l¨®gico¡ª resulte aceptable se impone entrar en la especificaci¨®n, por m¨ªnima que sea, de ese ideario. Porque lo que resulta insuficiente a todas luces a estas alturas es permanecer en el plano m¨¢s abstracto del asunto y dedicarnos a discutir sobre la egalibert¨¦ balibariana ([de ?tienne Balibar], ojito con la primera ¡°a¡±, que se presta al chiste en caso de confusi¨®n) y otras cuestiones de parecido car¨¢cter general. Frente a esto, entrar en la especificaci¨®n del ideario socialista implica plantearse, entre otras cuestiones, la del trabajo, la propiedad o el Estado (y el eventual papel predistributivo o redestributrivo que debe desempe?ar este) y a continuaci¨®n precisar cu¨¢l es la posici¨®n del socialismo al respecto.
Tal vez en otros momentos del pasado esta exigencia de clarificaci¨®n previa del marco te¨®rico se hubiera considerado casi innecesaria, por obvia. Pero hoy las cosas son diferentes y, como sabemos, no faltan quienes atribuyen al olvido de este orden de cuestiones (especialmente, aunque no solo, en beneficio de las identitarias de diverso tipo, que no precisan de clarificaci¨®n metodol¨®gica alguna porque con lo emocional van m¨¢s que sobradas) la comprometida situaci¨®n de la izquierda en muchos lugares en la actualidad. Se tratar¨ªa, en caso de haberlo, de un olvido sintom¨¢tico, revelador de las carencias e incertidumbres program¨¢ticas de la hora presente. Carencias e incertidumbres que, por a?adidura, algunos pretenden ocultar desviando el foco de la atenci¨®n hacia un debate que sin duda las formaciones pol¨ªticas no tienen m¨¢s remedio que abordar pero que, de hacerlo en el momento inadecuado, no hace m¨¢s que generar confusi¨®n tacticista. Me refiero a ese debate que reduce el futuro del socialismo a la b¨²squeda de nuevos caladeros de votos. El debate resulta tan ineludible desde el punto de vista electoral como inane desde el te¨®rico. Lo que nos devuelve al meollo del asunto que estamos intentando plantear.
Transformaciones relevantes
Si todo lo anterior resulta hoy particularmente preocupante es porque parecen dibujarse en el horizonte signos que podr¨ªan anunciar algunas transformaciones muy relevantes en la actitud que mantienen ciertos sectores sociales y grandes corrientes pol¨ªticas respecto a algunos de los principales problemas que m¨¢s preocupan al conjunto de la ciudadan¨ªa en este momento. Estoy pensando, en primer lugar, en el hecho de que tanto en algunos pa¨ªses europeos (Austria) como en nuestro propio pa¨ªs (Andaluc¨ªa) sectores conservadores hayan planteado expl¨ªcitamente acuerdos, cuando no alianzas, con sectores ecologistas.
En efecto, seg¨²n el joven jefe de Gobierno austriaco, Sebastian Kurz, ¡°hemos unido lo mejor de dos mundos¡± y, en esa misma l¨ªnea, en Espa?a el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla, parece decidido a convertir la causa del medio ambiente en una se?a de identidad de su Gobierno. Y no son los ¨²nicos que se est¨¢n pronunciando en la misma direcci¨®n, por cierto. En parecido sentido lo hac¨ªa recientemente Marion Marechal, nieta del patriarca de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen y sobrina de Marine Le Pen, actual presidenta del Reagrupamiento Nacional: ¡°Es obvio para m¨ª que la ecolog¨ªa es un conservadurismo. ?Lo siento, Greta!¡±, declaraba. De llegar a constituir tendencia estos datos, la izquierda vendr¨ªa obligada a una reflexi¨®n de fondo sobre su propia identidad.
Que estemos ante una tendencia, y no ante una mera coincidencia contingente o una artera operaci¨®n publicitaria (modelo greenwashing), es una posibilidad que en modo alguno resulta desde?able y que cabr¨ªa ilustrar a trav¨¦s del ejemplo de la guerra. Es cosa sabida que el gran negocio que constituye la guerra para las grandes potencias se acostumbra a desarrollar en dos fases. La primera es la destrucci¨®n en sentido estricto, que permite a tales potencias no solo dar salida a los stocks de armamento acumulados por sus empresas, sino que tambi¨¦n obliga a los Gobiernos beligerantes a un importante desembolso para reponer lo utilizado durante el desarrollo del conflicto. La segunda fase es la de la reconstrucci¨®n de lo destruido, tarea que suele ser asumida por la propia potencia que ha llevado a cabo la destrucci¨®n. Pues bien, estableciendo un paralelismo, no resulta en absoluto desde?able tampoco que uno de los grandes negocios del futuro sea precisamente, por seguir utilizando los mismos t¨¦rminos, la reconstrucci¨®n de la naturaleza por parte precisamente de las empresas que de manera previa y durante mucho tiempo se enriquecieron da?¨¢ndola de manera severa.
De confirmarse la tendencia, otro juicio que hac¨ªa el antes mencionado Manuel Sacrist¨¢n deber¨ªa ser sometido asimismo a revisi¨®n. Afirmaba el fil¨®sofo por aquellos mismos a?os setenta, cuestionando la t¨®pica y simplista identificaci¨®n entre derecha y conservaci¨®n, e izquierda y transformaci¨®n, que los conservadores de nuestros d¨ªas lo ¨²nico que en realidad conservan es el registro de la propiedad, dedic¨¢ndose a la transformaci¨®n (destructiva) de todo lo dem¨¢s. Este cuestionamiento del viejo t¨®pico por parte de Sacrist¨¢n, cuestionamiento que en aquel momento dejaba a la izquierda el campo libre para reescribir su agenda pol¨ªtica en clave conservadora de lo mejor de la herencia recibida (naturaleza incluida), deber¨ªa ahora, a la vista de lo que ha empezado a suceder, ser vuelto a pensar de nuevo. Lo que, con toda probabilidad, dar¨ªa lugar a la constataci¨®n de que el proyecto de la izquierda se habr¨ªa visto privado de uno de los elementos con los que hab¨ªa intentado configurar una nueva especificidad.
Asimismo, en segundo lugar, no creo que resulte demasiado aventurado contemplar la posibilidad de que sectores sociales y pol¨ªticos conservadores ampl¨ªen el radio de las reivindicaciones asumibles incluyendo dentro de ¨¦l las planteadas por el feminismo. Igual que antes, apresur¨¦monos ahora a puntualizar que tampoco habr¨ªa que malinterpretar dicha posibilidad: a fin de cuentas, de darse, vendr¨ªa a ser una de las consecuencias ¨²ltimas de la declarada vocaci¨®n de transversalidad por parte de dicho movimiento. De momento, lo que es un hecho es que no hay en la actualidad ninguna formaci¨®n pol¨ªtica ni sector de opini¨®n que impugne abiertamente las reivindicaciones feministas (incluso en el caso de Vox alguien podr¨ªa interpretar que sus cr¨ªticas a los presuntos excesos del feminismo constituyen en realidad la ¨²nica forma de discrepar de ¨¦l que se atreven a formular en p¨²blico, ya que sus reivindicaciones b¨¢sicas ¡ªcontra la violencia, por la igualdad...¡ª han alcanzado un abrumador respaldo social)¡±.
Tanto es as¨ª, que no faltan quienes, aun reconociendo que a dichas reivindicaciones les queda todav¨ªa mucho recorrido para materializarse por completo, entienden que han perdido su car¨¢cter m¨¢s radical, car¨¢cter que habr¨ªa sido recogido por los colectivos LGTBI, ¨²nicos que estar¨ªan impugnando hasta sus ¨²ltimas consecuencias el modelo de sexualidad heredado. Pero esta efectiva generalizaci¨®n del feminismo, que podr¨ªa ser le¨ªdo en clave de hegemon¨ªa en la esfera del discurso p¨²blico, tendr¨ªa tambi¨¦n una dimensi¨®n negativa, en tanto que p¨¦rdida, para el proyecto de la izquierda, que se ver¨ªa de esta forma privado del segundo de los elementos en los que se hab¨ªa apoyado para intentar definir una nueva especificidad (tripartita, para entendernos).
Me cuesta imaginarme la argumentaci¨®n que utilizar¨ªa, medio siglo despu¨¦s, el estudiante de izquierdas de segundo ciclo que quisiera atraer hacia su causa al compa?ero reci¨¦n llegado a la Facultad. Lo que no podr¨ªa plantearle, con toda seguridad, ser¨ªan consideraciones pretendidamente macrohist¨®ricas del tipo de las aludidas al principio del presente texto, porque sin duda se le volver¨ªan en contra. El triunfalismo de hace medio siglo ha mutado en esto. No solo es que el capitalismo en tanto que modo de producci¨®n se haya quedado solo en el planeta: es que se ha permitido el sarcasmo, innecesariamente cruel, de que su locomotora m¨¢s eficaz sea un pa¨ªs hasta hace no tanto socialista como es China. Sin que nos quede siquiera el consuelo, fukuyamiano, de pensar que, aunque el socialismo ha desaparecido de la faz de la Tierra, la democracia se expande. Porque, m¨¢s all¨¢ de que la contabilidad de pa¨ªses que asumen un modelo de democracia liberal vaya en aumento, lo cierto es que en el seno de los mismos los valores propiamente liberales est¨¢n de manera creciente en entredicho. No hace falta poner ejemplos, ?verdad?
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona y senador por el PSC-PSOE en las Cortes Generales.